EN TORNO A NUESTROS LÍMITES CON
GUAYANA
La prensa ha venido publicando
noticias y comentarios relacionados con las gestiones que el Gobierno
Nacional realiza, ininterrumpidamente desde 1962, con el Gobierno de la
Gran Bretaña en solicitud de un trato justiciero en cuanto a los límites
de nuestro país con la Guayana Inglesa. Pensamos que no está demás
repetir las fechas y hechos que motivan las actuales gestiones a fin de
que la población toda conozca las causas y justos derechos que a
Venezuela pertenecen.
No fue por descubrimiento que los
ingleses llegaron a establecerse en tierras que lindan con nuestro país.
Desde 1597 existían fundaciones holandesas. Es a finales del siglo XVIII
y principios del siglo XIX cuando los ingleses logran afianzar su
dominio y guiados por espíritu colonialista comienza sus embestidas
contra nuestra patria. Para 1828 según un derrotero marítimo publicado
en Londres, el territorio de Guayana Inglesa se extendía desde el río
Corentín hacia el nordeste hasta el Esequibo. A un viajero prusiano
Robert H. Schomburgk dan la misión de explorar a la Guayana Inglesa, el
cual prepara el mapa en 1835, existente en los archivos de la Royal
Geographical Society de Londres, cuyas líneas son casi coincidentes (tan
solo nos quitaba 4.920 kilómetros cuadrados) con la reclamada por
Venezuela, y muy diferente a la que presentan como línea Schomburgk en
1840 que partía desde Barima por los ríos de Amacuro y Cuyuní hasta la
montaña de Roraima y con la cual Perdía nuestro país unos 141.930
kilómetros cuadrados, algo más de la mitad del territorio que
consideramos propio.
En 1844, a raíz de las gestiones
del doctor Alejo Fortique, el ministro de Inglaterra Lord Aberdeen (George
Hamilton Gordon, conde de Aberdeen) propone una extremadamente ambiciosa
línea divisoria que empezaría en la desembocadura del río Moroco y de
allí directo a la unión del Guaima con el Barama para seguir por el
curso de éste último hasta el Aunama llegando a la confluencia del
Acarabisí con el Cuyuní y por el margen de éste hasta las cercanías de
la montaña Roraima donde se dividen las aguas que van al Esequibo de las
que van al Río Branco.
Los descubrimientos de oro del
Yuruary en 1857 y hierro y otros minerales más tarde, fueron motivos de
otros intentos de penetración inglesa en la Guayana Venezolana. Para
1881 la línea Schomburgk había sido modificada haciéndola avanzar en
dirección al poniente, en tal forma que abarcaba toda la Hoya del Cuyuní
hasta muy cerca de las riberas del Caroní.
Por su parte Venezuela nunca ha
aceptado las pretensiones de usurpación de su territorio por la Gran
Bretaña y si no se logró en tiempo pasado una línea justa se debió, en
gran parte, a la circunstancia de ser el nuestro un pequeño país de
escasa población debilitada por las continuas luchas civiles y
permanente inestabilidad del sistema de gobierno.
De acuerdo al principio del Utis
Posidetis Juris, a Venezuela le corresponde el territorio de la
Capitanía General de Venezuela creada por Carlos III por la Real Cédula
del 8 de septiembre de 1777, como fue reconocido por el Tratado de
Münster, celebrado entre España y Holanda en 1648 y cual lógicamente
quedó ratificado por Inglaterra cuando en 1825 se firma el Tratado de
Amistad Colombo-Británico y el reconocimiento de nuestra independencia.
En 1844 propusimos primeramente
la genuina línea divisoria entre Guayana Venezolana (antigua Guayana
Españolas) y la Guayana Inglesa (antigua Guayana Holandesa), es decir,
el curso del río Esequibo; viendo la negativa británica y guiados por el
deseo pacifista se presenta una frontera de transición: por el río
Moroco hasta el cerro de Imataca, de aquí directamente atravesando el
Cuyuní hasta llegar donde se dividen las aguas que van al Esequibo de
las que van al río Branco.
En 1887 se rompió relaciones con
Inglaterra y se apeló a Estados Unidos para que hicieran valer su
Doctrina Monroe porque el año anterior la Gran Bretaña procedió a
establecer puestos avanzados en muchos puntos de la línea existente como
frontera provisional. Brasil y Perú intervinieron ante la Santa Sede en
1887 y 1895 en busca del sometimiento a arbitraje del problema
venezolano-británico, y Estados Unidos hizo importantes gestiones con
ese mismo fin. Sin embrago es muy poco lo logrado, ya que fue
verdaderamente leonino el Tratado de arbitraje que Venezuela fue
obligado a firmar en Washington, el 12 de febrero de 1897.
Dos años más tarde, el 3 de
octubre de 1899 será la consumación de la más censurable usurpación
perpetrada por Gran Bretaña, cuando se lleva a cabo la firma, en la
ciudad de París, del Laudo Arbitral viciado e inválido porque los mapas
presentados por aquel Reino habían sido anteriormente adulterados, y
basado en vulgar chantaje no permiten que nuestro país figurara entre
los miembros del jurado. Ese laudo que nos quitó más de ciento cuarenta
mil kilómetros cuadrados de territorio, no ha sido ni podrá ser
aceptado jamás porque fue obra de la coacción, la malicia y el
prejuicio. Constantemente se ha estado pidiendo la revisión del
malhadado Laudo de la injusticia y hoy día el Gobierno y Pueblo de
Venezuela confía y espera se haga justicia devolviéndole el territorio
usurpado.
(Fue publicado en el
diario La República, Año V, Nº 1559, Caracas,
miércoles 25 de agosto de 1965, página 6)
FEDERALISMO EN VENEZUELA
“Cuanto más admiro la
excelencia de la Constitución Federal de Venezuela, tanto más me
persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado”
Simón Bolívar
Ciertamente la elección de
gobernadores y de alcaldes aparece como prueba de la implantación del
federalismo en nuestro país; sin embargo, da la impresión que el ensayo
no apunta hacia el final exitoso por cuanto nace adoleciendo de un
abultado conjunto de debilidades que de no ser corregidas, más temprano
que tarde, la cosecha del caos, empobrecimiento general y anarquía
podría sobrevenir a nuestra amada Venezuela.
Me cuento entre los convencidos
de que la instauración de un régimen federal con esperanzas de
funcionalidad práctica, que pueda representar la “mayor suma de
felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de
estabilidad política”, requiere ingentes cambios con respecto al sistema
que se desea suplantar. Es aventurado pasar de un centralismo de
vigencia centenaria a una situación nueva, sin incorporar las
modificaciones previas necesarias. Si se piensa en lo funcional que el
federalismo resulta en otros países (por ejemplo en Estados Unidos de
Norteamérica), sería aconsejable tomar en consideración las
peculiaridades, semejanzas y diferencias existentes entre ellos y
nosotros. Parece indispensable una nueva división territorial, pensada
en base al esquema a instituirse y una modificación sustancial en la
composición, tareas y competencias del Poder Legislativo.
Con relación a la división
territorial, es más que necesario reducir el excesivo número de Estados,
el cual no debería superar al resultante del estudio que hace algunos
años elaboraron expertos sobre la regionalización en Venezuela. Valga
recordar que nunca en toda su larga historia nuestro país ha tenido
tantos Estados como los reconocidos hoy día, por ejemplo la Constitución
promulgada el 27 de abril de 1881 dividía a Venezuela en nueve Estados
(de Oriente, Guzmán Blanco, Carabobo, Sur de Occidente, Norte de
Occidente, Los Andes, Bolívar, Zulia y Falcón) la cual se mantendrá casi
invariable por el tiempo de veinte años. La Constitución que se sanciona
el veintisiete de abril de 1904 trae la siguiente división territorial:
trece Estados (Aragua, Bermúdez, Bolívar, Carabobo, Falcón, Guárico,
Lara, Mérida, Miranda, Táchira, Trujillo, Zamora y Zulia), el Distrito
Federal (al cual se da una mayor extensión y queda integrado por los
Departamentos: Libertador, Vargas, Guaicaipuro, Sucre y la Isla de
Margarita) y cinco territorios federales (Amazonas, Colón, Cristóbal
Colón, Delta Amacuro y Yuruary). Esta división durará cinco años.
En lo que respecta al Poder
Legislativo, parece impropio no pensar en sustanciales modificaciones,
en cuanto a su composición y atribuciones. El Congreso Nacional
venezolano lo conforman actualmente unos doscientos cincuenta
legisladores principales (se podría decir que es algo así como la mitad
del número del parlamento norteamericano; pero Estados Unidos tanto en
territorio como en población supera por más de diez veces las cifras
venezolanas), y será mayor si en el futuro inmediato se mantiene la
proporción del cálculo en base a la población total. El nuevo Congreso
Federal, en cuanto al número de sus integrantes no debería superar el
centenar y sus atribuciones, evidentemente, no pueden continuar siendo
las mismas. A las asambleas legislativas regionales es preciso
demarcarles sus atribuciones en el nuevo esquema. Muchas veces se ha
criticado lo crecido del número de sus integrantes. El exceso siempre
produce rendimientos decrecientes, improductividad e ineficiencia; por
lo tanto una asamblea debería estar constituida por un representante de
cada municipio autónomo que conforme la región, más los adicionales para
corregir la disparidad poblacional existente entre los mismos.
Los cambios deberían responder a
sinceros deseos de mejoramiento para toda la sociedad y no a caprichos o
circunstancias pasajeras. Apropiándose de las sabias palabras dichas por
nuestro Libertador, se puede repetir que en la elaboración de la
Constitución Federal se consultó más “el espíritu de las provincias, que
la idea sólida de formar una república indivisible”.
(Fue publicado en el
diario El Universal, Caracas, jueves 25 de febrero de 1993,
página 1-5)
REELECCIÓN, ELECCIÓN Y CAMBIO
El proceso electoral efectuado debería ser la
oportunidad de iniciar el cambio que, de tanto ser pregonado por quienes
conforman la opinión pública, da la impresión de que era una cosa
esperada por la gran mayoría y conveniente para Venezuela; sin embargo,
me cuento entre los convencidos de la presencia de una gran confusión en
cuanto al tipo y magnitud del cambio que necesita operarse en nuestra
patria para emprender un camino seguro de superación y progreso general.
No se requiere simplemente una sustitución de
la persona del Presidente ya sea del Poder Ejecutivo, Legislativo o
Judicial. Debe ser algo más. También deben ser sustituidos todos los
demás funcionarios que no hayan cumplido en forma productiva con el
desempeño y responsabilidades para los cuales fueron encomendados. Se
hace obligante reconocer que el Poder Legislativo tanto nacional como a
los demás niveles se ha caracterizado por una ineficiencia e incapacidad
tan marcada que es un lugar común destacar las fallas e irregularidades
de nuestros instrumentos legales. La vocinglería y pantallerismo de
muchos congresistas o asambleístas ha reemplazado la elaboración de
nuevas leyes o modernización y mejoramiento de las obsoletas o poco
funcionales en la Venezuela actual; cuestión esta que nos luce de
primera importancia en el orden de prioridades que debería guiar la
labor de los legisladores. Es en verdad deprimente oír lamentaciones por
la carencia o defectos de las leyes, en boca de funcionarios que están o
esperan formar parte de la nómina de legisladores jubilados.
Estoy persuadido de que cuando nosotros, los
habitantes de “esta tierra de gracia” asumamos el compromiso de ser más
eficientes, productivos y responsables en la búsqueda del bienestar para
la colectividad, aminorando la dependencia del resto del mundo,
estaremos en el sendero que con seguridad nos llevará a la construcción
de un país del cual estarán orgullosos nuestros descendientes. Por lo
tanto, el cambio necesario debe comenzar a operarse en nosotros mismos,
en modificar la óptica que ha regido el comportamiento personal hasta el
presente. Practiquémosnos, sin poses preconcebidas, un examen
introspectivo que permita elevar la autoestima y reducir la admiración
por lo ajeno.
La reelección debe ser algo así como un
premio al funcionario que ha satisfecho las expectativas creadas al
momento de llevarlo por primera vez a una posición; pero no debería ser
recibida por el sujeto beneficiario de la misma como oportunidad para
regodearse y buscar justificaciones que lo hagan sentirse relevado de la
obligación de cumplir cabalmente una misión positiva. Los electores
debemos ser cuidadosos y pensar en el futuro de la patria, teniendo bien
claro las consecuencias perniciosas que caerían sobre todos a causa de
una equivocación de nuestra parte. Es verdaderamente injusto premiar con
la reelección a quienes no supieron cumplir sus compromisos. Por
ejemplo, muchos legisladores durante el período que culmina
desaprovecharon la oportunidad de sancionar buenas leyes, hasta el
extremo que demostraron su impotencia al tener que delegar en un
ejecutivo provisional y con tiempo extremadamente escaso, las delicadas
funciones que le están asignadas por la Constitución Nacional.
Resulta por demás lamentable que, sabiéndose
la improductividad y los rendimientos decrecientes ocasionados por el
número excesivo de miembros principales en el Poder Legislativo, no se
haya acordado reducir (por ejemplo a un centenar) la cifra de
parlamentarios en el Congreso Nacional. Esa nómina aceleradamente
creciente de legisladores activos y jubilados representa una absorción
de recursos presupuestarios de tal magnitud que también contribuirá a
dificultar la aspirada reducción de los gastos corrientes del sector
público. Parecida es la reflexión, cuando pensamos en las asambleas
legislativas o en los niveles del Poder Municipal.
El momento es por demás propicio para colocar
a Venezuela en rumbo hacia el progreso y bienestar colectivo. A cada uno
de nosotros correspondió con la fuerza de su voto y el comportamiento
ejemplar, sereno y responsable, ayudar a nuestra patria a salir del
atolladero en que actualmente se encuentra y conducirla hasta el nivel
que se merece en razón a sus recursos y el bagaje trascendental de su
historia.
(Fue publicado en el
diario El Universal, Caracas, miércoles 29 de diciembre de 1993,
página 1-5)
Uno de los personajes del 19 de abril de 1810:
EL CANÓNIGO CORTÉS DE MADARIAGA EN LA GUAIRA
Estamos en 1997 a ciento noventa
y cinco años de un momento trascendente en la historia religiosa y
política de Venezuela, como resultó ser la fijación de residencia en
nuestro país de un singular sacerdote y doctor en los derechos Civil y
Canónico, que había nacido en Santiago de Chile el 8 de julio de 1766
hijo de Francisco Cortés Cartavia y de doña Mercedes Madariaga y Lecuna.
Estudió en el Seminario de su lugar natal, ordenado sacerdote en 1788 y
doctorado en la Universidad de San Felipe (Chile).
El sacerdote chileno, Dr. Don
José Cortés de Madariaga, llegó a La Guaira a último de agosto de 1802
procedente de España, desde donde había embarcado el doce de abril de
ese año, con el nombramiento otorgado en una Real Cédula fechada el 17
de agosto de 1800 para el cargo de Canónigo de la Santa Iglesia Catedral
de Santiago de Chile; pero no habiendo podido arribar a su destino el
barco que lo conducía se vio obligado, por contrariedad de los vientos,
a hacerlo en este puerto venezolano. Así lo participa al Obispo, el
doctor Manuel Vicente Maya, Cura Rector de la Iglesia de dicho Puerto,
en escrito fechado el 19 de septiembre de 1802, en el que también
informa que el citado doctor Cortés de Madariaga no ha presentado sus
credenciales, ni celebrado en todo ese tiempo, pero por su trato parece
sujeto de mucho juicio y habilidad.
El doctor Maya expresa que ya le
ha insinuado la conveniencia de presentarse personalmente en Caracas
ante la máxima autoridad eclesiástica y el doctor Cortés Madariaga le ha
respondido que lo hará. Sin embargo transcurren los días y en el palacio
del Obispado no se registraba la visita ni noticias que directamente
hiciera el citado personaje.
El 24 de septiembre de 1802 el
Obispo participa al Vicario Foráneo de La Guaira que no ha recibido nada
del Padre Cortés de Madariaga y por lo tanto corresponderá al Padre Maya
procurar hacerle alguna demostración prudente de su falta, y
expresamente le instruye que en caso de que pretenda celebrar le hará
ver que ya en él como Vicario ha cesado la facultad de permitírselo por
estar limitado sólo al tiempo suficiente mientras ocurría a oficina de
la Curia, según lo dispuesto en la constitución de este Obispado. Cuando
ya había pasado más de un mes de la permanencia en el pueblo del Puerto
de La Guaira, del citado sacerdote chileno, el 6 de octubre de 1802, el
doctor Maya participa al Obispo que el doctor don José Cortés de
Madariaga le ha contestado que no ejecutó lo sugerido al principio
“porque pensaba el Capitán del barco seguir otra vez su destinmo, en
cuyo caso apenas habría de permanecer aquí muy pocos días; pero que
después de variada aquella primera determinación concibió desde luego la
de pasar en persona a presentarse a V.S.I., que de un día para otro por
varios accidentes se ha ido difiriendo; pero el lunes próximo tendrá el
honor de besar la mano de V.S.I., mediante el favor de Dios. Entre tanto
él no ha celebrado, ni lo ha pretendido, por cuyo motivo no se ha
llegado la ocasión de hacerle ver la licencia concedida al efecto por
V.S.I”. (Este documento se conserva en la Sección de Parroquias del
Archivo Arquidiocesano de Caracas).
El Padre Cortés de Madariaga,
como queda dicho en los párrafos anteriores, permaneció en La Guaira
todo el mes de septiembre y buena parte de octubre. Aunque no tiene en
ese tiempo ningún desempeño pastoral, sí tuvo la oportunidad de hacer
relaciones personales y demostrar sus dotes y bien cultivada
inteligencia. Quebrantos de salud le retrasaban su aspiración de seguir
hacia su tierra natal, por lo que llega a la conclusión de fijar
residencia permanente en nuestro territorio. En la Catedral de Caracas
estaba vacante una Canongía desde el fallecimiento, en noviembre de
1802, del señor doctor don Pedro de Jesús Paredes, quien había tomado
posesión el 4 de julio de 1801 porque su predecesor inmediato en el
cargo, el doctor Domingo Lander, fue designado en la dignidad de
Tesorero. El Rey accedió a otorgarle este cargo, anulándose el
nombramiento que antes se le había dado para la Canongía en Santiago de
Chile. El Cabildo Eclesiástico de Caracas da cuenta el 28 de junio de
1803 del nombramiento, la colación, profesión de fe, juramento y toma de
posesión de la ya citada Canongía.
El desempeño sacerdotal del padre José Cortés
de Madariaga en nuestro país no fue sobresaliente, desde el punto de
vista enteramente religioso, dándose como justificación las afecciones
de su estado de salud. Pero políticamente tuvo una figuración de primer
orden en los acontecimientos del 19 de abril de 1810. Formará parte de
la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII como
representante del Clero. Por disposición de dicha Junta el 21 de
diciembre de 1810, viajará a Nueva Granada a una Misión Diplomática ante
el gobierno de aquel Estado presidido por Jorge Tadeo Lozano. En mayo de
1811 firmará en Bogotá un Tratado de Alianza y Federación entre
Cundinamarca y Venezuela. Desempeñará otras varias funciones hasta 1812,
cuando es egresado, junto con otros destacados y meritorios patriotas.
Nuevamente será visto el Padre Cortés de Madariaga en La Guaira, puesto
que será remitido a España y de allí a un presidio en África de donde
logra fugarse y encontrar protección de los británicos.
La Canongía
en la Catedral caraqueña que le había sido asignada al Padre Cortés de
Madariaga quedará sin titular durante varios años. El Cabildo
Eclesiástico de Caracas acuerda primero considerarle ausencia
injustificada, luego el 30 de junio de 1817 el Gobernador del
Arzobispado declara vacante la Canongía de la Merced en la Iglesia
Metropolitana y dos años más tarde, el 6 de junio de 1819, se nombra
como nuevo titular al benemérito Justo Buroz.
El Padre José Cortés Madariaga
tendrá una agitada vida, compartiendo sus ideales religiosos con los
postulados de libertad e igualdad política en nuestro Continente hasta
el final de su vida terrena. Precisamente, el 26 de marzo de 1826 la
Gaceta de Colombia da la noticia de su muerte ocurrida en Río Hacha,
Colombia.
(Fue publicado en el
diario Abril, Caracas, 18 de abril de 1997, página 6)
A 200 años de su movimiento revolucionario:
EL PÁRROCO DE LA GUAIRA JUNTO CON GUAL Y ESPAÑA
Se está cumpliendo el segundo
centenario de un acontecimiento de trascendental importancia para la
historia venezolana y la consolidación de nuestra nacionalidad,
representada en el que ha sido reconocido como el principal gesto
independentista registrado hasta ese entonces, en las colonias
americanas. Precisamente en el mes de julio de 1797 fue descubierto el
movimiento revolucionario que encabezaban don Manuel Gual, capitán
retirado del Batallón Veterano de Caracas, y don José María España,
Justicia Mayor de Macuto, ambos naturales y residentes de La Guaira,
como consecuencia de la delación que hacen ante el gobernador y capitán
general, don Pedro Carbonell, tres barberos de oficio nombrados
Francisco Javier León, Juan José Chirinos y Juan Antonio Ponte,
aconsejados por el doctor Juan Vicente Echeverría y don Domingo Lander.
Las autoridades coloniales
desataron una feroz persecución y captura de todos los conjurados y los
considerados como cómplices. Además de don Manuel Gual (hijo de don
Mateo Gual y doña Josefa Inés Curvelo) y don José María España (hijo de
don José de España y doña Ana Astasia Rodríguez), otros cinco fueron
también condenados a muerte y ejecutados en La Guaira y Caracas. Los
demás a presidio, destierro, multas, confiscaciones, etc., siendo de
notar de que entre los comprometidos en la Revolución había 25 europeos,
49 criollos, eran 39 blancos y 33 de color (no considerado a los dos
señores cabecillas del movimiento), en cuanto a sus ocupaciones se
tenían 13 oficiales, sargentos, cabos y soldados del Batallón Veterano,
2 oficiales ingenieros, 28 de milicias, 6 empleados de rentas, 23
vecinos y artesanos y dos eclesiásticos.
En el contenido de las
“Ordenanzas” elaboradas para ese movimiento emancipador, se referían
aspectos religiosos de importancia. (Por ejemplo, citaré dos de ellas:
“11 –Todos los eclesiásticos, iglesias y comunidades de religiones y
religiosos gozarán sus rentas como antes de la Revolución… 13 –Serán
tratados con respecto y veneración los Templos, las Imágenes de
Jesucristo, María Santísima y los Santos, y todos los sacerdotes, contra
los cuales, cualesquiera insulto será castigado de rigor”). Ello pone de
relieve la participación influyente de los presbíteros Juan Agustín
González Tello, cura párroco de La Guaira y del Capellán don Tomás
Sandoval. Por eso serán sentenciados el primero de junio de 1799,
confiscándosele sus bienes y su expulsión y extrañamiento perpetuo a
España, principalmente el primero de los curas nombrados.
El citado padre González Tello
ejercía como cura párroco titular de La Guaira desde el segundo semestre
de 1795 (cuando recibió esa Iglesia de manos del presbítero don Domingo
de Lugo, quien había venido desempeñándose como cuta interino), por
cuanto había ganado el concurso realizado el 5 de enero de 1795 para
cubrir la vacante existente en la Iglesia Parroquial del Puerto de La
Guaira, luego que su titular, el doctor Baltasar Marrero, fuera
promovido para la Iglesia de La Candelaria en Caracas. Desempeñará
cumplidamente hasta julio de 1797, cuando será suspendido de sus
actividades y recayendo esa responsabilidad parroquial en el doctor
Manuel Vicente Maya, como Cura Coadjutor. Éste pasará a ser titular a
partir de junio de 1799, al confirmarse la ejecución de la sentencia
condenatoria para el padre Juan Agustín González Tello por su activa
participación en el insigne movimiento revolucionario de Gual y España.
El presbítero y doctor Juan
Agustín González Tello había nacido en el pueblo de La Victoria el año
de 1750. Estudió en la Universidad y obtuvo los grados de Bachiller en
Filosofía, y en Derecho Civil, y el de doctor en Cánones. Sirvió
interinamente la Cátedra de Leyes. Había sido encomendado en varios
asuntos del Tribunal Eclesiástico y del Santo Oficio. Ejerció por tiempo
de cinco años los Ministerios de Subdiaconado y Diaconado en las
iglesias de los conventos de religiosas de la ciudad de Caracas. El 29
de mayo de 1779 se le confirió el sacro Presbiterado y desde entonces
obtiene Licencia de Confesar y Predicar. Coadyuvó en tiempo de peste al
cura del pueblo El Valle en la administración de los Sacramentos. El 15
de febrero de 1780 fue nombrado Cura Coadjutor del Pueblo de Güigüe y
sirvió cumplidamente el Curato hasta el 9 de agosto de 1784, habiendo
también contribuido con sus rentas para algunos adornos y alhajas de
aquella Iglesia. El 29 de noviembre del mismo año se le confirió en
propiedad el Curato del Pueblo de San Rafael de Orituco y lo atendió
hasta el 2 de marzo de 1790 en que fue promovido al pueblo de El
Sombrero, donde permanecía para el momento de la provisión de la vacante
en La Guaira.
El padre Juan Agustín González
Tello, tuvo un ejercicio de corta duración en la parroquia guaireña,
pero a doscientos años de la tentativa emancipadora encabezada por los
excelsos patriotas Gual y España, se mantiene vigente en la memoria de
los venezolanos amantes de la justicia y la verdad.
(Fue publicado en el
diario Abril, Caracas, 6 de junio de 1997, página 6)
LA GUERRA A MUERTE EN MAMPORAL
El coronel Juan Bautista Arismendi,
quien había llegado a Caracas en los primeros días de noviembre de 1813,
a principios de diciembre fue nombrado Gobernador militar de la ciudad
de Caracas por ausencia del general José Félix Rivas; inmediatamente
recibió orden de marchar a Barlovento con una columna de hombres para
reforzar las acciones del Teniente Coronel Francisco Bolívar
Aristiguieta, el cual había sido enviado en septiembre de ese año a
cooperar con algunas unidades de las Tropas de Oriente contra partidas
de realistas que operaban en los pueblos de Panaquire, Mamporal, Río
Chico y otros de la zona. Había sucedido que, aprovechando la salida de
las tropas hacia el Guárico, el occidente y el sitio de Puerto Cabello,
estalló la rebelión denominada de los esclavos en los valles del Tuy y
Barlovento, atizada por gran número de españoles.
Valga recordar que también en noviembre
había sido destacado el Comandante Manuel Echandia con un campo volante
hacia Ocumare a perseguir unas facciones alzadas. En la población de
Santa lucía se reunieron las fuerzas comandadas por Arismendi y Echandia
y siguieron adelante. Frente a Panaquire, a tres leguas de Caucagua, se
dio un combate sangriento en la hacienda Moreno, resultando un fracaso
para las fuerzas patriotas que se ven obligadas a huir ante la
resistencia y acometidas de los realistas barloventeños capitaneados por
Juan José Navarro (joven bizarro hijo de don Silverio Galarraga),
secundado por el hacendado Francisco Molinar y con Triano que mandaba la
artillería. Ese descalabro alborotará en lo sucesivo las ansias de
venganza en el Comandante Arismendi, que se reflejará en los actos de
crueldad y desolación que caracterizarían su campaña en la zona
barloventeña.
Los pobladores del caserío y valle de
Mamporal habían experimentado, en tiempo pasado, las graves y dolorosas
consecuencias originadas por la revolución de los curieperos, también
los efectos de la entrada de Monteverde, al igual que las represalias y
enfrentamientos como reacción a los alzamientos iniciados el 24 de junio
de 1812 y del 10 de septiembre de 1813, con escenario en la región de
Barlovento. Estos últimos movimientos citados fueron sofocados por el
comandante Francisco Montilla.
A la llegada, a mediados del mes de
diciembre de 1813, del coronel Juan Bautista Arismendi con sus
aguerridas tropas, los habitantes de Mamporal no presentan un frente
para la batalla; pero tampoco responden favorablemente a las demandas
del grupo combatiente, por cuanto se los imposibilitaba la situación de
penuria y empobrecimiento que se vivía en la comarca, derivada de la
constante agitación, las malas y menores cosechas de cacao de los
últimos años. De todos modos, como de buena parte de sus habitantes se
sabía que eran afectos a la causa del Rey, se exacerban en mayor grado
las ansias de venganza destructora y la crueldad de las tropas que han
llegado.
La suerte de Mamporal será peor a las de
algunos otros poblados y a todas sus casas las abrazará el fuego
intencional. La población estará obligada a dispersarse y huir
despavorida. El sacerdote titular, Presbítero don Juan Pedro Velásquez,
quien para ese momento también ejercía un interinato en la parroquia de
Jesús, María y José se refugiará, con las imágenes religiosas y algunas
pertenencias del templo mamporaleño, en la iglesia del cercano pueblo de
Tacarigua. Desde allí y de otros lugares en los que será ahora su
ineludible peregrinar, escribirá memoriales de información sobre tales
particulares.
El 26 de diciembre de 1813, tal como fue
publicado en la Gaceta de Caracas, regresaba el coronel Juan Bautista
Arismendi con sus quinientos hombres proclamando haber hecho desaparecer
la facción que alteró la paz en Barlovento, quedando ahora tranquilos
los pueblos de Panaquire, Mamporal, Río Chico y demás de aquella
jurisdicción. Vale señalar sobre este asunto que, precisamente, un
Boletín del Ejército Libertador firmado por el Mayor General Tomás
Montilla, Secretario de Guerra, con fecha 11 de enero de 1814, daba
cuenta que en los valles de Macayra, Mamporal y Río Chico “ha habido
movimientos fomentados por Canarios, y cuyo resultado ha sido el
suplicio de más de cien bandidos. El coronel Arismendi y las tropas que
estaban a sus órdenes, han disipado esta facción”.
El paso de la Guerra a Muerte con las
tropas capitaneadas por el Coronel Juan Bautista Arismendi, significó la
conversión en cenizas a las casas que conformaban el pueblo y el templo
parroquial de Mamporal; igualmente la dispersión momentánea de sus
laboriosos habitantes. Por ejemplo, para el año 1812 la población de
Mamporal totalizaba 531 personas y estaba conformada por 43 blancos, 47
indios, 189 pardos libres, 54 negros libres y 228 esclavos. Según el
censo que firma el párroco Juan Pedro Velásquez, el 3 de junio de 1813
se había reducido en más de la mitad y solamente llegaba a doscientos
cuarenta habitantes, discriminados en: 25 españoles, 29 indios, 26
mestizos y 157 para las demás castas.
Cuando concluye el largo período del
desastre representado por la llamada Guerra a Muerte, comienza
verdaderamente el renacer de Mamporal con sus calles, casas habitadas y
su animada vida pueblerina. Es así que para el año 1818 registra un
total de trescientas dieciocho personas en los cuales se encuentran 11
españoles, 7 indios, 82 pardos libres, 15 negros libres, y 203 esclavos
que constituyen la feligresía de Mamporal declarada por don Juan Pedro
Velásquez, su párroco titular desde el mes de agosto de 1804.
(Fue publicado en el diario La
Religión, Caracas, sábado 2 de febrero de 2002, página 10)
LA GUERRA FEDERAL EN
MAMPORAL
A la Guerra Federal (también designada “Guerra Larga”, “Guerra de los
cinco años” o “Revolución Federal”), le es reconocido su inicio el día
domingo 20 de febrero de 1859 cuando el comandante Tirso Salaverría,
seguido de cuarenta hombres, asalta con éxito el cuartel de la ciudad de
Coro, se apodera de novecientos fusiles y lanza el “Grito de la
Federación”. Su culminación es el 24 de abril de 1863, fecha en que el
general Antonio Guzmán Blanco, Jefe de los Ejércitos Federales del
Centro, en nombre de Falcón, se entrevista en la localidad de Coche (en
las cercanías de Caracas) con el doctor Pedro José Rojas, delegado de
Páez, firman el llamado “Tratado de Coche” donde convienen en reunir una
Asamblea, ante la cual renunciará Páez, y Falcón asumirá el mando. (El
17 de junio se reúne dicha Asamblea en La Victoria y el 24 de julio el
general federalista Juan Crisóstomo Falcón entra triunfalmente en
Caracas y es electo Presidente de la República).
La señalada como Revolución Federal fue esencialmente una guerra de
guerrillas que dejó una secuela de pobreza y descomposición social.
Cuando sus actores ejercen el gobierno no logran corregir muchas de las
fallas precedentes ni satisfacer las expectativas de bienestar colectivo
que tanto se esperaban. Por eso es que el general federalista José
Loreto Arismendi (1825-1870) se quejaba, tiempo después, diciendo:
“...luchamos cinco años para sustituir Ladrones por Ladrones, Tiranos
por Tiranos...”
Buena parte del territorio nacional fue escenario de la acción bélica
(aunque regiones enteras como los Andes, Guayana y el Zulia se
mantuvieron al margen de la lucha). En esta oportunidad circunscribiré
las referencias a los acontecimientos registrados, especialmente, en la
jurisdicción territorial del actual Municipio Autónomo Buroz (Mamporal)
del Estado Miranda, localizado en el centro de la región barloventeña.
Por cierto que los Valles del Tuy y Barlovento estarán involucrados
desde el principio en la Guerra Federal, porque muchos de los
insurrectos caraqueños de los primeros días de marzo de 1858 (los cuales
se confundirán luego entre los federalistas) se habían desplazado hacia
aquellas regiones para aprovechar el descontento e incorporar a los
pobladores en sus planes políticos. Los enfrentamientos bélicos
escenificados en territorios de Barlovento y los Valles del Tuy se
incrementarán con las consecuencias de los sucesos, registrados en
Caracas el 2 de agosto de 1859, conocidos popularmente como “la
sampablera”; porque en Barlovento, en esos momentos, el federalista
coronel Pedro Tomás Lander contaba con un cuerpo de más de mil hombres.
Valga recordar que entre los días 16 y 26 de enero de 1859 fuerzas del
gobierno, de las destacadas para someter a los movimientos de
insurrección existentes en Barlovento, al mando de Rafael Capó, Jorge
Southerland (quien se enseñoreará con propiedades, haciendas y trapiche
en tierras situadas en la jurisdicción de Mamporal atravesadas por el
camino real que llevaba hacia Río Chico) y Eduardo Madriz, se adueñaron
primero de Río Chico, luego de Mamporal y Tacarigua; pero seguidamente
abandonaron los territorios de dichos poblados ante el inminente peligro
que significaba la arremetida de los grupos revolucionarios que
respondían a las instrucciones del coronel Pedro Tomás Lander, quien
será un connotado jefe federalista (y en su honor fue rebautizado el
anterior Distrito Ocumare y luego Distrito Ibarra del Estado Miranda).
En los años de la Guerra Federal se repiten los momentos de
intranquilidad. Las reclutas inmisericordes que ponen en práctica tanto
los grupos defensores del gobierno como los opositores, sobre los
pacíficos y laboriosos pobladores de Mamporal y de las otras comarcas;
tienen sus efectos inmediatos en el obligado descuido a las actividades
productivas, en la disminución y dispersión de la población y,
consecuencialmente, en la pobreza y desmejoramiento del nivel de vida.
Por ejemplo, merece destacarse la gran perturbación que se vive en los
meses de agosto, septiembre y octubre de 1859 en el territorio
mamporaleño; ya que se hacen sentir las consecuencias de los
enfrentamientos armados registrados, principalmente, en jurisdicción de
Higuerote y Curiepe. Tal como registra Lisandro Alvarado, en su Historia
de la Revolución Federal en Venezuela, “las formidables posiciones de
los Reventones donde se mantuvieron Miguel Acevedo y Pedro Tomás Lander,
fueron asaltadas por los comandantes Jorge Southerland, José Echezuría y
Pedro Vallenilla, viéndose urgidos los federalistas a retirarse a
Higuerote y Río Chico, donde Pedro Tomás Lander pudo aún oponer unos mil
hombres” (pág. 208).
Precisamente, el 8 de septiembre fue ocupado Higuerote por la Columna
Barlovento del comandante Manuel Maria Garrido, quien estará acompañado
de los comandantes Juan N. Llamosas, Cecilio González y la goleta
“Constitución” del capitán Arocha. El día 13 tienen que enfrentar los
ataques de los revolucionarios mandados por Pedro Tomás Lander, Miguel
Acevedo, José Rafael Pacheco, Silverio Galárraga, Antonio Bello, Tomás
Paz Castillo y otros. Fue un intenso combate, también un triunfo para
las fuerzas del gobierno y al abandonar, los federalistas, el campo y
emprender la huida hacia Barcelona, atravesando las tierras de Mamporal,
habían sufrido treinta y cuatro muertos, entre ellos el capitán Valentín
Escalona, el teniente José Miguel Miranda y buen número de heridos. Las
fuerzas del gobierno, por su parte, tuvieron seis muertos de tropa y
cuarenta y seis heridos entre los que se hallaban los capitanes Ricardo
Silva y Manuel Martel; el teniente Jesús Hernández y los subtenientes
José Antonio González, Evaristo Ruiz y José Antonio Espinoza; como lo
describe Francisco González Guinán en su monumental Historia
Contemporánea de Venezuela.
El pueblo de Mamporal, fundado el 16 de enero de 1738, soportará los
dolores causados por el despojo de bienes, animales y riqueza; al igual
como experimentaron muchos otros poblados durante los años de la Guerra
Federal; pero esta vez no serán comparables a los padecimientos vividos
por los mamporaleños, ya casi medio siglo antes, en la plenitud del
tiempo de la Guerra a Muerte.
Ahora se salvó del fuego destructor y de las cenizas que dejaban tras su
paso las guerrillas de la Revolución Federal. Esto es significativo y
contribuye a que Mamporal no sienta retroceso en su posición dentro de
la división territorial del país. En efecto, es después del triunfo de
la Guerra Federal cuando Mamporal vuelve nuevamente a su categoría de
Parroquia y, conjuntamente con las de Tacarigua, Zamora y Sotillo
conformará el Distrito Acevedo del Estado Bolívar (por cierto que ésta
entidad, a partir del 23 de diciembre de 1889 se llamará Estado
Miranda).
(Fue publicado en el diario La
Religión, Caracas, lunes 5 de agosto de 2002, página 2)
LA HEROÍNA EULALIA BUROZ EN
MAMPORAL
El sábado 13 de diciembre de 1975
deberá ser una fecha para el recuerdo por el extraordinario significado
que tiene el acto que en ese día celebramos. Siempre el retorno a casa
de un hijo ausente es motivo de alegría, entonces ¿qué inmenso debe ser
el alborozo ahora cuando presenciamos el regreso esperado por
generaciones tras generaciones de mamporaleños? Ahora bien, a la razón
antes señalada es preciso añadir las gratas circunstancias que han hecho
posible la realización del presente acontecimiento en dicha fecha, como
lo es el gesto magnánimo del destacado escultor Ramón Quintero Roldán.
El tener en su plaza de Mamporal
un monumento representativo de la excepcional heroína de los tiempos de
la independencia nacional deberá convertirse en una ventana propicia que
permita a los habitantes de este Pueblo proyectar las posibilidades de
la grandeza futura y renovar continuamente el compromiso de llevar a
Mamporal a mejor plano de bienestar, de cultura y de progreso. Porque
ocurre que estamos presenciando en los últimos años el despertar de
Mamporal; pero no debemos sentirnos satisfechos y en actitud
contemplativa regodearnos de ese crecimiento explosivo. A ese mayor
número de casas y de almas estamos en la obligación de acompañar nuestro
empeño consciente de unir voluntades con el propósito de encaminar a
Mamporal hacia los sitiales de brillo ocupados en épocas pretéritas.
No hay duda que a ello nos
ayudará la presencia de Eulalia Buroz quien nació unos cuarenta y dos
años después de la elevación de Mamporal a la categoría de Presbiterio
Secular. Es decir. Considerando que Eulalia Buroz viene al mundo a
finales del siglo XVIII cuando nuestro pueblo vivía una etapa de
crecimiento acelerado y que durante los veintiún años que ella vive
logra elevarse a los más altos niveles de grandeza, representa el
prototipo al cual en forma casi obligada convergerán las miradas de los
mamporaleños.
Resulta sorprendente imaginar la vida
de nuestra heroína: es la última de los seis hijos del matrimonio
formado por Francisco Antonio Ramos González y Maria Isabel Sánchez
Romero, nacida en el pueblo de Mamporal el 12 de febrero de 1796 contrae
matrimonio cuando apenas sobrepasaba los dieciséis años con un joven de
la localidad llamado Juan José Velásquez pero los azares de la guerra
por la independencia y su profundo sentir de patriota le Imposibilitan
llevar una vida tranquila y sedentaria. Todo lo deja en la certeza de
que “quien lo deja todo por un ideal superior nada pierde y gana todo
cuanto le consagra”. En 1813 está en Caracas viviendo en el hogar de
los esposos Capitán Evaristo Buroz y doña Josefa Antonia Tovar y Bañes y
desplegando sobresalientes labores en beneficio de la causa de la
revolución americana junto con los integrantes de la familia Buroz. El
año siguiente pasa por Mamporal formando parte de la triste emigración
hacia las regiones del oriente del país que ordena Bolívar. Seguidamente
peregrinará por Cartagena y las Islas Antillanas, retornando a Venezuela
en 1815 y ser lacerada por la noticia de la deplorable suerte corrida
por su esposo el Oficial republicano Juan José Velásquez. Se casará
nuevamente en 1816, ahora con el Coronel Charles Chamberlain, Edecán del
Libertador, pero tampoco vivirá momentos de reposo ya que no podrá
separarse de las contingencias de la guerra que la envuelve y porque
además el destino la acercaba en forma presurosa al momento culminante
de su heroicidad. Esa ocasión llega el día 7 de abril de 1817 cuando los
patriotas no pueden resistir al ataque inclemente de los realistas. Ante
el pánico, confusión y lamentaciones que reinaban en el antiguo convento
de los franciscanos, de Barcelona, improvisado como fortaleza, se
desplaza solícita la extraordinaria belleza y valentía de los veintiún
años de edad de esta ejemplar mamporaleña, socorriendo a los necesitados
y tratando de impartir ejemplo de serenidad y sosiego en esos cruciales
momentos. Su esposo que convalecía de la herida resultante de un
anterior combate, muere de un tiro de su propia pistola. Entre el fragor
del combate se abre paso Eulalia Buroz armada de pistola y de su gran
arrojo. Muere en un acto de sublimidad heroica y es desgarrador su final
físico pero su grandeza crece con los años como esas cumbres que parecen
más elevadas sobre el horizonte a medida que uno se aleja más de ellas.
Sean estas pocas pinceladas parte del cuadro más completo que muestre la
figura de la heroína por antonomasia del trágico y deplorable suceso de
la Casa Fuerte de Barcelona, la mamporaleña inmortal doña Eulalia Buroz.
(Fue publicado en
diario El Universal, Caracas, viernes, 19 de diciembre de 1975.
página 1-5, año LXVI.- Nº23893)
EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR EN
SU PLAZA DE MAMPORAL.
Verdaderamente el acto que ahora
se está llevando a cabo, tiene una significativa importancia para el
pueblo de Mamporal y sus habitantes, quienes con sus ojos bien abiertos
y fija las miradas ven descorrerse el lienzo que deja al descubierto una
representación en material perdurable y gran tamaño que se levanta sobre
un alto pedestal, simbolizando la gallarda figura en pie y sosteniendo
su espada invencible, del excelso Libertador Simón Bolívar.
Desde hace tres décadas la plaza
principal de nuestro pueblo ostentaba la estatua del Libertador y Padre
de las repúblicas de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. En
estos años Mamporal ha crecido en tamaño e importancia; por eso nos
impacientaba el ferviente deseo de ver crecer la estatua de Bolívar. Hoy
nos complace admirar esta grandilocuente representación y aplaudimos con
alborozo y reconocimiento la empeñosa labor desplegada por nuestro
Alcalde, señor Elpidio Echenique y demás integrantes del Consejo
Municipal, con lo cual cumple ahora cabalmente una promesa expresada en
año anterior.
Universalmente se destaca la
inmensidad de la figura del Libertador Simón Bolívar. Inclusive desde
los propios días de su existencia física ya había adquirido
reconocimiento en la literatura, en la pintura, en la misma música, en
la poesía, en la numismática, además en la historia y en la ciencia de
la polito logia. En cuanto a representaciones escultóricas, valga
recordar que mientras vivía el héroe comenzó el interés por erigirlas
pero no llegan a ser realidad por la oposición que él mismo manifestara.
Entre 1832 y 1836 el escultor
italiano Pietro Tenerani elaboró tres bustos de Bolívar, ordenados por
Tomás Cipriano de Mosquera, colombiano de la Nueva Granada, y la primera
estatua de Bolívar, realizada en Bronce, de cuerpo entero, de pié y
sosteniendo su espada, que se inaugura en tierra americana fue erigida,
en 1846, en la Plaza Bolívar de Bogotá. Dicha estatua fue ordenada, en
el año de 1843, al escultor Tenerani por don José Ignacio París, quien
la pensaba colocar en la entrada de la Quinta de Bolívar como manera de
retener la presencia del héroe que habría sido su amigo y protector.
Anterior a esa fecha es el monumento que se encuentra en la Plaza de
Armas de Santiago de Chile, el cual data de 1827, en cuyo pedestal está
un medallón donde se representa la efigie de Bolívar.
En Venezuela, la erección de un
monumento a Bolívar, está implícita a las iniciativas del general José
Antonio Páez, en 1838 y 1842; en la del prócer general Carlos
Soublette, cuando era Vice-Presidente de la República en 1839; y en la
del Congreso de Venezuela en 1842. El escultor Prietro Tenerani tardará
unos catorce años en realizarla, puesto que la obra no estará terminada
hasta 1851, representando a Bolívar de pié y en actitud apacible.
Originalmente se colocó en la Catedral de Caracas (en el lugar donde
reposaban sus restos desde diciembre de 1842 cuando fueron traídos desde
la ciudad colombiana de Santa Marta) y más tarde se trasladó al Panteón
Nacional. La segunda estatua de Bolívar que se levanta en Venezuela será
en 1869, con contribuciones de vecinos de Guayana y del Orinoco, y fue
erigida en Ciudad Bolívar, la antigua Angostura. Será una copia del
original bogotano de Tenerani, elaborado en bronce.
Hoy día se cuentan por millares las
representaciones escultóricas de Bolívar. Es muy difícil encontrar un
pueblo en Venezuela y en las demás repúblicas bolivarianas donde no esté
la estatua del Libertador Simón Bolívar con su plaza propia. En casi
todos los países del mundo también se localiza en sitio destacado la
representación escultórica de nuestro gran Libertador.
El momento actual es más que
singular y de alegría para todos los unidos sentimentalmente a Mamporal;
sin embargo vienen al recuerdo, sin proponérnoslo, las narraciones
trasmitidas por nuestros antepasados, que referían el andar ya cansado
de la cabalgadura de Bolívar, y su larga y triste columna de ciudadanos
que se vieron obligados a marchar hacia el oriente del país, cuando en
1814 la barbarie encabezada por José Tomás Boves cae despiadadamente
sobre la ciudad de Caracas, la capital de la República.
Todavía se observa el robusto y
más que centenario tronco del árbol de Cumaca, aquí mismo en Mamporal, a
la escasa distancia de un kilómetro de esa plaza, donde acamparon en
escala momentánea los que emigraban durante ese momento que ensombreció
de pronto el panorama de la lucha por la independencia patria.
Es de justicia recordar que los
dirigentes y una buena parte de los principales personajes residentes
del poblado de Mamporal, en aquel entonces, no eran simpatizantes del
pensamiento y la postura que liderizaba el joven guerrero que en agosto
1813, cuando recién cumplía los treinta años de edad, había sido
proclamado solemnemente en caracas con el glorioso título de “Libertador
de Venezuela”. Pero no serán pocos los mamporaleños que abrazarán y
defenderán la causa patriótica por la independencia venezolana. Ahí
está reseñada en la historia Patria la soberbia página que protagonizara
la heroína por antonomasia de los sucesos de la Casa Fuerte de
Barcelona, en abril de 1817, la valiente mamporaleña Eulalia Ramos
Sánchez de Chamberlain, famosa con el nombre de Eulalia Buroz.
Lamentablemente el territorio
perteneciente a la comarca de Mamporal (cuya jurisdicción propia se
inicia el dieciséis de enero de mil setecientos treinta y ocho, cuando
es desmembrado del Curato de San Nicolás de Capaya), no fue escenario de
la actividad guerrera y triunfante de nuestro Libertador. Pero eso si,
siempre estuvo cercano al afecto de la parentela de la familia
Bolívar-Palacios, por cuanto eran propietarios de las extensas tierras y
haciendas de cacao y otros productos, por estas proximidades. Tanto es
así que no ha faltado escritor e investigador dispuesto a asegurar y
presentar a la población de Capaya como cuna natal del cuarto hijo del
matrimonio formado por Juan Vicente Bolívar y Ponte con la gentil doña
María de la Concepción Palacios y Blanco, en el mes de julio del año de
1783.
¡Mamporaleños!: Aquí está la
nueva estatua de la Plaza Bolívar de nuestro querido pueblo. Esa
espléndida figura que allí se destaca tiene que ser “punto” y
“referencia” donde deben converger, en forma obligada, las miradas de
todos, en busca de las mejores sendas para encausar el presente y buscar
el futuro hacia un horizonte cada vez más prometedor.
Muchas gracias.
(Fue
pronunciado en la inauguración de la nueva estatua, en Mamporal, el día
24 de julio de 1993)
CRISTÓBAL COLÓN EN LOS ESCRITOS DE
BOLÍVAR
En los escritos de nuestro Libertador no se
encuentran juicioso comentarios acerca del personaje o humanidad del
navegante descubridor de esta parte del mundo. Son realmente pocas las
referencias a Cristóbal Colón. En casi todas las oportunidades la
mención está dirigida al nuevo Continente, al cual Bolívar siempre
identifica con el nombre de su famoso descubridor. Como ejemplo
presentamos a continuación algunos extractos contenidos en los escritos
del Libertador Simón Bolívar:
En la carta de Jamaica del 6 de
septiembre de 1815, Bolívar se preguntaba: ¿Hasta dónde se puede
calcular la trascendencia de la libertad del Hemisferio de Colón?
En una carta fechada en Angostura
el 12 de junio de 1818, ante los elogios recibidos de Juan Martín
Pueyrredon, Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, nuestro Libertador se excusaba diciéndole que: “no he sido más
que un débil instrumento puesto en acción por el gran movimiento de mis
ciudadanos. Yo tributo a V. E. las gracias más expresivas por la honra
que mi patria y yo hemos recibido de V. E. y del pueblo independiente de
la América del Sur, de ese pueblo que es la gloria del hemisferio de
Colón, el sepulcro de los tiranos y conquistadores, y el baluarte de la
independencia americana”.
Al Abate De Pradt, antiguo
Arzobispo de Malinas en la invitación que le reitera en carta del 15 de
noviembre de 1824 para trasladarse a América afirma: “El día afortunado
que V. S. I. pusiese los pies en el mundo de Colón, me parecería ver a
Mentor pisando las riberas de Itaca”.
Así como las mencionadas hay
otras en las cartas y proclamas del Libertador Simón Bolívar; pero en
ninguna la referencia va dirigida concretamente al personaje que la
historia de la humanidad reconoce con el nombre de Cristóbal Colón, el
insigne navegante que por primera vez emprende un camino nuevo para
llegar a los países del oriente.
(Fue publicado en el
Boletín Informativo , Nº 6, Caracas, Septiembre de 1992,
de la
Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela, página 15)
LOS
VIAJES DE COLÓN
Se están cumpliendo en la
actualidad quinientos años del viaje del descubrimiento del nuevo
Continente. A continuación reseñaremos los recorridos del famoso
navegante en sus viajes a estas tierras:
Primer viaje (3 de agosto
de 1492 al 15 de marzo de 1493). Sale Colón del Puerto de Palos de
Moguer con sus tres carabelas, bautizadas con los nombres de La Santa
María, La Pinta y La Niña. Lleva una tribulación bastante cuantiosa. Un
defecto en el timón de la Pinta lo hace recalar en Canarias para
repararlo. Es curioso observar que en este viaje no llevaba ni mujeres
ni curas. En cambio, si llevaban copias de la carta de Toscanelli, de la
esfera de Bahaim, de la tablas de Abraham Zacutto y del libro Imago
Mundi del cardenal D´Ailly. El 12 de octubre a las dos de la madrugada
se descubrió tierra. La anunció el grito de Triana, un marino de “La
Pinta”. Era una isla llamada Guanahani, que posiblemente pertenece las
Lucayas (archipiélago de Bahamas) y fue bautizado por Colón con el
nombre de San Salvador. Más adelante la expedición seguirá hasta La
Española o Hispaniola, Hoy Santo Domingo-Haití, donde fundaron la
primera colonia europea de este lado del Atlántico. Luego visita Cuba,
que él se imagina ser Chipango (Japón), pero al mismo tiempo cree que es
tierra firme, parte integral del continente Asiático.
Segundo viaje (25 de
septiembre de 1493 a 11 de junio de 1496). Tropieza primero con la isla
Dominica, luego visita una pequeña isla que bautiza con el nombre de
María Galante, en homenaje a su entonces carabela capitana. Pasa luego a
Turuqueira, que llamó Guadalupe. Más tarde irá a Borinquen (Puerto Rico)
y finalmente vuelve a la Española, donde ve con dolor que había
desaparecido la colonia española que allí dejara en su primer viaje.
Buscando tierra firme, sigue a Jamaica y a Cuba, considera firmemente
que ha llegado al territorio del Gran Kan de Oriente, tan seguro estaba
que las islas encontradas las llamó Las Indias, nombre que conservaron y
cuando, gracias a Vespucio y a Magallanes, se demuestra que no son
asiáticas fueron llamadas Indias Occidentales.
Tercer viaje (30 de mayo
de 1498 a 01 de octubre de 1500). Después del primero, éste es el más
importante de todos sus viajes porque, sin saberlo, descubrió y vio
tierra firme. Toca primero en la isla de Trinidad y en seguida se
encuentra frente a la desembocadura del Río Orinoco, de donde siguió
luego a la península de Paria y la bautiza con el nombre de “tierra de
gracia”. Aunque no desembarca compara esa “tierra de gracia” con el
jardín del Paraíso Terrenal. Navega hacia el oeste 330 leguas de costas
venezolanas, al llegar a la Vela de Coro, pone proa hacia el norte y
desembarca en La Española, donde lo apresan y vuelven a España.
Cuarto viaje (9 de mayo de
1502 a 7 de noviembre de 1504). En este viaje lo acompaña su hijo
Fernando, niño de 12 años de edad. Ve la tierra de Panamá pero no puede
desembarcar a causa de los ciclones. Luego se fue para Jamaica, donde
quedó durante un año porque sus barcos habían naufragados. Finalmente un
amigo se arriesgó a ir hasta Haití en una canoa para informar su
situación y fue así que pudo ser rescatado y el 12 de septiembre de 1504
inicia su regreso a España.
(Publicado en el
boletín informativo nº6, Caracas, septiembre de 1992. Asociación de
Jubilados del Banco Central de Venezuela)
A PROPÓSITO DEL 12 DE OCTUBRE.
El próximo día 12 de octubre se
cumplen 503 años del descubrimiento del Nuevo Mundo (del conocido hoy
Continente Americano) por Cristóbal Colón (nacido en Génova, Italia,
1451 y fallecido en Valladolid, España, 1506). Había obtenido el
patrocinio de los Reyes Católicos, luego de las llamadas “Capitulaciones
de Santa Fe” firmadas el 17 de abril de 1492.
Partió el día tres de agosto de
Puerto de Palos con una nao y dos carabelas. La Santa María,
también denominada “La Gallega”, cuyo dueño Juan de la Cosa era un
marino de Santoña avecinado en el Puerto de Santa María, era una nave de
unas 230 toneladas (es decir, capaz de embarcar hasta ese número de
toneles de agua) y medía veintiséis metros de largo, ocho y medio de
ancho y cuatro y medio de alto. La Niña el navío mas pequeño de
la flotilla descubridora, era una carabela oficialmente llamada “Santa
Clara” en honor a la patrona de Moguer, tierra natal de su propietario
Juan Niño; sus medidas eran veinticuatro metros de largo, siete de ancho
y tres y medio de alto, era la preferida de Colón por la elegancia de
sus líneas y su capacidad de maniobra. La tercera y última nave de este
viaje colombino fue la carabela Pinta, así llamada por un tal
Pinto, su primer propietario o constructor, aunque ahora era propiedad
del paleño Cristóbal Quintero, quién participó en el viaje colombino a
regañadientes, quizás para vigilar su buque que había cedido contra su
voluntad. Tenía un tonelaje similar al de la “Niña”pero su diseño era
más largo y esbelto.
En la escogencia de tales
embarcaciones tuvieron importante participación los hermanos Martín
Alonso y Vicente Yánez Pinzón que eran conocidos navegantes y con un
reconocido prestigio en su Comarca, por lo que fueron muy activos en la
hora de enrolar las tripulaciones necesarias.
Ochenta y siete hombres
participaron en el descubrimiento, junto con Colón (aunque algunos
elevan la cifra a ciento veinte). No es cierto que muchos de ellos
fueran delincuentes a los que se hubiera ofrecido una muerte probable en
el mar en lugar de la muerte cierta del patíbulo. Solo cuatro condenados
a muerte se acogieron a la carta de perdón concedida por los reyes:
Bartolomé Torres, que habían matado el pregonero de Palos en una riña, y
tres amigos suyos apellidados Moguer, Izquierdo y Clavijo, que habían
asaltado la prisión para rescatarlo. Los otros marinos de Colón eran
hombres libres, en su mayoría vecinos de la costa onubense (de la
antigua Ónuba, hoy Huelva) convencidos por Pinzón. También hubo un grupo
numeroso de vizcaínos, tripulantes de la “Santa María”, tres italianos
(Jacome el Rico, quizás genovés, Antón Calabrés y Juan Vecano) y un
portugués, el grumete Juan Arias.
Entre las funciones a que estaban
asignados muchos de esos marinos, se puede señalar: Cristóbal Caro era
platero y sería el perito que habría de determinar la ley de oro y plata
que esperaban embarcar en grandes cantidades; el vasco Domingo era
tonelero; maese Alonso, medico; maese Juan, cirujano; maese Diego,
boticario; Juan de Medina, sastre. No faltaban calafates, carpinteros,
artilleros, ebanistas, despenseros, y el “veedor” designado por los
reyes, el que lleva el control de los ingresos para deducir la parte que
corresponde a la Corona. También viajaba un notario, el escribano
Rodrigo de Escobero, natural de Segovia.
Al servicio de Colón viajaban en
la nave capitana, la “Santa María”, Diego de Salcedo y su maestresala,
Pedro de Terreros. El importante cargo de alguacil de la armada,
administrador del agua potable de la nave capitalina le fue confiado por
el admirante a Diego de Arana (primo de Beatriz, la amante cordobesa de
Colón). A cargo del agua iban en la “Niña” Diego Lorenzo, y en la
“Pinta” Juan Reynal.
¿ Y CÓMO ERA CRISTÓBAL COLÓN ?
De acuerdo con lo describen
algunos tratadistas, la figura personal del descubridor se recuerda de
la manera siguiente: Según Antonio de Herrera, Colón era “alto de
cuerpo, el rostro luengo y autorizado, la nariz aguileña, los ojos
garzos (es decir azules), la color blanca que tiraba a rojo encendido;
la barba y cabellos, cuando era mozo, rubios, puesto que muy pronto, con
los trabajos, se le tornaron canos, y era gracioso y alegre, bien
hablado y elocuente”. Para su hijo Hernando Colón “fue hombre de bien
formada y más que mediana estatura, la cara larga, las mejillas un poco
altas, sin declinar de gordo o macilento, la nariz aguileña, los ojos
blancos y el color encendido: en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero
de treinta años ya lo tenía blanco: en el comer y en el beber y en el
adorno de su persona era muy modesto y continente”. Según Fernández de
Oviedo, el descubridor “era de buena estatura y aspecto, más alto que
mediano y de recios miembros, los ojos vivos y las otras partes del
rostro de buena proporción, el cabello muy bermejo y la cara algo
encendida y pecosa”.
Lo más enigmático del gran
Admirante Cristóbal Colón esta en su firma. Un verdadero jeroglífico
cuyo significado no reveló y cuidó con gran celo. En unas de las
cláusulas de su testamento dejo establecido expresamente que: “ Don
Diego mi hijo o cualquier otro que heredase este mayorazgo, después de
haber heredado y estado en posesión de ello, firme de mi firma, la cual
ahora acostumbro, que es una X con una S encima y una M
con una A romana con una S encima con sus rayas y
vírgulas, como yo hago ahora y se parecerá por mis firmas, de las cuales
encima, y encima de ella una S y después una Y griega se
hallarán muchas y por ésta parecerá”. Su nombre lo escribiría en latín,
en modo dativo: Christo ferens (el que lleva para Cristo).
(En el
Boletín antes citado, Septiembre, 1995)
LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA:
NOTICIAS DE HISTORIA COLONIAL VENEZOLANA
Con el propósito de terminar con el intercambio comercial ilícito o
contrabando que se llevaba a cabo en Venezuela, y al mismo tiempo
aumentar los ingresos de la Corona española, el rey Felipe V contrató a
la Compañía Guipuzcoana el 25 de septiembre de 1728, dándole el
privilegio de monopolizar el comercio entre España y la colonia
venezolana (así como también con Nueva Andalucía, Margarita, Trinidad y
Maracaibo), con la obligación de combatir el contrabando con las
posesiones holandesas. (Ejercía para ese entonces la Gobernación en
Venezuela el Capitán Lope Carrillo de Andrade de Sotomayor y Pimentel,
desde el 29 de junio de 1728).
La mencionada Compañía estableció su Dirección General en San Sebastián
hasta 1751, año en que se trasladó a Madrid. Se constituyó en base a la
emisión de acciones, de las cuales la Provincia de Guipúzcoa suscribió
cien (100), mientras que el rey Felipe V recibió doscientas (200) por un
valor de cien mil pesos. En 1760 eran también accionistas individuos de
las familias acomodadas de Caracas, tales como Toro, Bolívar, Ibarra,
Tovar Ascaín, La Madríz, etc., en el capital de esa empresa comercial.
El primer artículo del Contrato aseguraba a la Compañía el monopolio del
comercio con la Provincia de Caracas y agregaba que se expedirían
patentes a los capitanes de sus buques para perseguir, y si fuese
posible, suprimir todo tráfico ilícito en las costas de la Provincia.
En 1730 arriban los tres primeros barcos de la Compañía Guipuzcoana
registrados con los nombres de “San Ignacio”, “San Joaquín” y la fragata
“Guipúzcoa”. En uno de esos barcos llegó el Teniente Coronel Sebastián
García de la Torre, quien el 31 de julio de 1730 toma posesión del
gobierno de la Provincia de Venezuela. El 15 de octubre del año referido
fue despachado desde España la cuarta nave y era la fragata pequeña
“Santa Rosa”. Es de hacer notar que, a causa de la hostilidad que
encontró la Compañía entre los venezolanos, acostumbrados como estaban
al comercio de contrabando con los holandeses, el primer barco cargado
de cacao no pudo salir de La Guaira sino al cabo de dos años, y de tres
años los demás. El cacao se vendió en España a un precio menor que el
existente en l728, sin embargo obtuvo un beneficio considerable.
La primera factoría se estableció en Caracas en 1730, y después en La
Guaira, Puerto Cabello, Barquisimeto, Coro, Maracaibo, etc. Para 1733 la
Compañía contaba con una flota de dieciocho naves para el comercio entre
España y Venezuela. En 1752 obtendrá también el privilegio de hacer el
comercio exclusivo con la Provincia de Maracaibo, lo que aumenta el
control que dicha compañía ejercía sobre la economía venezolana. Su
actuación se mantendrá durante medio siglo, basta que en 1780 una Real
Cédula de Carlos III establece la liberación del comercio.
Precisamente desde 1776 la corona autoriza la creación de compañías de
comercio particulares, sin más condición que la de presentar al
Consulado de Cádiz copia testimoniada de las escrituras públicas de su
establecimiento; significando que la corona española le retira a dicha
Compañía Guipuzcoana la autorización para comerciar con Venezuela y el
15 de febrero de 1781 queda rescindido el Contrato y en 1785 fue
refundida en la Compañía Real de Filipinas.
Es de hacer notar que, desde 1759 la Corona había empezado a cercenar el
monopolio de la Compañía. En ese año se decreta que la sexta parte de la
capacidad de cada navío de registro se deje a disposición de los
productores y comerciantes de Venezuela, para que puedan cargarla de
cacao libremente, sin intervención de la Compañía; y al mismo tiempo
queda ésta obligada a pagar el cacao, en las plantaciones, a razón de 16
pesos la fanega, en vez de 10 como hacía antes, y el añil a 13 la libra
en lugar de 10. Fue por esos años que se decidió que en la nueva emisión
de acciones se diera parte a los habitantes de la Provincia de Caracas.
La Compañía adelantaba a los cosecheros el valor de la producción
estimada, dándole artículos importados caros, con lo que se comprometían
de esta forma los cultivos anticipadamente. Durante el tiempo de sus
operaciones aumentaron las exportaciones de cacao, tabaco, ganado, se
inició la producción de café en gran escala, y se introdujo el cultivo
de algodón cuando en 1767 trae desde Martinica a un francés experto en
su siembra y cultivo. Al año siguiente traerá a los vazcongados Pablo
Orrendain y Antonio Arvide y empezaron a cultivar añil en los Valles de
Aragua con semillas que trajeron desde Guatemala; con tanto éxito que su
cultivo se extiende a otras regiones y para finales del siglo dieciocho
se exportaba más de un millón de libras por año. También aumentó la
exportación de dividive y otros renglones. (Valga recordar que la
industria tabacalera fue libre hasta 1777. En ese año se decretó el
llamado estanco del tabaco, y en el 1779 se designaron los lugares en
que debía sembrarse y elaborarse por cuenta del Rey).
Hace posible la circulación de libros, monedas traídas de España y otras
partes, y de nuevas costumbres. La Compañía introdujo ideas renovadoras
al país que contribuyeron a implantar un nuevo estilo en la vida
política y económica de Venezuela. Por otra parte, influía en forma
determinante en el nombramiento de funcionarios del régimen colonial.
Desde el mismo momento de su llegada, se encuentra con opositores y
protestas, que se extienden y se hacen más beligerantes como
consecuencia de los abusos y perjuicios recaídos en los hacendados,
pequeños comerciantes y conuqueros. Se consideraba que la Compañía era
perjudicial, entre otras cosas, porque no traía suficientes productos de
España, ni compraba en cantidad suficiente los productos venezolanos, y
porque al propio tiempo generaba una relación de intercambio
desfavorable ya que subía el precio de las mercancías españolas, y
bajaba el de los frutos venezolanos.
Entre las demostraciones de actitudes opositoras en Venezuela hacia la
Compañía Guipuzcoana se pueden mencionar los siguientes acontecimientos:
a) las oposiciones expresadas en 1730, a través del Cabildo, por la
aristocracia rural criolla (que no había sido consultada sobre la
organización de la Compañía).
b) la sublevación de Andrés López del Rosario (conocido como “Andresote
el mestizo”) en Yaracuy, también ocurrida el año 1730.
c) el levantamiento de San Felipe del 4 de enero de 1741 y el tumulto en
el Tocuyo, el 11 de marzo de 1744, como protesta de los agricultores de
la región ante la muy dura y abusiva política económica de la Compañía
Guipuzcoana.
d) el alzamiento de Juan Francisco de León, quien llega a las
inmediaciones de Caracas al mando de seis mil (6.000) hombres armados,
exigiendo del Gobernador don Luis de Castellanos la expulsión de los
factores, dependientes y sirvientes de la Compañía Guipuzcoana.
e) la actuación del Intendente, don José de Abalos, quien desde el
momento de su nombramiento en 1776, se enfrentará a los intereses de la
Compañía.
Como prueba de la influencia y poder que ejercía la Compañía
Guipuzcoana: una es que en 1732 la Corona nombra a don Martín de
Lardizábal y Elorza como Comandante General y Juez Pesquisador, con
autoridad superior a la del Gobernador García de la Torre, quien le
entrega el poder a Lardizábal (caso éste único en la historia de la
Administración Colonial). Otra prueba es la recomendación para que el
Brigadier don Gabriel de Zuloaga sea reconocido para el cargo de
Gobernador, en el cual durará diez años, a partir de su toma de posesión
ocurrida el 6 de octubre de 1737.
Desde la propia Casa Matriz o Dirección General se ejercía supervisión
sobre las actuaciones que aquí efectuaban los factores. Una muestra es
que en 1737 se envía a Caracas a José de Yarza a informarse si el factor
principal, Nicolás de Francia, había establecido exactamente las cuentas
generales de las factorías; otras diversas cosas que se informaría
consultándose con el Gobernador Martín de Lardizábal, y con el sucesor
designado que era don Gabriel de Zuloaga.
También es de mencionarse que durante la guerra entre España e
Inglaterra (1739-1748) los navíos guipuzcoanos prestan considerables
servicios a la monarquía. En cuanto a los cumplidos en Venezuela, en
1740 transportarán soldados, municiones de guerra y armamentos; con lo
cual se reforzó la guarnición, y pudo el Gobernador Zuloaga rechazar, en
marzo, abril y mayo de 1743, los repetidos ataques de la escuadra
inglesa contra La Guaira y Puerto Cabello.
(Publicado en el Boletín
Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela,
nº34, añoIX, septiembre de 1999)
DON FRANCISCO DE MIRANDA,
EN RUSIA.
Nuestro generalísimo Francisco de Miranda, el precursor de la
independencia, nació en Caracas (ciudad capital de la Provincia de
Venezuela) el 28 de marzo de 1750, hijo del Capitán Sebastián de Miranda
y Ravelo y de doña Francisca Antonia Rodríguez Espinoza. Bautizado en la
iglesia Catedral el 5 de abril de dicho año.
Es un venezolano que figura en la historia de muchos países. Su nombre
está registrado como héroe en el Arco de Triunfo de París. Viajó, vivió,
trabajó, estudió, escribió y fue guerrero victorioso en países de
América y de Europa, principalmente. La Rusia imperial de su tiempo es
uno de los países donde su figura se destaca, por eso me referiré
seguidamente a su larga visita a Rusia.
Miranda tenía ya cumplidos 36 años cuando viajó a Rusia. Utilizó un
pasaporte emitido el 22 de septiembre de 1786 al Conde de Miranda,
obtenido en la ciudad de Constantinopla (capital del imperio de
Turquía).
El 31 de diciembre de 1786 fue la entrevista de nuestro héroe con el
Primer Ministro y Jefe Militar de Rusia. En enero del 1787, Francisco de
Miranda atravesará las estepas rusas y llega a la ciudad donde residía
la Emperatriz.
El 25 de febrero de 1787 fue presentado a la emperatriz Catalina II, la
zarina de Rusia. Miranda escribió en su Diario que la zarina se puso a
conversar con él y que, después de haber comido en su mesa, le interrogó
acerca de la América española. Catalina II pasaba de los cincuenta años
de edad pero conservaba una apariencia de menos años que dulcificaba su
agradable trato. Miranda reconoce en la emperatriz rusa la bondad de su
corazón, humildad, instrucción y nobles sentimientos de su espíritu.
Muchas veces más se efectuaron reuniones muy cordiales con ella que
llegan a convertirse en una fuerte amistad. Tanto es así que fue
reconocido públicamente que Miranda gozaba de alto favor ante el Primer
Ministro y la Emperatriz, más que cualquier otro forastero que se
encontrase en la Corte rusa.
Viajará por toda Rusia y hará amistad con los más significativos
personajes de la política y la aristocracia de ese país. Cuando llegó a
Moscú, le encontró parecido con la ciudad de Constantinopla. En Moscú
como en otras ciudades rusas, visitará el arsenal guerrero, donde
observó con interés los mosquetes, las espadas, las cimitarras y los
correajes orientales que habían usado los soldados moscovitas; también
estuvo en la Academia y el hospital militares, y muchos otros sitios y
monumentos de importancia.
Era muy grande la significación de que gozaba nuestro don Francisco de
Miranda en la corte rusa. Por eso se presentarán intrigas y denuncias
contra él. Por ejemplo, el embajador de España trató empeñosamente en
perjudicarlo y hasta llegó a criticarlo porque su pasaporte decía el
título de “Conde”. Pero la emperatriz de Rusia apreciaba a Miranda, no
por el rango o título que tuviese en España, sino por las cualidades
personales que particularmente le reconocía y por ello su estima y
protección; y ordenó a sus ministros en países extranjeros que le
prestasen auxilio y especial protección.
Miranda fue invitado por la emperatriz y por el Primer Ministro a
establecerse en Rusia y le autorizan a vestir el uniforme de sus
ejércitos con grado de Coronel de un regimiento. Hasta octubre de 1787
estará don Francisco de Miranda viviendo en Rusia; pero por un tiempo
mayor continuará recibiendo atenciones y muestras amistosas de los
gobernantes de la Rusia imperial.
(Publicado en el Boletín
Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela,
nº39, Año X, Diciembre del 2000)
EL LIBERTADOR SIMÓN
BOLÍVAR, EN CARACAS, ENERO A JULIO DE 1827
Desde el año 1825 comienza a tomar cuerpo el sentimiento que traerá la
desintegración de la obra unificadora del gran Libertador. Para finales
del año 1827, era tal la gravedad que parecía aproximarse una guerra
civil. Por ello, Bolívar se pone en marcha hacia Venezuela. Llegó a
Maracaibo, sigue a Coro, Puerto Cabello, Valencia y Caracas.
El día miércoles 10 de enero de 1827, Bolívar hace su entrada en Caracas
por las polvorientas calles de Palo Grande y de San Juan. Venía desde
Puerto Cabello. En Antímano se habían incorporado a la vistosa comitiva,
los jinetes del “Escuadrón de Lanceros”, la guardia personal de Páez.
El norteamericano Jacob Idler, propietario de un coche de paseo, se
adelanta al encuentro del héroe. Bolívar acepta su invitación, sube al
carruaje y toma asiento al lado de Páez, quien lleva uniforme de gala.
Idler guía en persona los caballos en medio de la delirante multitud que
aclama al hijo que regresa. Desde los jardines y ventanas de las casas,
Bolívar recibe una lluvia de flores y escarchas.
Es como la apoteosis del pueblo. Arcos de palmas verdes, guirnaldas y
banderolas dan a las calles un aspecto de feria. La muchedumbre parece
asfixiarse y se atropella con tal de saludarlo y cantarle. Desde ese
momento la polvorienta calle sanjuanera recibe el nombre de “Calle del
Triunfo”.
Durante los meses de esta visita a su ciudad natal, vivirá en la Quinta
Anauco. Tendrá su tiempo ocupado en atender los muchos y graves
problemas de índole política que se estaban sucediendo en toda
Venezuela; pero también dedicará momentos para participar en veladas y
reuniones sociales y reencontrarse con familiares y amigos.
La visita de Bolívar a Caracas apaciguó completamente el ambiente de la
perniciosa animosidad antibolivariana que desde años anteriores campeaba
en ésta y otras ciudades venezolanas. Podía pensarse logrado su objetivo
y que ahora todo ese panorama de animadversión había terminado.
El 6 de julio parte, camino a La Guaira. Algunos de sus amigos le
acompañan al muelle. Entre ellos se hallan: el Coronel Ayala, Gobernador
de La Guaira; su Estado Mayor, General Pedro Briceño Méndez; el señor
José Rafael Revenga, los Coroneles Wilson y Santana; el doctor Charles
Moore, su médico personal; y los diplomáticos Sir Robert Ker Porter y
John Williamson, de Inglaterra y de Estados Unidos de Norteamérica,
respectivamente.
Sale en la fragata inglesa “Druid” que comandaba el Capitán Ernie
Chambers y antes del mediodía zarpa con destino a Cartagena. En ese
mismo barco se dirigía a Bogotá el Ministro de S M Británica ante la
Gran Colombia, Sr. W.L. Lockburn.
(Publicado en el Boletín
Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela,
nº43, Año XI, Diciembre del 2001)
BOLIVAR,
EN EL RINCON DE LOS TOROS
Después de la muerte del sanguinario general José Tomás Boyes en 1814,
los Llanos casi en su totalidad eran territorio dominado por las fuerzas
patriotas con la jefatura del General José Antonio Páez. Pero ahora, en
el año 1818, también el Libertador Simón Bolívar al mando de sus tropas
ayudaba luchando contra los focos realistas que sembraban terror en esa
parte de nuestro país.
Precisamente, el 16 de abril de 1818 había acampado el Libertador
Bolívar, junto con su Estado Mayor, en el hato llamado “Rincón de los
Toros” localizado en las cercanías de San José Tiznados (Guárico). Algo
próximo a ese lugar también se encontraban unos escuadrones realistas
mandados por el coronel Rafael López. Estos realistas tenían como
prisionero a un soldado que había estado al servicio de los patriotas y
lo someten a fuertes torturas y amenazas de muerte, para ellos descubrir
el lugar dónde dormía Bolívar con su Estado Mayor. Además,
aprovechándose de un desertor, habían logrado conocer el “santo y seña”
para adentrarse en el campamento patriota. Designaron las personas y
tareas. Esperaron que los cobijara la oscuridad de la noche del 17 de
abril de 1818 para poner en ejecución su macabro plan.
Hasta avanzadas horas de esa noche llanera sin luna, el Libertador
Bolívar se encontraba conversando con su edecán Diego Ibarra y con
Francisco de Paula Santander acerca de las acciones que deberían
emprender en los próximos días y ya decidían ocupar sus respectivas
hamacas. Mientras esto sucedía, el realista capitán Tomás Mariano
Renovales con ocho soldados había logrado llegar allí y estaban próximos
ya a la hamaca del Libertador. Aunque era grande la oscuridad fueron
reconocidos como enemigos. Al sentirse descubiertos, Renovales y sus
acompañantes descargaron precipitadamente sus fusiles.
Se originó una gran confusión. El mismo Bolívar contó, tiempo después,
que él y los pocos que eran se pusieron a correr hacia el campo,
abandonando hamacas, caballos y cuanto había en la mata. Como Bolívar no
era conocedor de esos parajes estuvo perdido en los Llanos hasta el día
siguiente cuando es encontrado por el lancero apureño y gran patriota
Leonardo Infante.
Bolívar, Santander y Diego Ibarra salieron completamente ilesos; pero la
hamaca del Libertador recibió tres balazos. Nuestro máximo jefe patriota
salvó milagrosamente su vida en ese atentado perpetrado, en la oscura
madrugada del 18 de abril de 1818, en el Rincón de los Toros. Debemos
registrarla como una triste página de nuestra historia en la que
perecieron: Fray Esteban Prado, Capellán del Ejército, y los coroneles
Mateo Salcedo y Fernando Galindo.
(Publicado en el Boletín
Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de
Venezuela, nº49, Año XIII, junio del 2003)
DIVISION
TERRITORIAL DE VENEZUELA HASTA EL AÑO DE 1900
Nuestro país en el transcurso de su vida republicana ha tenido un sin
número de modificaciones en cuanto a su división territorial. Hoy día se
divide en veinte estados, dos territorios, un distrito federal y sus
dependencias federales. Las modificaciones que ha experimentado son, por
encima de todo, una consecuencia de la inestabilidad y las convulsiones
en que ha vivido, y al afán de los gobernantes de hacer sentir su
autoridad considerando que a su llegada había que remover y modificar
todo lo hecho por sus antecesores.
Para el 1830, fecha en que Venezuela se separa de la Gran Colombia,
nuestro territorio estaba dividido en cuatro departamentos: Venezuela,
Zulia, Orinoco y Maturín, y en once provincias que habían sido erigidas
así: siete en la época Colonial, tres por la Junta Suprema de Caracas
(pero una había sido suprimida) y dos por el Congreso de la Gran
Colombia. Las Provincias se dividían en cantones y estos en Parroquias.
Las siete creadas en la poca Colonial son: Provincia de Caracas, erigida
con el nombre de Venezuela por el Emperador Carlos V en 1527; la de
Cumaná que principió a fundar Carlos V en 1521 (a esto se debe que le
llamen Primogénitas del Continente Americano) y se termina de fundar en
1568; la de Mérida creada en 1622 por el Rey Felipe IV; la de Maracaibo
separada de la de Caracas en 1678 por el rey Carlos II; la de Guayana el
5 de junio de 1762 por el rey Carlos III; la de Barinas el 15 de febrero
de 1786 también por el rey Carlos III; y la de Coro en 1815.
Las tres creadas por la Junta Suprema de Caracas son: la Provincia de
Trujillo, la de Barcelona creadas el 11 de Junio de 1810, y la de
Margarita el 11 de junio de 1811. La Provincia de Apure y la Provincia
de Carabobo fueron erigidas el 17 de junio de 1823 y el 25 de junio de
1824, respectivamente, por el Congreso de la Gran Colombia.
Durante la primera presidencia del General Páez el Congreso de Venezuela
decreta el 15 fue junio de 1831 el establecimiento de la Provincia de
Trujillo (fue creada por la Junta. Suprema de Caracas en 1810 pero se
suprime y sus cantones de dejan a la de Maracaibo), y en 1832 a la
Provincia de Barquisimeto.
Por decretos del 11 y 18 de febrero de 1848 se divide a la Provincia de
Caracas en tres partes y se crean las Provincias de Aragua y de Guarico.
En 1851 se crea la Provincia de Portuguesa. En 1855 con cantones de
Barquisimeto y Carabobo se crea la de Yaracuy y con la mitad del
territorio de la de Carabobo se crea la Provincia de Cojedes. En 1856 se
crean las provincias de Maturín y Amazonas (a esta última se le quita
autonomía por la poca población y se formar un Territorio administrado
por el Ejecutivo).
La ley de División Territorial de 28 de abril de 1856 divide al país en
21 provincias, a saber: Amazonas, Apure, Aragua Barcelona, Barinas,
Barquisimeto, Carabobo, Caracas, Cojedes, Coro, Cumaná, Guarico,
Guayana, Maracaibo, Margarita, Maturín, Mérida, Portuguesa, Táchira,
Trujillo y Yaracuy.
Con la Guerra de la Federación vuelven las modificaciones. Se adopta la
denominación de “Estados Independientes” a las antiguas provincias y se
pondrá a la moda la adopción de nombres de personas para los Estados.
Para el año 1863 el país se encuentra dividido en 15 estados: Zamora,
Zulia, Coro, Barquisimeto, Yaracuy, Portuguesa, Cojedes, Aragua,
Carabobo, Guarico, Barcelona, Nueva Esparta, Cumana, Maturín y Caracas.
La Constitución que se promulga el 28 de marzo de 1864 establece que los
limites de la Nación serán los que pertenecían a la Capitanía General de
Venezuela en 1810 dividido en 20 estados independientes que se llamaran:
Apure, Aragua, Barcelona, Barinas, Barquisimeto, Carabobo, Caracas,
Cojedes, Coro, Cumaná, Guarico, Guayana, Maracaibo, Maturín, Mérida,
Margarita, Portuguesa, Táchira, Trujillo y Yaracuy.
Al final de 1864 tenemos que Caracas se llamará Bolívar y su capital
será Petare, Margarita se denomina Nueva Esparta, Trujillo se llamará
Los Andes, y Barinas se llamará Zamora. Los estados de Cumaná y Maturín
se unen y toman el nombre de Nueva Andalucía con capital Cumaná por
pacto de sus Asambleas legislativas de fecha 1 de diciembre de 1864.
La nueva Constitución que se promulga el 27 de abril de 1881 reduce la
división territorial a nueve Estados: Estado de Oriente, Guzmán Blanco,
Carabobo, Sur de Occidente, Norte de Occidente, Los Andes, Bolívar,
Zulia y Falcón.
Siguen los cambios: Las legislaturas de los Estados Falcón y Zulia
acuerdan formar el Estado Falcón y se mantendrá durante nueves años.
Oriente toma el nombre de Bermúdez, Sur de Occidente el de Zamora y
Norte de Occidente el de Lara. A partir del 23 de diciembre de 1889 el
estado Guzmán Blanco será conocido como Estado Miranda.
Con esta división en nueve grandes estados se llegará hasta el 1900.
(Publicado en
División de Personal, Boletín semanal
del Banco central de Venezuela, año 3, Nº 106, en Caracas: Viernes 24 de
abril de 1964)
ACERCA DE LA DIVISION
TERRITORIAL DE VENEZUELA A PARTIR DEL AÑO DE 1900
Decíamos en nota anterior que nuestro país llega al año 1900 dividido su
amplio territorio en trece grandes estados. Antes había un sin fin de
modificaciones y se podía observar claramente la inestabilidad política
en la inestabilidad de su Divisi6n Territorial. Así fue en los años
anteriores al 1900 y así va a ser durante varias décadas del siglo que
vivimos.
Hasta el año de 1940 1legar ese afán modificador. Aun que en años
posteriores se ha planteado el problema de modificar otra vez la
división territorial venezolana no se ha llegado a ejecutar no ha pasado
de ser más una discusión, ha sido solo un fantasma. Ojalá solamente sea
eso nada más. Porque realmente antes de modificar lo que deben hacer las
autoridades es abogar por perfeccionar el funcionamiento de nuestro
estado actual y no precisamente cambiar por cambiar.
A continuación vamos a reseñar los cambios sucedidos en la divisi6n
territorial de Venezuela en los años siguientes al 1900.
El veintinueve de marzo de 1901 la Asamblea Constituyente sanciona una
nueva Constitución y con ella se reestablece la división que traía la de
veintiocho de marzo de 1864, es decir, veinte estados; pero ahora serán
cuatro los Territorios Federales y en el año de 1864 eran dos los
territorios Federales.
Esta división durará tres años porque la nueva Constitución que se
sanciona el veintisiete de abril de 1904 reduce los veinte estados a
trece y serán: Aragua, Bermúdez, Bo1ívar, Carabobo, Falcón, Guarico,
Lara, Mérida, Miranda, Táchira, Trujillo, Zamora y Zulia. Al Distrito
Federal se da una mayor extensión y queda integrado por los
Departamentos: Libertador, Vargas, Guaicaipuro, Sucre y la Isla de
Margarita. Ahora son cinco los Territorios Federales: Amazona, Colón,
Cristóbal Colón, Delta Amacuro, y Yaruary.
La divisi6n de los trece estados, cinco territorios federales y un
distrito federal se mantiene por cinco años, pues queda derogada por la
nueva Constitución del cinco de agosto de 1909 que restablece nuevamente
la división del 1864: veinte estados, dos territorios federales, un
distrito federal, y las dependencias federales (el nombre de los estados
ya fueron dichos en una nota anterior que publicamos en este Boletín).
Así se llega hasta el año de 1936.
El veinte de julio de 1936 se sucede la última modificaci6n de
importancia de que tenemos noticia. La Constitución de esta fecha dice
en su artículo cuarto que los estados de Venezuela son: Anzoátegui,
Apure, Aragua, Barinas, Bolívar, Carabobo, Cojedes, Falcón, Guarico,
Lara, Mérida, Miranda, Monagas, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre,
Táchira, Trujillo, Yaracuy, y Zulia. En otros artículos se dispone: que
el Distrito Federal estará formado por los Departamentos de Libertador y
Vargas, y que los Territorios Federales serán Amazonas y Delta Amacuro,
y que las Dependencias Federales son las islas venezolanas del mar de
las antillas, con excepción de Margarita y Coche que forman el Estado
Nueva Esparta.
A partir del veintiocho de enero de 1948 quedó formado el estado Nueva
Esparta por las islas de Margarita, Coche y Cubagua.
Las principales islas que hoy día forman las Dependencias Federales son:
La Tortuga, La Blanquilla, Los Hermanos, Los Testigos, Los Frailes, La
Sola, La Orchila, Los Roques, Las Aves, Farallón Centinela, Alcatraz,
Goaigoaza, La Larga, Las Picudas, Las Chimanas, La Borracha, La
Borrachilla, Maraguay, Píritu, Las Caracas, Las Garrapatas, Chicagua,
Los Cayos, Pescadero, Sombrero, Sal y Borracho.
(Publicado en
División de Personal, Boletín semanal
del Banco central de Venezuela, año 3, Nº 106, en Caracas: Viernes 24 de
abril de 1964)
Desde 1810 hasta 1961:
LAS CONSTITUCIONES VENEZOLANAS
Veintiséis constituciones se han puesto en vigencia en nuestro país, a
partir de 1810 hasta hoy día. Once fueron fechadas en el siglo pasado y
quince llevamos en el presente. La que más tiempo ha permanecido en
vigencia es la de 1830 con más de 25 años de vida.
El promulgar una constitución y derogar otra anterior casi igual a la
nueva ha sido una costumbre tan arraigada (y no solamente costumbre, tal
cosa ha sido como una enfermedad) que casi ningún gobernante la ha
faltado. Ha sido un empeño, verdaderamente injustificable en muchos
casos, de los gobernantes de Venezuela el de promulgar su propia
Constitución. Quizás la inestabilidad de las constituciones venezolanas
sea una de las causas que influyan más a su incumplimiento.
Nuestra primera constitución fue la madre de la República, fue
sancionada por el primer Congreso en Caracas, el día 21 de diciembre de
1811, siendo Presidente del Congreso don Juan Toro. Esta constitución
formada por nueve capítulos con 228 artículos, decía en el preámbulo:
“En el nombre de Dios Todopoderoso, Nos, el pueblo de los estados de
Venezuela usando de nuestra soberanía y deseando establecer entre
nosotros la mejor administración de justicia, procurar el bien general,
asegurar la tranquilidad Interior, proveer en común a la defensa
exterior, sostener nuestra libertad e independencia política, conservar
pura e ilesa la sagrada religión de nuestros mayores, asegurar
perpetuamente a nuestra posteridad el goce de estos bienes, y
estrecharnos mutuamente con la más inalterable unión y sincera amistad,
hemos resuelto confederamos solemnemente para gobernar y establecer la
siguiente Constitución, por la cual se han de gobernar y administrar
estos Estados”.
La segunda Constitución venezolana es la que surge del Congreso que
reúne El Libertador Simón Bolívar en Angostura en 1819. Esta nueva
constitución contendrá muchos de los principios que Bolívar presenta en
su proyecto y es sancionada el 15 de agosto de 1819, en la ciudad de
Santo Tomás de Angostura. Era Presidente del Congreso Juan Germán
Roscio, Diputado por Caracas y actuaba como Secretario Don Diego de
Vallenilla, diputado por Cumaná. La Constitución de 1819 estaba formada
con 214 artículos en 21 secciones.
La tercera Constitución es promulgada en 1821. El Congreso General de
Colombia, reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta, la sanciona el 30
de agosto de 1821, la firma como Presidente del Congreso el doctor
Miguel Peña. El 6 de octubre de 1821 es firmada por el Libertador Sim6n
Bolívar. Estaba formada por 10 títulos con 191 artículos en 20
secciones.
Nuestra cuarta Constitución marca nuestra separación de la Gran Colombia
y la creación del Estado de Venezuela, fue sancionada por la Convención
de Valencia el 22 de septiembre de 1830 siendo Presidente de dicha
Convención el doctor Miguel Peña, diputado por la Provincia de Carabobo
y Vicepresidente Juan de Dios Picón, diputado por Mérida. Esta
Constitución de 28 títulos con 228 artículos fue promulgada por el
Presidente del Estado de Venezuela, General José Antonio Páez en la
ciudad de Valencia, el 24 de septiembre de 1830. Estará vigente hasta el
1857 constituyéndose en la Carta Magna que más ha durado en toda la
historia de Venezuela.
La quinta Constitución formada por 13 títulos con 131 artículos y tres
artículos más de Disposiciones transitorias fue sancionada en Caracas el
16 de abril de 1857. Actuaron: como Presidente del Senado, T. Paz
Castillo, de Caracas, y Presidente de la Cámara de Diputados, Rafael
Urdaneta, diputado por Maracaibo. El Presidente de la República, General
José Tadeo Monagas, la promulga el 18 de abril de ese mismo año.
En 1858 se reúne nuevamente una Convención en la ciudad de Valencia y
allí “los diputados de las Provincias reunidos en Convención Nacional”
elaboran una nueva Carta Constitucional que en orden creciente será la
sexta que se promulga en Venezuela. Esta nueva Constitución quedó
sancionada el 24 de diciembre de 1858, constaba de 165 artículos, y en
la misma ciudad de Valencia le firma el “ejecútese” el Jefe Provisional
del Estado, General Julián Castro. La Mesa Directiva de la Convención
estaba formada: Presidente, Pedro Gual, diputado por la Provincia de
Caracas; Primer Vicepresidente, Manuel M. Quintero, diputado por
Caracas; Segundo Vicepresidente, Miguel Palacios, diputado por Apure.
La séptima es la Constitución Federal decretada por la Asamblea
Constituyente de los Estados “bajo la invocación del Supremo Autor y
Legislador del Universo, y por autoridad del Pueblo de Venezuela”, en
Caracas el 28 de marzo de 1864, promulgada en Santa Ana de Coro, el 13
de abril por Juan Crisóstomo Falcón y refrendada por los Ministros en
Caracas el día 22 de ese mismo mes. Estaba formada por siete títulos con
123 artículos. El Presidente de la Asamblea era Eugenio A. Rivera,
diputado por Barinas y el Vicepresidente era Manuel N. Vetancourt,
diputado por Cumaná.
La octava viene a ser la primera constitución guzmancista y es decretada
por el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela el 23 de mayo de
1874, y promulgada cuatro días después por el General Antonio Guzmán
Blanco. La Junta Directiva de la Cámara del Senado era la siguiente:
Presidente, José Rafael Pacheco, senador por el Estado Bolívar; Primer
Vicepresidente, José Antonio Guevara, del Estado Cumaná; Segundo
Vicepresidente, Isidro Peraza, del Estado Táchira. La de la Cámara de
Diputados era: Presidente, Diego Bautista Urbaneja, diputado por el
Distrito Federal; Primer Vicepresidente, Tomás Lander, del Estado
Bolívar; Segundo Vicepresidente, José O. Aguilera, del Estado Apure.
Esta Constituci6n de 1874 estaba forma da de 124 artículos en ocho
títulos.
La otra constituci6n guzmancista será la novena de Venezuela, tendrá
también 124 artículos y es sancionada por el Congreso el día 4 de abril
de 1881 y lleva el “ejecútese” de Antonio Guzmán Blanco el 27 de ese
mes. Esta nueva Constitución contiene, como se dice expresamente en su
preámbulo, todas y cada una de las modificaciones propuestas por el
Ilustre Americano, Presidente de la Republica en su Mensaje que en 15 de
octubre de 1880 dirigió a las Legislaturas de los Estados. La Mesa
Directiva de la Cámara del Senado estaba formada por Nicanor Borges, del
Estado Bolívar, como Presidente; M. M. Carrasquero, de Trujillo, Primer
Vicepresidente; Eduardo O. Martínez, de Yaracuy, como Segundo
Vicepresidente. En la Cámara de Diputados: Presidente, Vicente Amengual,
del Estado Bolívar; Primer Vicepresidente, J. M. Irazábal, de Nueva
Esparta; y Segundo Vicepresidente, R. Elizondo, de Yaracuy.
La décima carta constitucional de Venezuela constaba de 122 artículos en
ocho títulos, fue sancionada por el Congreso el 9 de abril de 1891 y
promulgada el 16 de abril por Raimundo Andueza Palacio. En el preámbulo
se expresaba que “esta Constitución suscrita por todos los miembros de
la Legislatura Nacional y con el “cúmplase”, del ciudadano Presidente de
la Republica será promulgada en el Distrito Federal en el día y fecha
inmediatamente que se sanciona”. La Directiva del Senado era:
Presidente, Vicente Amengual, senador por el Estado Miranda; Primer
Vicepresidente, León Colina, del Estado Lara; Segundo Vicepresidente,
Jesús Rojas Fernández, del Estado Los Andes. La Directiva de la Cámara
de Diputados estaba formada por Marco Antonio Saluzzo, diputado del
Distrito Federal como Presidente; Pedro Vicente Mijares, del Estado
Miranda como Primer Vicepresidente; y por el doctor R. López Baralt, del
Estado Zulia, como Segundo Vicepresidente.
La última constitución que se sanciona en el siglo pasado, la décima
primera que tendrá nuestro país, fue decretada por los Representantes
del Pueblo de Venezuela, reunidos en virtud de la convocatoria contenida
en el Decreto Ejecutivo de 1º de enero de 1893, en Asamblea
Constituyente el 22 de junio de 1893 y promulgada por el General
Joaquín Crespo el día 21 de ese mismo mes. Constaba de 162 artículos en
ocho títulos. La Junta Directiva de la Asamblea Constituyente estaba
formada por: Presidente, Feliciano Acevedo, diputado por el Estado
Bolívar; Primer Vicepresidente, P. Febres Cordero, del Estado Miranda, y
Segundo Vicepresidente, General Joaquín Berrío, diputado por el Estado
Carabobo.
Al entrar el nuevo siglo se comienza a trabajar en la primera carta
fundamental de Castro, el que inicia el tiempo de “los andinos en el
poder”. El 26 de marzo de 1901 sanciona la Asamblea Nacional
Constituyente la décima segunda Constitución de Venezuela, formada de
153 artículos en ocho títulos. El diputado por Guayana, General José
Antonio Velutini, era Presidente de la Asamblea; Francisco González
Guinán, diputado por Zamora, Primer Vicepresidente; y Segundo
Vicepresidente el General Francisco Tosta García, del Estado Miranda. El
29 de marzo fue promulgada por el General Cipriano Castro.
La décima tercera Constitución tendrá 137 artículos en ocho títulos y es
sancionada por el Congreso constituyente el 27 de abril de l904. La
Directiva del Senado estaba constituida por: el General José Antonio
Velutini, ahora senador por el Estado Barcelona, Presidente; Arnaldo
Morales, de Guarico, Primer Vicepresidente, y como Segundo
Vicepresidente, M. Tamayo Pérez, del Estado Yaracuy. En la Cámara de
Diputados era: Presidente, J. I. Arnal, de Yaracuy; Primer
Vicepresidente, R. Villanueva Mata, de Nueva Esparta, y Segundo
Vicepresidente, Manuel Modesto Gallegos, del Estado Miranda. Ese mismo
día 27 de abril fue promulgada por el Presidente de la República,
General Cipriano Castro.
Cinco años más tarde será estrenada la primera constitución gomecista,
décima cuarta de Venezuela. El 4 de agosto de 1909 es sancionada por el
Congreso una Carta de 157 artículos en ocho títulos y el siguiente día
es promulgada por el General Juan Vicente Gómez. La plana dirigente del
Senado la constituían: Presidente, Diego Bautista Ferrer, del Estado
Mérida; Primer Vicepresidente, Francisco Esteban Rangel, de Aragua, y
Segundo Vicepresidente, J. Graterol y Morles, de Falcón. En la Cámara de
Diputados eran: Presidente, Alejandro Rivas Vázquez, de Guarico; Primer
Vicepresidente, M. Tamayo Pérez, ahora diputado por Lara; y Segundo
Vicepresidente, Jaime Cazorla, del Estado Zamora.
El 19 de abril de 1914 el “Congreso de diputados plenipotenciarios de
los estados soberanos” sanciona y el doctor Victorino Márquez Bustillos
pone el “ejecútese” al Estatuto Constitucional Provisorio de los Estados
Unidos de Venezuela, que viene a ser el décimo quinto de nuestro país.
Estaba formado de 81 artículos en siete títulos. La directiva del
referido Congreso la componían: Presidente, L. Pérez Bustamante,
diputado plenipotenciario por el Estado Guarico; Primer Vicepresidente,
C. Vicentini, del Estado Bolívar, y Segundo Vicepresidente, Juan
Bautista Esté, de Apure.
Un mes dura en vigencia el Estatuto Provisorio porque la décima sexta
Carta Fundamental es sancionada por el mismo Congreso de diputados
plenipotenciarios el 13 de junio y promulgada por el Presidente de la
República Victorino Márquez Bustillos, el 19 de junio de 1914. Esta
Constitución era de 141 artículos en ocho títulos. La Junta Directiva
del Congreso la formaban ahora: Juvenal Anzola, diputado
plenipotenciario del Estado Portuguesa, como Presidente; Luis Lizarraga,
del Yaracuy, Primer Vicepresidente; y Rafael González Rincones, del
Estado Táchira, Segundo Vicepresidente.
La décima séptima Constitución es de 137 artículos en ocho títulos y es
sancionada por el Congreso el 19 de junio de 1922. La plana que dirigía
el Senado estaba formada por: Presidente, Carlos F. Grisanti, del Estado
Carabobo; Primer Vicepresidente, Juan J. Carrillo Guerra, de Trujillo;
Segundo Vicepresidente, Juan R. Guerra, del Estado Miranda. En la Cámara
de Diputados eran: Presidente, Rubén González, del Estado Táchira;
Primer Vicepresidente, Camilo Arcaya, de Zulia, y como Segundo
Vicepresidente, J. M. Valero, diputado por Guarico. El día 24 de junio
va a ser promulgada por el doctor Victorino Márquez Bustillos.
El 24 de junio de 1925 sanciona el Congreso una Constituci6n de 132
artículos en nueve títulos que será la décima octava del país, y el día
primero de julio es promulgada por el General Juan Vicente Gómez. La
Directiva de la Cámara del Senado era: Presidente, Félix Quintero, del
Estado Táchira; Primer Vicepresidente, Elias Rodríguez, de Monagas, y
Segundo Vicepresidente, M. A. Alvarez del Estado Cojedes. En la Cámara
de Diputados: Presidente, R. Garmendia R., diputado del Estado Lara;
Primer Vicepresidente, J. A. Gonzalo Salas, del Estado Zamora, y Segundo
Vicepresidente, Fabricio Gabaldón, de Trujillo.
La décima novena es la constituci6n de 131 artículos en nueve títulos
que el Congreso decreta el 22 de mayo de 1928 y Juan Vicente Gómez
promulga el día siguiente. Componían la directiva de los senadores:
Presidente, Juan Antonio Guillén, del Estado Portuguesa; Primer
Vicepresidente, Samuel E. Niño, de Zamora; y Segundo Vicepresidente,
Eloy G. González, de Cojedes. En la Cámara de Diputados: Presidente, C.
S. Tamayo, del Estado Lara; Primer Vicepresidente, Pedro 1. González
Penso, también diputado por Lara, y Segundo Vicepresidente, Alejandro
Pietri, de Yaracuy.
En 1929 se estrena otra Constitución, seré la vigésima que se pone en
vigencia en nuestro país, formada de 133 artículos en nueve títulos. El
día 29 de mayo fue sancionada por el Congreso y promulgada por el doctor
Juan Bautista Pérez quién firmaba como Presidente de la Republica. La
Directiva del Senado estaba a cargo de J. A. Pérez Limardo, del Estado
Anzoátegui, como Presidente; Juan Antonio Guillén, Primer
Vicepresidente, y Segundo Vicepresidente, G. Terrero Atienza, del Estado
Apure. En la Cámara de Diputados: Presidente, J. M. Valero, del Estado
Guárico; Primer Vicepresidente, Alejandro Irazábal, de Nueva Esparta, y
Segundo Vicepresidente, Diego Arcay Smith, de Carabobo.
La vigésima primera Constitución Venezolana viene a ser la última del
periodo de Gómez. Compuesta de 131 artículos en nueve títulos fue
firmada por los congresistas el 7 de julio de 1931. Integraban la
directiva del Senado los siguientes nombres: Presidente, Juan E. París,
del Estado Zulia; primer Vicepresidente, Luis Lizarraga, de Yaracuy, y
Segundo Vicepresidente, Rafael González Rincones, de Táchira. En la
Cámara de Diputados: Presidente, J. M. Valero; Primer Vicepresidente, E.
Ocanto, de Monagas, y Segundo Vicepresidente, Alejandro Irazábal. El 9
de julio le fue puesto el “ejecútese” por el Encargado del Poder
Ejecutivo, Pedro Itriago Chacín.
El día 20 de julio de 1936, el General Eleazar López Contreras pone en
vigencia una constitución de 134 artículos en nueve títulos que había
sido sancionada por el Congreso el día 16 de ese mes. Será la vigésima
segunda carta fundamental de Venezuela. En la Mesa Directiva de la
Cámara de Senadores era: Presidente, Pedro María Parra, del Estado
Mérida; Primer Vicepresidente, Jesús R. Rízquez, de Nueva Esparta y
Segundo Vicepresidente, Pedro N. Pereira, del Yaracuy. En la Cámara de
Diputados: Presidente, L. A. Celis Paredes, de Trujillo; Primer
Vicepresidente, Manuel F. Nuñez, de Anzoátegui y Segundo Vicepresidente,
L. F. Vargas Pizarro, del Estado Bolívar.
La vigésima tercera constituci6n es fechada en 1945, es una reforma
parcial que se agrega a la del año 1936. Dicha enmienda fue aprobada por
el Congreso en sus sesiones del año 1944 y va a ser sancionada el 23 de
abril de 1945. El Presidente del Congreso era don Mario Briceño
Iragorry, y el Vicepresidente Rosendo Lozada Hernández. El 5 de mayo la
firma el Ejecutivo encabezado por el General Isaías Medina Angarita.
Al triunfo de la Revolución de Octubre se convoca a elecciones para la
Asamblea Nacional Constituyente que entrega al país una Nueva Carta
fundamental de 253 artículos y 19 disposiciones transitorias en nueve
títulos, el 5 de julio de 1947. Formaban la directiva de la Asamblea los
representantes: doctor Andrés Eloy Blanco, del Distrito Federal, como
Presidente; Jesús González Cabrera, del Estado Cojedes era Primer
Vicepresidente, y segundo Vicepresidente, Augusto Malavé Villalba, del
Distrito Federal. En esa misma fecha, la vigésima cuarta Constitución,
fue firmada por la Junta Revolucionaria de Gobierno que formaban: Rómulo
Betancourt, doctor Raúl Leoni, doctor Gonzalo Barrios, doctor Luis
Beltrán Prieto F., doctor Edmundo Fernández y los Tenientes Coroneles
Carlos Delgado Chalbaud, y Mario Ricardo Vargas.
La vigésima quinta constitución formada de 142 artículos, ocho
disposiciones transitorias, en siete títulos, fue sancionada por la
Asamblea Constituyente el 11 de abril de 1953 y promulgada por Marcos
Pérez Jiménez cuatro días después. La directiva de la Asamblea la
componían: Presidente, Ricardo González C., representante del Estado
Táchira; Primer Vicepresidente, Oscar Rodríguez Grajirena, del Distrito
Federal, y Segundo Vicepresidente, Jesús Guerra Olivieri, del Estado
Sucre.
La vigésima sexta Constitución Venezolana es 1a que actualmente nos
rige, que fue sancionada y promulgada el 23 de enero do 1961, y está
cumpliendo hoy día su primer lustro de vida.
De las veinte y seis cartas fundamentales dos fueron promulgadas por El
Libertador y son las de 1819 y 1821. Dos por el Ilustre Americano
Antonio Guzmán Blanco, dos también por Cipriano Castro. Juan Vicente
G6mez y Victorino Márquez Bustillos firmaron tres cada uno, y Rómulo
Betancourt puso el “cúmplase” en la de 1947 y la del 23 de enero de
1961.
Publicado en el Boletín Semanal de la
División de Personal del Banco Central de Venezuela, enero de
1965)
LA CREACION DEL DISTRITO
FEDERAL
La Provincia de Caracas que estaba formada por los Cantones: Caracas, La
Guaira, Maiquetía, Petare, Guaicaipuro, Guarenas, Ocumare del Tuy, Santa
Lucía, Caucagua, y Río Chico, con cincuenta y nueve Parroquias, recibe
el nombre de Estado Caracas a raíz del triunfo de la Revolución Federal
en el año de 1863.
El veintinueve de febrero de 1864 la Asamblea Constituyente de los
Estados Unidos de Venezuela, bajo la presidencia del doctor Eugenio A.
Rivera, persuadida de la ingente necesidad de fijar el radio de acción
exclusiva del Gobierno Nacional, resuelve: El territorio comprendido
dentro de los Departamentos de Caracas, Maiquetía y La Guaira queda
provisionalmente erigido en Distrito Federal, con la misma competencia
de los Estados.
El ocho de marzo de aquel año firma, Juan Crisóstomo Falcón, Gran
Ciudadano Mariscal Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, en su
Cuartel General de Maracay, un decreto formado de 39 artículos, que fue
refrendado el día siguiente, en la ciudad de Caracas, por el Ministro
del Interior y Justicia, General José Gabriel Ochoa, mediante el cual
organiza el Distrito Federal, divide en tres Departamentos y veintinueve
parroquias o circuitos. El Departamento El Libertador (Caracas) estaba
formado por las parroquias: Catedral, San Pablo, Santa Rosalía,
Altagracia, Candelaria, San Juan, y 1as foráneas: El Valle, La Vega,
Antímano, El Recreo y Chacao.
Al Departamento Vargas (La Guaira) correspondían las parroquias:
Bolívar, Sucre y las foráneas Macuto, Caraballeda, Naiguatá y Caruao. El
Departamento Aguado (Maiquetía) con las parroquias: Maiquetía, Carayaca,
Tarma y Olivares. Cada parroquia tendría su Jefe Civil, y cada
Departamento su Jefe Departamental que dependería del Gobernador del
Distrito Federal.
Otro decreto de la misma fecha organizaba los tribunales, y otro decreto
fijaba los sueldos a ganar por los empleados del Distrito Federal.
El primero de diciembre de 1864 el General Antonio Guzmán Blanco, Primer
Designado de la República dicta un decreto disponiendo que el Distrito
Federal sería gobernado por el Ministro del Interior. Al frente de cada
Departamento estaría un Prefecto dependiendo del nombrado Ministerio.
Así se mantendrá la situación hasta el veinticinco de octubre de 1867,
cuando un decreto del Mariscal Falcón crea la Gobernación del Distrito
Federal.
El Congreso Nacional, presidido por Antonio Leocadio Guzmán y Victor J.
Diez, emite el seis de junio de 1865 un decreto, atendiendo la solicitud
hecha por el Estado Bolívar y disponía que “si la conveniencia pública
lo exigiere, el Ejecutivo Nacional podrá trasladar transitoriamente el
Distrito Federal a cualquier parte de la Unión, y podría también el
Ejecutivo reducirlo hasta lo que fuera conveniente.
El treinta y uno de octubre de 1867 el Presidente de la República Juan
Crisóstomo Falcón teniendo en cuenta el Acuerdo de la Asamblea
Constituyente de la Federación de 29 de febrero de 1864 y el decreto del
Congreso de 6 de julio de 1865 firma un decreto de cincuenta y cuatro
artículos organizando nuevamente el Distrito Federal, formado con los
mismos Departamentos y Parroquias en l864. En cada parroquia habría un
Inspector Parroquial dependiente del Prefecto del Departamento. En el
Departamento Libertador existiría además un Inspector Departamental,
nombrado por el Gobernador , dependiente inmediato del Prefecto.
A raíz del triunfo de la Revolución Azul de los Monagas en 1868, los
tres Departamentos del Distrito Federal fueron integrados al Estado
Bolívar. Tales Departamentos tendrían un Jefe Civil, dependientes del
Gobierno del Estado que estaba radicado en la ciudad de Petare.
El veintisiete de abril de 1870, al llegar a Caracas triunfante la
llamada Revolución de Abril, Antonio Guzmán Blanco, General en Jefe de
los ejércitos de la república quien se dice investido con la “única
jurisdicción que es posible en la situación actual de la república” a
nombre de los pueblos y de los ejércitos armados en defensa de la
soberanía nacional decreta desconocidas por la Revolución Federal todas
las elecciones, leyes, contratos, decretos, resoluciones y de actos
expedidos desde el veintiocho de junio 1868 hasta ese día. De ese modo
vuelve a existir el Distrito Federal y el Jefe Civil que estaba al
frente dependería del Ministerio del Interior.
El diez y siete de junio de 1872, un decreto de ocho artículos del
General Antonio Guzmán Blanco, refrendado por el Ministro del Interior y
Justicia Diego Bautista Urbaneja, declara provisionalmente Distrito
Federal la Ciudad de Caracas y las poblaciones comprendidas en el
Distrito Libertador. De acuerdo al artículo 4 de dicho decreto el
Presidente de la Republica administrará el Distrito Federal, inmediata
y directamente por medio de un Gobernador de su libre elección.
Otro decreto de esa misma fecha, formado de veintinueve artículos en
ocho títulos, organiza al Distrito Federal el cual queda comprendido por
las parroquias: Catedral, San Pablo, Santa Rosalía, Candelaria,
Altagracia, San Juan, Chacao, El Recreo, El Valle, La Vega, y Antímano.
Mediante el artículo 19, en lo relativo a la legislación Civil, Penal y
al procedimiento de los juicios, regirán en el Distrito Federal las
leyes que estaban vigentes para el veintiocho de junio de 1868 y las que
se expidieran a partir del 27 de abril de 1870. Además del Gobernador
existiría un Prefecto.
(Publicado en el Boletín Semanal de
la División de Personal del Banco Central de Venezuela, Caracas,
viernes 2 de octubre de 1964)
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