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EN TORNO A NUESTROS LÍMITES CON GUAYANA  

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            La prensa ha venido publicando noticias y comentarios relacionados con las gestiones que el Gobierno Nacional realiza, ininterrumpidamente desde 1962, con el Gobierno de la Gran Bretaña en solicitud de un trato justiciero en cuanto a los límites de nuestro país con la Guayana Inglesa. Pensamos que no está demás repetir las fechas y hechos que motivan las actuales gestiones a fin de que la población toda conozca las causas y justos derechos que a Venezuela pertenecen.

 

            No fue por descubrimiento que los ingleses llegaron a establecerse en tierras que lindan con nuestro país. Desde 1597 existían fundaciones holandesas. Es a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX cuando los ingleses logran afianzar su dominio y guiados por espíritu colonialista comienza sus embestidas contra nuestra patria. Para 1828 según un derrotero marítimo  publicado en Londres, el territorio de Guayana Inglesa se extendía desde el río Corentín hacia el nordeste hasta el Esequibo. A un viajero prusiano Robert H. Schomburgk dan la misión de explorar a la Guayana Inglesa, el cual prepara el mapa en 1835, existente en los archivos de la Royal Geographical Society de Londres, cuyas líneas son casi coincidentes (tan solo nos quitaba 4.920 kilómetros cuadrados) con la reclamada por Venezuela, y muy diferente a la que presentan como línea Schomburgk en 1840 que partía desde Barima por los ríos de Amacuro y Cuyuní hasta la montaña de Roraima y con la cual Perdía nuestro país unos 141.930 kilómetros cuadrados, algo más de la mitad del territorio que consideramos propio.

 

            En 1844, a raíz de las gestiones del doctor Alejo Fortique, el ministro de Inglaterra Lord Aberdeen (George Hamilton Gordon, conde de Aberdeen) propone una extremadamente ambiciosa línea divisoria que empezaría en la desembocadura del río Moroco y de allí  directo a la unión del Guaima con el Barama para seguir por el curso de éste último hasta el Aunama llegando a la confluencia del Acarabisí  con el Cuyuní y por el margen de éste hasta las cercanías de la montaña Roraima donde se dividen las aguas que van al Esequibo de las que van al Río Branco.

 

            Los descubrimientos de oro del Yuruary en 1857 y hierro y otros minerales más tarde, fueron motivos de otros intentos de penetración inglesa en la Guayana Venezolana. Para 1881 la línea Schomburgk había sido modificada haciéndola avanzar en dirección al poniente, en tal forma que abarcaba toda la Hoya del Cuyuní hasta muy cerca de las riberas del Caroní.

 

            Por su parte Venezuela nunca ha aceptado las pretensiones  de usurpación de su territorio por la Gran Bretaña y si no se logró en tiempo pasado una línea justa se debió, en gran parte, a la circunstancia de ser el nuestro un pequeño país de escasa población debilitada por las continuas luchas civiles y permanente inestabilidad del sistema de gobierno.

 

             De acuerdo al principio del Utis Posidetis Juris, a Venezuela le corresponde el territorio de la Capitanía General de Venezuela creada por  Carlos III por la Real Cédula del 8 de septiembre de 1777, como fue reconocido  por el Tratado de Münster, celebrado entre España y Holanda en 1648 y cual lógicamente quedó ratificado por Inglaterra cuando en 1825 se firma el Tratado de Amistad Colombo-Británico y el reconocimiento de nuestra independencia.

 

            En 1844 propusimos primeramente la genuina línea divisoria entre Guayana Venezolana (antigua Guayana Españolas) y la Guayana Inglesa (antigua Guayana Holandesa), es decir, el curso del río Esequibo; viendo la negativa británica y guiados por el deseo pacifista se presenta una frontera de transición: por el río Moroco hasta el cerro de Imataca, de aquí directamente atravesando el Cuyuní hasta llegar donde se dividen las aguas que van al Esequibo de las que van al río Branco.

 

            En 1887 se rompió relaciones con Inglaterra y se apeló a Estados Unidos para que hicieran valer su Doctrina Monroe porque el año anterior la Gran Bretaña procedió a establecer puestos avanzados en muchos puntos de la línea existente como frontera provisional. Brasil y Perú intervinieron ante la Santa Sede en 1887 y 1895 en busca del sometimiento a arbitraje del problema venezolano-británico, y  Estados Unidos hizo importantes gestiones con ese mismo fin. Sin embrago es muy poco lo logrado, ya que fue verdaderamente leonino el Tratado de arbitraje que Venezuela fue obligado a firmar en Washington, el 12 de febrero de 1897.

 

            Dos años más tarde, el 3 de octubre de 1899 será la consumación de la más censurable usurpación perpetrada por Gran Bretaña, cuando se lleva a cabo la firma, en la ciudad de París, del Laudo Arbitral viciado e inválido porque los mapas presentados por aquel Reino habían sido  anteriormente adulterados, y basado en vulgar chantaje no permiten que nuestro país figurara entre los miembros del jurado. Ese laudo que nos quitó más de ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados de territorio, no ha sido ni podrá ser  aceptado jamás porque fue obra de la coacción, la malicia y el prejuicio. Constantemente se ha estado pidiendo la revisión del malhadado Laudo de la injusticia y hoy día el Gobierno y Pueblo de Venezuela confía y espera se haga justicia devolviéndole el territorio usurpado.

(Fue publicado en el diario La República, Año V, Nº 1559, Caracas,

               miércoles 25 de agosto de 1965, página 6)

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            FEDERALISMO  EN  VENEZUELA       volver a temas de historia

            “Cuanto más admiro la excelencia de la Constitución Federal de Venezuela, tanto más me persuado de la imposibilidad de su aplicación a nuestro estado”

                                                                               Simón Bolívar

 

 

            Ciertamente la elección de gobernadores y de alcaldes aparece como prueba de la implantación del federalismo en nuestro país; sin embargo, da la impresión que el ensayo no apunta hacia el final exitoso por cuanto nace adoleciendo de un abultado conjunto de debilidades que de no ser corregidas, más temprano que tarde, la cosecha del caos, empobrecimiento general y anarquía podría sobrevenir a nuestra amada Venezuela.

 

            Me cuento entre los convencidos de que la instauración de un régimen federal con esperanzas de funcionalidad práctica, que pueda representar la “mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”, requiere ingentes cambios con respecto al sistema que se desea suplantar. Es aventurado pasar de un centralismo de vigencia centenaria a una situación nueva, sin incorporar las modificaciones previas necesarias. Si se piensa en lo funcional que el federalismo resulta en otros países (por ejemplo en Estados Unidos de Norteamérica), sería aconsejable tomar en consideración las peculiaridades, semejanzas y diferencias existentes entre ellos y nosotros. Parece indispensable una nueva división territorial, pensada en base al esquema a instituirse y una modificación sustancial en la composición, tareas y competencias del Poder Legislativo.

 

            Con relación a la división territorial, es más que necesario reducir el excesivo número de Estados, el cual no debería superar al resultante del estudio que hace algunos años elaboraron expertos sobre la regionalización en Venezuela. Valga recordar que nunca en toda su larga historia nuestro país ha tenido tantos Estados como los reconocidos hoy día, por ejemplo la Constitución promulgada el 27 de abril de 1881 dividía a Venezuela en nueve Estados (de Oriente, Guzmán Blanco, Carabobo,  Sur de Occidente, Norte de Occidente, Los Andes, Bolívar, Zulia y Falcón) la cual se mantendrá casi invariable por el tiempo de veinte años. La Constitución que se sanciona el veintisiete de abril de 1904 trae la siguiente división territorial: trece Estados (Aragua, Bermúdez, Bolívar, Carabobo, Falcón, Guárico, Lara, Mérida, Miranda, Táchira, Trujillo, Zamora y Zulia), el Distrito Federal (al cual se da una mayor extensión y queda integrado por los Departamentos: Libertador, Vargas, Guaicaipuro, Sucre y la Isla de Margarita) y cinco territorios federales (Amazonas, Colón, Cristóbal Colón, Delta Amacuro y Yuruary). Esta división durará cinco años.

 

            En lo que respecta al Poder Legislativo, parece impropio no pensar en sustanciales modificaciones, en cuanto a su composición y atribuciones. El Congreso Nacional venezolano lo conforman actualmente unos doscientos cincuenta legisladores principales (se podría decir que es algo así como la mitad del número del parlamento norteamericano; pero Estados Unidos tanto en territorio como en población supera por más de diez veces las cifras venezolanas), y será mayor si en el futuro inmediato se mantiene la proporción del cálculo en base a la población total. El nuevo Congreso Federal, en cuanto al número de sus integrantes no debería superar el centenar y sus atribuciones, evidentemente, no pueden continuar siendo las mismas. A las asambleas legislativas regionales es preciso  demarcarles sus atribuciones en el nuevo esquema. Muchas veces se ha criticado lo crecido del número de sus integrantes. El exceso siempre produce rendimientos decrecientes, improductividad e ineficiencia; por lo tanto una asamblea debería estar constituida por un representante de cada municipio autónomo que conforme la región, más los adicionales para corregir la disparidad poblacional existente entre los mismos.

 

            Los cambios deberían responder a sinceros deseos de mejoramiento para toda la sociedad y no a caprichos o circunstancias pasajeras. Apropiándose de las sabias palabras dichas por nuestro Libertador, se puede repetir que en la elaboración de la Constitución Federal se consultó más “el espíritu de las provincias, que la idea sólida de formar una república indivisible”.

(Fue publicado en el diario El Universal, Caracas, jueves 25 de febrero de 1993, página 1-5)

 

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REELECCIÓN, ELECCIÓN Y CAMBIO             

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El proceso electoral efectuado debería ser la oportunidad de iniciar el cambio que, de tanto ser pregonado por quienes conforman la opinión pública, da la impresión de que era una cosa esperada por la gran mayoría y conveniente para Venezuela; sin embargo, me cuento entre los convencidos de la presencia de una gran confusión en cuanto al tipo y magnitud del cambio que necesita operarse en nuestra patria para emprender un camino seguro de superación y progreso general.

 

No se requiere simplemente una sustitución de la persona del Presidente ya sea del Poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial. Debe ser algo más. También deben ser sustituidos todos los demás funcionarios que no hayan cumplido en forma productiva con el desempeño y responsabilidades para los cuales fueron encomendados. Se hace obligante reconocer que el Poder Legislativo tanto nacional como a los demás niveles se ha caracterizado por una ineficiencia e incapacidad tan marcada que es un lugar común destacar las fallas e irregularidades de nuestros instrumentos legales. La vocinglería y pantallerismo de muchos congresistas o asambleístas ha reemplazado la elaboración de nuevas leyes o modernización y mejoramiento de las obsoletas o poco funcionales en la Venezuela actual; cuestión esta que nos luce de primera importancia en el orden de prioridades que debería guiar la labor de los legisladores. Es en verdad deprimente oír lamentaciones por la carencia o defectos de las leyes, en boca de funcionarios que están o esperan formar parte de la nómina de legisladores jubilados.

 

Estoy persuadido de que cuando nosotros, los habitantes de “esta tierra de gracia” asumamos el compromiso de ser más eficientes, productivos y responsables en la búsqueda del bienestar para la colectividad, aminorando la dependencia del resto del mundo, estaremos en el sendero que con seguridad nos llevará a la construcción de un país del cual estarán orgullosos nuestros descendientes. Por lo tanto, el cambio necesario debe comenzar a operarse en nosotros mismos, en modificar la óptica que ha regido el comportamiento personal hasta el presente. Practiquémosnos, sin poses preconcebidas, un examen introspectivo que permita elevar la autoestima y reducir la admiración por lo ajeno.

 

La reelección debe ser algo así como un premio al funcionario que ha satisfecho las expectativas creadas al momento de llevarlo por primera vez a una posición; pero no debería ser recibida por el sujeto beneficiario de la misma como oportunidad para regodearse y buscar justificaciones que lo hagan sentirse relevado de la obligación de cumplir cabalmente una misión positiva. Los electores debemos ser cuidadosos y pensar en el futuro de la patria, teniendo bien claro las consecuencias perniciosas que caerían sobre todos a causa de una equivocación de nuestra parte. Es verdaderamente injusto premiar con la reelección a quienes no supieron cumplir sus compromisos. Por ejemplo, muchos legisladores durante el período que culmina desaprovecharon la oportunidad de sancionar buenas leyes, hasta el extremo que demostraron su impotencia al tener que delegar en un ejecutivo provisional y con tiempo extremadamente escaso, las delicadas funciones que le están asignadas por la Constitución Nacional.

 

Resulta por demás lamentable que, sabiéndose la improductividad y los rendimientos decrecientes ocasionados por el número excesivo de miembros principales en el Poder Legislativo, no se haya acordado reducir (por ejemplo a un centenar) la cifra de parlamentarios en el Congreso Nacional. Esa nómina aceleradamente creciente de legisladores activos y jubilados representa una absorción de recursos presupuestarios de tal magnitud que también contribuirá a dificultar la aspirada reducción de los gastos corrientes del sector público. Parecida es la reflexión, cuando pensamos en las asambleas legislativas o en los niveles del Poder Municipal.

 

El momento es por demás propicio para colocar a Venezuela en rumbo hacia el progreso y bienestar colectivo. A cada uno de nosotros correspondió con la fuerza de su voto y el comportamiento ejemplar, sereno y responsable, ayudar a nuestra patria a salir del atolladero en que actualmente se encuentra y conducirla hasta el nivel que se merece en razón a sus recursos y el bagaje trascendental de su historia.

(Fue publicado en el diario El Universal, Caracas, miércoles 29 de diciembre de 1993, página 1-5)

 

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Uno de los personajes del 19 de abril de 1810:

EL CANÓNIGO CORTÉS DE MADARIAGA EN LA GUAIRA                      

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            Estamos en 1997 a ciento noventa y cinco años de un momento trascendente en la historia religiosa y política de Venezuela, como resultó ser la fijación de residencia en nuestro país de un singular sacerdote y doctor en los derechos Civil y Canónico, que había nacido en Santiago de Chile el 8 de julio de 1766 hijo de Francisco Cortés Cartavia y de doña Mercedes Madariaga y Lecuna. Estudió en el Seminario de su lugar natal, ordenado sacerdote en 1788 y doctorado en la Universidad de San Felipe (Chile).

 

            El sacerdote chileno, Dr. Don José Cortés de Madariaga, llegó a La Guaira a último de agosto de 1802 procedente de España, desde donde había embarcado el doce de abril de ese año, con el nombramiento otorgado en una Real Cédula fechada el 17 de agosto de 1800 para el cargo de Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Santiago de Chile; pero no habiendo podido arribar a su destino el barco que lo conducía se vio obligado, por contrariedad de los vientos, a hacerlo en este puerto venezolano. Así lo participa al Obispo, el doctor Manuel Vicente Maya, Cura Rector de la Iglesia de dicho Puerto, en escrito fechado el 19 de septiembre de 1802, en el que también informa que el citado doctor Cortés de Madariaga no ha presentado sus credenciales, ni celebrado en todo ese tiempo, pero por su trato parece sujeto de mucho juicio y habilidad.

 

            El doctor Maya expresa que ya le ha insinuado la conveniencia de presentarse personalmente en Caracas ante la máxima autoridad eclesiástica y el doctor Cortés Madariaga le ha respondido que lo hará. Sin embargo transcurren los días y en el palacio del Obispado no se registraba la visita ni noticias que directamente hiciera el citado personaje.

 

            El 24 de septiembre de 1802 el Obispo participa al Vicario Foráneo de La Guaira que no ha recibido nada del Padre Cortés de Madariaga y por lo tanto corresponderá al Padre Maya procurar hacerle alguna demostración prudente de su falta, y expresamente le instruye que en caso de que pretenda celebrar le hará ver que ya en él como Vicario ha cesado la facultad de permitírselo por estar limitado sólo al tiempo suficiente mientras ocurría a oficina de la Curia, según lo dispuesto en la constitución de este Obispado. Cuando ya había pasado más de un mes de la permanencia en el pueblo del Puerto de La Guaira, del citado sacerdote chileno, el 6 de octubre de 1802, el doctor Maya participa al Obispo que el doctor don José Cortés de Madariaga le ha contestado que no ejecutó lo sugerido al principio “porque pensaba el Capitán del barco seguir otra vez su destinmo, en cuyo caso apenas habría de permanecer aquí muy pocos días; pero que después de variada aquella primera determinación concibió desde luego la de pasar en persona a presentarse a V.S.I., que de un día para otro por varios accidentes se ha ido difiriendo; pero el lunes próximo tendrá el honor de besar la mano de V.S.I., mediante el favor de Dios. Entre tanto él no ha celebrado, ni lo ha pretendido, por cuyo motivo no se ha llegado la ocasión de hacerle ver la licencia concedida al efecto por V.S.I”. (Este documento se conserva en la Sección de Parroquias del Archivo Arquidiocesano de Caracas).

 

            El Padre Cortés de Madariaga, como queda dicho en los párrafos anteriores, permaneció en La Guaira todo el mes de septiembre y buena parte de octubre. Aunque no tiene en ese tiempo ningún desempeño pastoral, sí tuvo la oportunidad de hacer relaciones personales y demostrar sus dotes y bien cultivada inteligencia. Quebrantos de salud le retrasaban su aspiración de seguir hacia su tierra natal, por lo que llega a la conclusión de fijar residencia permanente en nuestro territorio. En la Catedral de Caracas estaba vacante una Canongía desde el fallecimiento, en noviembre de 1802, del señor doctor don Pedro de Jesús Paredes, quien había tomado posesión el 4 de julio de 1801 porque su predecesor inmediato en el cargo, el doctor Domingo Lander, fue designado en la dignidad de Tesorero. El Rey accedió a otorgarle este cargo, anulándose el nombramiento que antes se le había dado para la Canongía en Santiago de Chile. El Cabildo Eclesiástico de Caracas da cuenta el 28 de junio de 1803 del nombramiento, la colación, profesión de fe, juramento y toma de posesión de la ya citada Canongía.

                                              

El desempeño sacerdotal del padre José Cortés de Madariaga en nuestro país no fue sobresaliente, desde el punto de vista enteramente religioso, dándose como justificación las afecciones de su estado de salud. Pero políticamente tuvo una figuración de primer orden en los acontecimientos del 19 de abril de 1810. Formará parte de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII como representante del Clero. Por disposición de dicha Junta el 21 de diciembre de 1810, viajará a Nueva Granada a una Misión Diplomática ante el gobierno de aquel Estado presidido por Jorge Tadeo Lozano. En mayo de 1811 firmará en Bogotá un Tratado de Alianza y Federación entre Cundinamarca y Venezuela. Desempeñará otras varias funciones hasta 1812, cuando es egresado, junto con otros destacados y meritorios patriotas. Nuevamente será visto el Padre Cortés de Madariaga en La Guaira, puesto que será remitido a España y de allí a un presidio en África de donde logra fugarse y encontrar protección de los británicos.

           

La Canongía en la Catedral caraqueña que le había sido asignada al Padre Cortés de Madariaga quedará sin titular durante varios años. El Cabildo Eclesiástico de Caracas acuerda primero considerarle ausencia injustificada, luego el 30 de junio de 1817 el Gobernador del Arzobispado declara vacante la Canongía de la Merced en la Iglesia Metropolitana y dos años más tarde, el 6 de junio de 1819, se nombra como nuevo titular al benemérito Justo Buroz.

 

            El Padre José Cortés Madariaga tendrá una agitada vida, compartiendo sus ideales religiosos con los postulados de libertad e igualdad política en nuestro Continente hasta el final de su vida terrena. Precisamente, el 26 de marzo de 1826 la Gaceta de Colombia da la noticia de su muerte ocurrida en Río Hacha, Colombia.

(Fue publicado en el diario Abril, Caracas, 18 de abril de 1997, página 6)

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A 200 años de su movimiento revolucionario:

EL  PÁRROCO  DE  LA  GUAIRA  JUNTO  CON  GUAL  Y  ESPAÑA

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            Se está cumpliendo el segundo centenario de un acontecimiento de trascendental importancia para la historia venezolana y la consolidación de nuestra nacionalidad, representada en el que ha sido reconocido como el principal gesto independentista registrado hasta ese entonces, en las colonias americanas. Precisamente en el mes de julio de 1797 fue descubierto el movimiento revolucionario que encabezaban don Manuel Gual, capitán retirado del Batallón Veterano de Caracas, y don José María España, Justicia Mayor de Macuto, ambos naturales y residentes de La Guaira, como consecuencia de la delación que hacen ante el gobernador y capitán general, don Pedro Carbonell, tres barberos de oficio nombrados Francisco Javier León, Juan José Chirinos y Juan Antonio Ponte, aconsejados por el doctor Juan Vicente Echeverría y don Domingo Lander.

 

            Las autoridades coloniales desataron una feroz persecución y captura de todos los conjurados y los considerados como cómplices. Además de don Manuel Gual (hijo de don Mateo Gual y doña Josefa Inés Curvelo) y don José María España (hijo de don José de España y doña Ana Astasia Rodríguez), otros cinco fueron también condenados a muerte y ejecutados en La Guaira y Caracas. Los demás a presidio, destierro, multas, confiscaciones, etc., siendo de notar de que entre los comprometidos en la Revolución había 25 europeos, 49 criollos, eran 39 blancos y 33 de color (no considerado a los dos señores cabecillas del movimiento), en cuanto a sus ocupaciones se tenían 13 oficiales, sargentos, cabos y soldados del Batallón Veterano, 2 oficiales ingenieros, 28 de milicias, 6 empleados de rentas, 23 vecinos y artesanos y dos eclesiásticos.

 

            En el contenido de las “Ordenanzas” elaboradas para ese movimiento emancipador, se referían aspectos religiosos de importancia. (Por ejemplo, citaré dos de ellas: “11 –Todos los eclesiásticos, iglesias y comunidades de religiones y religiosos gozarán sus rentas como antes de la Revolución… 13 –Serán tratados con respecto y veneración los Templos, las Imágenes de Jesucristo, María Santísima y los Santos, y todos los sacerdotes, contra los cuales, cualesquiera insulto será castigado de rigor”). Ello pone de relieve la participación influyente de los presbíteros Juan Agustín González Tello, cura párroco de La Guaira y del Capellán don Tomás Sandoval. Por eso serán sentenciados el primero de junio de 1799, confiscándosele sus bienes y su expulsión y extrañamiento perpetuo a España, principalmente el primero de los curas nombrados.

 

            El citado padre González Tello ejercía como cura párroco titular de La Guaira desde el segundo semestre de 1795 (cuando recibió esa Iglesia de manos del presbítero don Domingo de Lugo, quien había venido desempeñándose como cuta interino), por cuanto había ganado el concurso realizado el 5 de enero de 1795 para cubrir la vacante existente en la Iglesia Parroquial del Puerto de La Guaira, luego que su titular, el doctor Baltasar Marrero, fuera promovido para la Iglesia de La Candelaria en Caracas. Desempeñará cumplidamente hasta julio de 1797, cuando será suspendido de sus actividades y recayendo esa responsabilidad parroquial en el doctor Manuel Vicente Maya, como Cura Coadjutor. Éste pasará a ser titular a partir de junio de 1799, al confirmarse la ejecución de la sentencia condenatoria para el padre Juan Agustín González Tello por su activa participación en el insigne movimiento revolucionario de Gual y España.

 

            El presbítero y doctor Juan Agustín González Tello había nacido en el pueblo de La Victoria el año de 1750. Estudió en la Universidad y obtuvo los grados de Bachiller en Filosofía, y en Derecho Civil, y el de doctor en Cánones. Sirvió interinamente la Cátedra de Leyes. Había sido encomendado en varios asuntos del Tribunal Eclesiástico y del Santo Oficio. Ejerció por tiempo de cinco años los Ministerios de Subdiaconado y Diaconado en las iglesias de los conventos de religiosas de la ciudad de Caracas. El 29 de mayo de 1779 se le confirió el sacro Presbiterado y desde entonces obtiene Licencia de Confesar y Predicar. Coadyuvó en tiempo de peste al cura del pueblo El Valle en la administración de los Sacramentos. El 15 de febrero de 1780 fue nombrado Cura Coadjutor del Pueblo de Güigüe y sirvió cumplidamente el Curato hasta el 9 de agosto de 1784, habiendo también contribuido con sus rentas para algunos adornos y alhajas de aquella Iglesia. El 29 de noviembre del mismo año se le confirió en propiedad el Curato del Pueblo de San Rafael de Orituco y lo atendió hasta el 2 de marzo de 1790 en que fue promovido al pueblo de El Sombrero, donde permanecía para el momento de la provisión de la vacante en La Guaira.

 

            El padre Juan Agustín González Tello, tuvo un ejercicio de corta duración en la parroquia guaireña, pero a doscientos años de la tentativa emancipadora encabezada por los excelsos patriotas Gual y España, se mantiene vigente en la memoria de los venezolanos amantes de la justicia y la verdad.

(Fue publicado en el diario Abril, Caracas, 6 de junio de 1997, página 6)

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LA  GUERRA  A  MUERTE  EN  MAMPORAL

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El coronel Juan Bautista Arismendi, quien había llegado a Caracas en los primeros días de noviembre de 1813, a principios de diciembre fue nombrado Gobernador militar de la ciudad de Caracas por ausencia del general José Félix Rivas; inmediatamente recibió orden de marchar a Barlovento con una columna de hombres para reforzar las acciones del Teniente Coronel Francisco Bolívar Aristiguieta, el cual había sido enviado en septiembre de ese año a cooperar con algunas unidades de las Tropas de Oriente contra partidas de realistas que operaban en los pueblos de Panaquire, Mamporal, Río Chico y otros de la zona. Había sucedido que, aprovechando la salida de las tropas hacia el Guárico, el occidente y el sitio de Puerto Cabello, estalló la rebelión denominada de los esclavos en los valles del Tuy y Barlovento, atizada por gran número de españoles.

Valga recordar que también en noviembre había sido destacado el Comandante Manuel Echandia con un campo volante hacia Ocumare a perseguir unas facciones alzadas. En la población de Santa lucía se reunieron las fuerzas comandadas por Arismendi y Echandia y siguieron adelante. Frente a Panaquire, a tres leguas de Caucagua, se dio un combate sangriento en la hacienda Moreno, resultando un fracaso para las fuerzas patriotas que se ven obligadas a huir ante la resistencia y acometidas de los realistas barloventeños capitaneados por Juan José Navarro (joven bizarro hijo de don Silverio Galarraga), secundado por el hacendado Francisco Molinar y con Triano que mandaba la artillería. Ese descalabro alborotará en lo sucesivo las ansias de venganza en el Comandante Arismendi, que se reflejará en los actos de crueldad y desolación que caracterizarían su campaña en la zona barloventeña.

Los pobladores del caserío y valle de Mamporal habían experimentado, en tiempo pasado, las graves y dolorosas consecuencias originadas por la revolución de los curieperos, también los efectos de la entrada de Monteverde, al igual que las represalias y enfrentamientos como reacción a los alzamientos iniciados el 24 de junio de 1812 y del 10 de septiembre de 1813, con escenario en la región de Barlovento. Estos últimos movimientos citados fueron sofocados por el comandante Francisco Montilla.

A la llegada, a mediados del mes de diciembre de 1813, del coronel Juan Bautista Arismendi con sus aguerridas tropas, los habitantes de Mamporal no presentan un frente para la batalla; pero tampoco responden favorablemente a las demandas del grupo combatiente, por cuanto se los imposibilitaba la situación de penuria y empobrecimiento que se vivía en la comarca, derivada de la constante agitación, las malas y menores cosechas de cacao de los últimos años. De todos modos, como de buena parte de sus habitantes se sabía que eran afectos a la causa del Rey, se exacerban en mayor grado las ansias de venganza destructora y la crueldad de las tropas que han llegado.

La suerte de Mamporal será peor a las de algunos otros poblados y a todas sus casas las abrazará el fuego intencional. La población estará obligada a dispersarse y huir despavorida. El sacerdote titular, Presbítero don Juan Pedro Velásquez, quien para ese momento también ejercía un interinato en la parroquia de Jesús, María y José se refugiará, con las imágenes religiosas y algunas pertenencias del templo mamporaleño, en la iglesia del cercano pueblo de Tacarigua. Desde allí y de otros lugares en los que será ahora su ineludible peregrinar, escribirá memoriales de información sobre tales particulares.

El 26 de diciembre de 1813, tal como fue publicado en la Gaceta de Caracas, regresaba  el coronel Juan Bautista Arismendi con sus quinientos hombres proclamando haber hecho desaparecer la facción que alteró la paz en Barlovento, quedando ahora tranquilos los pueblos de Panaquire, Mamporal, Río Chico y demás de aquella jurisdicción. Vale señalar sobre este asunto que, precisamente, un Boletín del Ejército Libertador firmado por el Mayor General Tomás Montilla, Secretario de Guerra, con fecha 11 de enero de 1814, daba cuenta que en los valles de Macayra, Mamporal y Río Chico “ha habido movimientos fomentados por Canarios, y cuyo resultado ha sido el suplicio de más de cien bandidos. El coronel Arismendi y las tropas que estaban a sus órdenes, han disipado esta facción”.

El paso de la Guerra a Muerte con las tropas capitaneadas por el Coronel Juan Bautista Arismendi, significó la conversión en cenizas a las casas que conformaban el pueblo y el templo parroquial de Mamporal; igualmente la dispersión momentánea de sus laboriosos habitantes. Por ejemplo, para el año 1812 la población de Mamporal totalizaba 531 personas y estaba conformada por 43 blancos, 47 indios, 189 pardos libres, 54 negros libres y 228 esclavos. Según el censo que firma el párroco Juan Pedro Velásquez, el 3 de junio de 1813 se había reducido en más de la mitad y solamente llegaba a doscientos cuarenta habitantes, discriminados en: 25 españoles, 29 indios, 26 mestizos y 157 para las demás castas.

Cuando concluye el largo período del desastre representado por la llamada Guerra a Muerte, comienza verdaderamente el renacer de Mamporal con sus calles, casas habitadas y su animada vida pueblerina. Es así que para el año 1818 registra un total de trescientas dieciocho personas en los cuales se encuentran 11 españoles, 7 indios, 82 pardos libres, 15 negros libres, y 203 esclavos que constituyen la feligresía de Mamporal declarada por don Juan Pedro Velásquez, su párroco titular desde el mes de agosto de 1804. 

(Fue  publicado en el diario La Religión, Caracas, sábado 2 de febrero de 2002, página 10)

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LA GUERRA FEDERAL EN MAMPORAL

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A la Guerra Federal (también designada “Guerra Larga”, “Guerra de los cinco años” o “Revolución Federal”), le es reconocido su inicio el día domingo 20 de febrero de 1859 cuando el comandante Tirso Salaverría, seguido de cuarenta hombres, asalta con éxito el cuartel de la ciudad de Coro, se apodera de novecientos fusiles y lanza el “Grito de la Federación”. Su culminación es el 24 de abril de 1863, fecha en que el general Antonio Guzmán Blanco, Jefe de los Ejércitos Federales del Centro, en nombre de Falcón, se entrevista en la localidad de Coche (en las cercanías de Caracas) con el doctor Pedro José Rojas, delegado de Páez, firman el llamado “Tratado de Coche” donde convienen en reunir una Asamblea, ante la cual renunciará Páez, y Falcón asumirá el mando. (El 17 de junio se reúne dicha Asamblea en La Victoria y el 24 de julio el general federalista Juan Crisóstomo Falcón entra triunfalmente en Caracas y es electo Presidente de la República).

La señalada como Revolución Federal fue esencialmente una guerra de guerrillas que dejó una secuela de pobreza y descomposición social. Cuando sus actores ejercen el gobierno no logran corregir muchas de las fallas precedentes ni satisfacer las expectativas de bienestar colectivo que tanto se esperaban. Por eso es que el general federalista José Loreto Arismendi (1825-1870) se quejaba, tiempo después, diciendo: “...luchamos cinco años para sustituir Ladrones por Ladrones, Tiranos por Tiranos...”

Buena parte del territorio nacional fue escenario de la acción bélica (aunque regiones enteras como los Andes, Guayana y el Zulia se mantuvieron al margen de la lucha). En esta oportunidad circunscribiré las referencias a los acontecimientos registrados, especialmente, en la jurisdicción territorial del actual Municipio Autónomo Buroz (Mamporal) del Estado Miranda, localizado en el centro de la región barloventeña.

Por cierto que los Valles del Tuy y Barlovento estarán involucrados desde el principio en la Guerra Federal, porque muchos de los insurrectos caraqueños de los primeros días de marzo de 1858 (los cuales se confundirán luego entre los federalistas) se habían desplazado hacia aquellas regiones para aprovechar el descontento e incorporar a los pobladores en sus planes políticos. Los enfrentamientos bélicos escenificados en territorios de Barlovento y los Valles del Tuy se incrementarán con las consecuencias de los sucesos, registrados en Caracas el 2 de agosto de 1859, conocidos popularmente como “la sampablera”; porque en Barlovento, en esos momentos, el federalista coronel Pedro Tomás Lander contaba con un cuerpo de más de mil hombres.

Valga recordar que entre los días 16 y 26 de enero de 1859 fuerzas del gobierno, de las destacadas para someter a los movimientos de insurrección existentes en Barlovento, al mando de Rafael Capó, Jorge Southerland (quien se enseñoreará con propiedades, haciendas y trapiche en tierras situadas en la jurisdicción de Mamporal atravesadas por el camino real que llevaba hacia Río Chico) y Eduardo Madriz, se adueñaron primero de Río Chico, luego de Mamporal y Tacarigua; pero seguidamente abandonaron los territorios de dichos poblados ante el inminente peligro que significaba la arremetida de los grupos revolucionarios que respondían a las instrucciones del coronel Pedro Tomás Lander, quien será un connotado jefe federalista (y en su honor fue rebautizado el anterior Distrito Ocumare y luego Distrito Ibarra del Estado Miranda).

En los años de la Guerra Federal se repiten los momentos de intranquilidad. Las reclutas inmisericordes que ponen en práctica tanto los grupos defensores del gobierno como los opositores, sobre los pacíficos y laboriosos pobladores de Mamporal y de las otras comarcas; tienen sus efectos inmediatos en el obligado descuido a las actividades productivas, en la disminución y dispersión de la población y, consecuencialmente, en la pobreza y desmejoramiento del nivel de vida.

Por ejemplo, merece destacarse la gran perturbación que se vive en los meses de agosto, septiembre y octubre de 1859 en el territorio mamporaleño; ya que se hacen sentir las consecuencias de los enfrentamientos armados registrados, principalmente, en jurisdicción de Higuerote y Curiepe. Tal como registra Lisandro Alvarado, en su Historia de la Revolución Federal en Venezuela, “las formidables posiciones de los Reventones donde se mantuvieron Miguel Acevedo y Pedro Tomás Lander, fueron asaltadas por los comandantes Jorge Southerland, José Echezuría y Pedro Vallenilla, viéndose urgidos los federalistas a retirarse a Higuerote y Río Chico, donde Pedro Tomás Lander pudo aún oponer unos mil hombres” (pág. 208).

Precisamente, el 8 de septiembre fue ocupado Higuerote por la Columna Barlovento del comandante Manuel Maria Garrido, quien estará acompañado de los comandantes Juan N. Llamosas, Cecilio González y la goleta “Constitución” del capitán Arocha. El día 13 tienen que enfrentar los ataques de los revolucionarios mandados por Pedro Tomás Lander, Miguel Acevedo, José Rafael Pacheco, Silverio Galárraga, Antonio Bello, Tomás Paz Castillo y otros. Fue un intenso combate, también un triunfo para las fuerzas del gobierno y al abandonar, los federalistas, el campo y emprender la huida hacia Barcelona, atravesando las tierras de Mamporal, habían sufrido treinta y cuatro muertos, entre ellos el capitán Valentín Escalona, el teniente José Miguel Miranda y buen número de heridos. Las fuerzas del gobierno, por su parte, tuvieron seis muertos de tropa y cuarenta y seis heridos entre los que se hallaban los capitanes Ricardo Silva y Manuel Martel; el teniente Jesús Hernández y los subtenientes José Antonio González, Evaristo Ruiz y José Antonio Espinoza; como lo describe Francisco González Guinán en su monumental Historia Contemporánea de Venezuela.

El pueblo de Mamporal, fundado el 16 de enero de 1738, soportará los dolores causados por el despojo de bienes, animales y riqueza; al igual como experimentaron muchos otros poblados durante los años de la Guerra Federal; pero esta vez no serán comparables a los padecimientos vividos por los mamporaleños, ya casi medio siglo antes, en la plenitud del tiempo de la Guerra a Muerte.

Ahora se salvó del fuego destructor y de las cenizas que dejaban tras su paso las guerrillas de la Revolución Federal. Esto es significativo y contribuye a que Mamporal no sienta retroceso en su posición dentro de la división territorial del país. En efecto, es después del triunfo de la Guerra Federal cuando Mamporal vuelve nuevamente a su categoría de Parroquia y, conjuntamente con las de Tacarigua, Zamora y Sotillo conformará el Distrito Acevedo del Estado Bolívar (por cierto que ésta entidad, a partir del 23 de diciembre de 1889 se llamará Estado Miranda).

(Fue publicado en el diario La Religión, Caracas, lunes 5 de agosto de 2002, página 2)

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LA HEROÍNA EULALIA BUROZ EN MAMPORAL

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            El sábado 13 de diciembre de 1975 deberá ser una fecha para el recuerdo por el extraordinario significado que tiene el acto que en ese día celebramos. Siempre el retorno a casa de un hijo ausente es motivo de alegría, entonces ¿qué inmenso debe ser el alborozo ahora cuando presenciamos el regreso esperado por generaciones tras generaciones de mamporaleños?  Ahora bien, a la razón antes señalada es preciso añadir las gratas circunstancias que han hecho posible la realización del presente acontecimiento en dicha fecha, como lo es el gesto magnánimo del destacado escultor Ramón Quintero Roldán.

 

            El tener en su plaza de Mamporal un monumento representativo de la excepcional heroína de los tiempos de la independencia nacional deberá convertirse en una ventana propicia que permita a los habitantes de este Pueblo proyectar las posibilidades de la grandeza futura y renovar continuamente el compromiso de llevar a Mamporal a mejor plano de bienestar, de cultura y de progreso. Porque ocurre que estamos presenciando en los últimos años el despertar de Mamporal; pero no debemos sentirnos satisfechos y en actitud contemplativa regodearnos de ese crecimiento explosivo. A ese mayor número de casas y de almas estamos en la obligación de acompañar nuestro empeño consciente  de unir voluntades con el propósito de encaminar a Mamporal hacia los sitiales de brillo ocupados en épocas pretéritas.

 

            No hay duda que a ello nos ayudará la presencia de Eulalia Buroz quien nació unos cuarenta y dos  años después de la elevación de Mamporal a la categoría de Presbiterio Secular. Es decir. Considerando que Eulalia Buroz viene al mundo a finales del siglo XVIII cuando nuestro pueblo vivía una etapa de crecimiento acelerado y que durante los veintiún años que ella vive  logra elevarse a los más altos niveles de grandeza, representa el prototipo al cual en forma casi obligada convergerán las miradas de los mamporaleños.

 

 Resulta sorprendente imaginar la vida de nuestra heroína: es la última de los seis hijos del matrimonio formado por Francisco Antonio Ramos González y Maria Isabel Sánchez Romero, nacida en el pueblo de Mamporal el 12 de febrero de 1796 contrae matrimonio cuando apenas sobrepasaba los dieciséis años con un joven de la localidad llamado Juan José Velásquez pero los azares de la guerra por la independencia  y su profundo sentir de patriota le Imposibilitan llevar una vida tranquila y sedentaria. Todo lo deja en la certeza de que “quien lo deja todo por un ideal superior nada  pierde y gana todo cuanto le  consagra”. En 1813 está en Caracas viviendo en el hogar de los esposos Capitán Evaristo Buroz y doña Josefa Antonia Tovar y Bañes y desplegando sobresalientes labores en beneficio de la causa de la revolución americana junto con los integrantes de la familia Buroz. El año siguiente pasa por Mamporal formando parte de la triste emigración hacia las regiones del oriente del país que ordena Bolívar. Seguidamente peregrinará por Cartagena y las Islas Antillanas, retornando a Venezuela en 1815 y ser lacerada por la noticia de la deplorable suerte corrida por su esposo el Oficial republicano Juan José Velásquez. Se casará nuevamente en 1816, ahora con el Coronel Charles Chamberlain, Edecán del Libertador, pero tampoco vivirá momentos de reposo ya que no podrá separarse de las contingencias de la guerra que la envuelve y porque además el destino la acercaba en forma presurosa al momento culminante de su heroicidad. Esa ocasión llega el día 7 de abril de 1817 cuando los patriotas no pueden resistir al ataque inclemente de los realistas. Ante el pánico, confusión y lamentaciones que reinaban en el antiguo convento de los franciscanos, de Barcelona, improvisado como fortaleza, se desplaza solícita la extraordinaria belleza y valentía de los veintiún años de edad de esta ejemplar mamporaleña, socorriendo a los necesitados y tratando de impartir ejemplo de serenidad y sosiego en esos cruciales momentos. Su esposo que convalecía de la herida resultante de un anterior combate, muere de un tiro de su propia pistola. Entre el fragor del combate se abre paso Eulalia Buroz armada de pistola y de su gran arrojo. Muere en un acto de sublimidad heroica y es desgarrador su final físico pero su grandeza crece con los años como esas cumbres que parecen más elevadas sobre el horizonte a medida que uno se aleja más de ellas. Sean estas pocas pinceladas parte del cuadro más completo que muestre la figura de la heroína por antonomasia del trágico y deplorable suceso de la Casa Fuerte de Barcelona, la mamporaleña inmortal doña Eulalia Buroz.

(Fue publicado en diario El Universal, Caracas, viernes, 19 de diciembre de 1975. página 1-5, año LXVI.- Nº23893)

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EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR EN SU PLAZA DE MAMPORAL.

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            Verdaderamente  el acto que ahora se está llevando a cabo, tiene una significativa importancia para el pueblo de Mamporal y sus habitantes, quienes con sus ojos bien abiertos y fija las miradas ven descorrerse el lienzo que deja al descubierto una representación en material perdurable y gran tamaño que se levanta sobre un alto pedestal, simbolizando la gallarda figura en pie y sosteniendo su espada invencible, del excelso Libertador Simón Bolívar.

            Desde hace tres décadas la plaza principal de nuestro pueblo ostentaba la estatua del Libertador y Padre de las repúblicas de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. En estos años Mamporal ha crecido en tamaño e importancia; por eso nos impacientaba el ferviente deseo de ver crecer la estatua de Bolívar. Hoy nos complace admirar esta grandilocuente representación y aplaudimos con alborozo y reconocimiento la empeñosa labor desplegada por nuestro Alcalde, señor Elpidio Echenique y demás integrantes del Consejo Municipal, con lo cual cumple ahora cabalmente una promesa expresada en año anterior.

            Universalmente se destaca la inmensidad de la figura del Libertador Simón Bolívar. Inclusive desde los propios días de su existencia física ya había adquirido reconocimiento en la literatura, en la pintura, en la misma música, en la poesía, en la numismática, además en la historia y en la ciencia de la polito logia. En cuanto a representaciones escultóricas, valga recordar que mientras vivía el héroe comenzó el interés por erigirlas pero no llegan a ser realidad por la oposición que él mismo manifestara.

            Entre 1832 y 1836 el escultor italiano Pietro Tenerani elaboró tres bustos de Bolívar, ordenados por Tomás Cipriano de Mosquera, colombiano de la Nueva Granada, y la primera estatua de Bolívar, realizada en Bronce, de cuerpo entero, de pié y sosteniendo su espada, que se inaugura en tierra americana fue erigida, en 1846, en la Plaza Bolívar de Bogotá. Dicha estatua fue ordenada, en el año de 1843, al escultor Tenerani por don José Ignacio París, quien la pensaba colocar en la entrada de la Quinta de Bolívar como manera de retener la presencia del héroe que habría sido su amigo y protector. Anterior a esa fecha es el monumento que se encuentra en la Plaza de Armas de Santiago de Chile, el cual data de 1827, en cuyo pedestal está un medallón donde se representa la efigie de Bolívar.

            En Venezuela, la erección de un monumento a Bolívar, está implícita a las iniciativas del general José Antonio  Páez, en 1838 y 1842; en la del prócer general Carlos Soublette, cuando era Vice-Presidente de la República en 1839; y en la del Congreso de Venezuela en 1842. El escultor Prietro Tenerani tardará unos catorce años en realizarla, puesto que la obra no estará terminada hasta 1851, representando a Bolívar de pié y en actitud  apacible. Originalmente se colocó en la Catedral de Caracas (en el lugar donde reposaban sus restos desde diciembre de 1842 cuando fueron traídos desde la ciudad colombiana de Santa Marta) y más tarde se trasladó al Panteón Nacional. La segunda estatua de Bolívar que se levanta en Venezuela será en 1869, con contribuciones de vecinos de Guayana y del Orinoco, y fue erigida en Ciudad Bolívar, la antigua Angostura. Será una copia del original bogotano de Tenerani, elaborado en bronce.

Hoy día se cuentan por millares las representaciones escultóricas de Bolívar. Es muy difícil encontrar un pueblo en Venezuela y en las demás repúblicas bolivarianas donde no esté la estatua del Libertador Simón Bolívar con su plaza propia. En casi todos los países del mundo también se localiza en sitio destacado la representación escultórica de nuestro gran Libertador.

            El momento actual es más que singular y de alegría para todos los unidos sentimentalmente a Mamporal; sin embargo vienen al recuerdo, sin proponérnoslo, las narraciones trasmitidas por nuestros antepasados, que referían el andar ya cansado de la cabalgadura de Bolívar, y su larga y triste columna de ciudadanos que se vieron obligados a marchar hacia el oriente del país, cuando en 1814 la barbarie encabezada por José Tomás Boves cae despiadadamente sobre la ciudad de Caracas, la capital de la República.

            Todavía se observa el robusto y más que centenario tronco del árbol de Cumaca, aquí mismo en Mamporal, a la escasa distancia de un kilómetro de esa plaza, donde acamparon en escala momentánea los que emigraban durante ese momento que ensombreció de pronto el panorama de la lucha por la independencia patria.

            Es de justicia recordar que los dirigentes y una buena parte de los principales personajes residentes del poblado de Mamporal, en aquel entonces, no eran simpatizantes del pensamiento y la postura que liderizaba el joven guerrero que en agosto 1813, cuando recién cumplía  los treinta años de edad, había sido proclamado solemnemente en caracas con el glorioso título de “Libertador de Venezuela”. Pero no serán pocos los mamporaleños que abrazarán y defenderán la causa patriótica por la independencia  venezolana. Ahí está reseñada en la historia Patria la soberbia página que protagonizara la heroína por antonomasia de los sucesos de la Casa Fuerte de Barcelona, en abril de 1817, la valiente mamporaleña Eulalia Ramos Sánchez de Chamberlain, famosa con el nombre de Eulalia Buroz.

            Lamentablemente el territorio perteneciente a la comarca de Mamporal (cuya jurisdicción propia se inicia el dieciséis de enero de mil setecientos treinta y ocho, cuando es desmembrado del Curato de San Nicolás de Capaya), no fue escenario de la actividad guerrera y triunfante de nuestro Libertador. Pero eso si, siempre estuvo cercano al afecto de la parentela de la familia Bolívar-Palacios, por cuanto eran propietarios de las extensas tierras y haciendas de cacao y otros productos, por estas proximidades. Tanto es así que no ha faltado escritor e investigador dispuesto a asegurar y presentar a la población de Capaya como cuna natal del cuarto hijo del matrimonio formado por Juan Vicente Bolívar y Ponte con la gentil doña María de la Concepción Palacios y Blanco, en el mes de julio del año de 1783.

            ¡Mamporaleños!: Aquí está la nueva estatua de la Plaza Bolívar de nuestro querido pueblo. Esa espléndida figura que allí se destaca tiene que ser “punto” y “referencia” donde deben converger, en forma obligada, las miradas de todos, en busca de las mejores sendas para encausar el presente y buscar el futuro hacia un horizonte cada vez más prometedor.

            Muchas gracias.

                (Fue pronunciado en la inauguración de la nueva estatua, en Mamporal, el día 24 de julio de 1993)

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CRISTÓBAL COLÓN EN LOS ESCRITOS DE BOLÍVAR

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            En los escritos de nuestro Libertador no se encuentran juicioso comentarios acerca del personaje o humanidad del navegante descubridor de esta parte del mundo. Son realmente pocas las referencias a Cristóbal Colón. En casi todas las oportunidades la mención está dirigida al nuevo Continente, al cual Bolívar siempre identifica con el nombre de su famoso descubridor. Como ejemplo presentamos a continuación algunos extractos contenidos en los escritos del Libertador Simón Bolívar:

            En la carta de Jamaica del 6 de septiembre de 1815, Bolívar se preguntaba: ¿Hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad del Hemisferio de Colón?

            En una carta fechada en Angostura el 12 de junio de 1818, ante los elogios recibidos de Juan Martín Pueyrredon, Supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata, nuestro Libertador se excusaba diciéndole que: “no he sido más que un débil instrumento puesto en acción por el gran movimiento de mis ciudadanos. Yo tributo a V. E. las gracias más expresivas por la honra que mi patria y yo hemos recibido de V. E. y del pueblo independiente de la América del Sur, de ese pueblo que es la gloria del hemisferio de Colón, el sepulcro de los tiranos y conquistadores, y el baluarte de la independencia americana”.

            Al Abate De Pradt, antiguo Arzobispo de Malinas en la invitación que le reitera en carta del 15 de noviembre de 1824 para trasladarse a América afirma: “El día afortunado que V. S. I. pusiese los pies en el mundo de Colón, me parecería ver a Mentor pisando las riberas de Itaca”.

            Así como las mencionadas hay otras en las cartas y proclamas del Libertador Simón Bolívar; pero en ninguna la referencia va dirigida concretamente al personaje que la historia de la humanidad reconoce con el nombre de Cristóbal Colón, el insigne navegante que por primera vez emprende un camino nuevo para llegar a los países del oriente.

(Fue publicado en el Boletín Informativo , Nº 6, Caracas, Septiembre de 1992,           de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela, página 15)

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           LOS VIAJES DE COLÓN

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            Se están cumpliendo en la actualidad quinientos años del viaje del descubrimiento del nuevo Continente. A continuación reseñaremos los recorridos del famoso navegante en sus viajes a estas tierras:

 

            Primer viaje (3 de agosto de 1492 al 15 de marzo de 1493). Sale Colón del Puerto de Palos de Moguer con sus tres carabelas, bautizadas con los nombres de La Santa María, La Pinta y La Niña. Lleva una tribulación bastante cuantiosa. Un defecto en el timón de la Pinta lo hace recalar  en Canarias para repararlo. Es curioso observar que en este viaje no llevaba ni mujeres ni curas. En cambio, si llevaban copias de la carta de Toscanelli, de la esfera de Bahaim, de la tablas de Abraham Zacutto y del libro Imago Mundi del cardenal D´Ailly. El 12 de octubre a las dos de la madrugada se descubrió tierra. La anunció el grito de Triana, un marino de “La Pinta”. Era una isla llamada Guanahani, que posiblemente pertenece las Lucayas  (archipiélago de Bahamas) y fue bautizado por Colón  con el nombre de San Salvador. Más adelante la expedición  seguirá hasta La Española o Hispaniola, Hoy Santo Domingo-Haití, donde fundaron la primera colonia europea de este lado del Atlántico. Luego visita Cuba, que él se imagina ser Chipango (Japón), pero al mismo tiempo cree que es tierra firme, parte integral del continente Asiático.

 

            Segundo viaje (25 de septiembre de 1493 a 11 de junio de 1496). Tropieza primero con la isla Dominica, luego visita una pequeña isla que bautiza con el nombre de María Galante, en homenaje a su entonces carabela capitana. Pasa luego a Turuqueira, que llamó Guadalupe. Más tarde irá a Borinquen (Puerto Rico) y finalmente vuelve a la Española, donde ve con dolor que había desaparecido la colonia española que allí dejara en su primer viaje. Buscando tierra firme, sigue a Jamaica y a Cuba, considera firmemente que ha llegado al territorio del Gran Kan de Oriente, tan seguro estaba que las islas encontradas las llamó Las Indias, nombre que conservaron y cuando, gracias a Vespucio y a Magallanes, se demuestra que no son asiáticas fueron llamadas Indias Occidentales.

 

            Tercer viaje (30 de mayo de 1498 a 01 de octubre de 1500). Después del primero, éste es el más importante de todos sus viajes porque, sin saberlo, descubrió y vio tierra firme. Toca primero en la isla de Trinidad y en seguida se encuentra frente a la desembocadura del Río Orinoco, de donde siguió luego a la península de Paria y la bautiza con el nombre de “tierra de gracia”. Aunque no desembarca compara esa “tierra de gracia” con el jardín del Paraíso Terrenal. Navega hacia el oeste 330 leguas de costas venezolanas, al llegar a la Vela de Coro, pone proa hacia el norte y desembarca en La Española, donde lo apresan y vuelven a España.

 

            Cuarto viaje (9 de mayo de 1502 a 7 de noviembre de 1504). En este  viaje lo acompaña su hijo Fernando, niño de 12 años de edad. Ve la tierra de Panamá pero no puede desembarcar a causa de los ciclones. Luego se fue para Jamaica, donde quedó durante un año porque sus barcos habían naufragados. Finalmente un amigo se arriesgó a ir hasta Haití en una canoa para informar su situación y fue así que pudo ser rescatado y el 12 de septiembre de 1504 inicia su regreso a España.

(Publicado en el boletín informativo nº6, Caracas, septiembre de 1992. Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela)

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            A PROPÓSITO DEL 12 DE OCTUBRE.

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            El próximo día 12 de octubre se cumplen 503 años del descubrimiento del Nuevo Mundo (del conocido hoy Continente Americano) por Cristóbal Colón (nacido en Génova, Italia, 1451 y fallecido en Valladolid, España, 1506). Había obtenido el patrocinio de los Reyes Católicos, luego de las llamadas “Capitulaciones de Santa Fe” firmadas el 17 de abril de 1492.

            Partió el día tres de agosto de Puerto de Palos con una nao y dos carabelas. La Santa María, también denominada “La Gallega”, cuyo dueño Juan de la Cosa era un marino de Santoña avecinado en el Puerto de Santa María, era una nave de unas 230 toneladas (es decir, capaz de embarcar hasta ese número de toneles de agua) y medía veintiséis metros de largo, ocho y medio de ancho y cuatro y medio de alto. La Niña el navío mas pequeño de la flotilla descubridora, era una carabela oficialmente llamada “Santa Clara” en honor a la patrona de Moguer, tierra natal de su propietario Juan Niño; sus medidas eran veinticuatro metros de largo, siete de ancho y tres y medio de alto, era la preferida de Colón por la elegancia de sus líneas y su capacidad de maniobra. La tercera y última nave de este viaje colombino fue la carabela  Pinta, así llamada por un tal Pinto, su primer propietario o constructor, aunque ahora era propiedad del paleño Cristóbal Quintero, quién participó en el viaje colombino a regañadientes, quizás para vigilar su buque que había cedido contra su voluntad. Tenía un tonelaje similar al de la “Niña”pero su diseño era más largo y esbelto.

            En la escogencia de tales embarcaciones tuvieron importante participación los hermanos Martín Alonso y Vicente Yánez Pinzón que eran conocidos navegantes y con un reconocido prestigio en su Comarca, por lo que fueron muy activos en la hora de enrolar las tripulaciones necesarias.

            Ochenta y siete hombres participaron en el descubrimiento, junto con Colón (aunque algunos elevan la cifra a ciento veinte). No es cierto que muchos de ellos fueran delincuentes a los que se hubiera ofrecido una muerte probable en el mar en lugar de la muerte cierta del patíbulo. Solo cuatro condenados a muerte se acogieron a la carta de perdón concedida por los reyes: Bartolomé Torres, que habían matado el pregonero de Palos en una riña, y tres amigos suyos apellidados Moguer, Izquierdo y Clavijo, que habían asaltado la prisión para rescatarlo. Los otros marinos de Colón eran hombres libres, en su mayoría vecinos de la costa onubense (de la antigua Ónuba, hoy Huelva) convencidos por Pinzón. También hubo un grupo numeroso de vizcaínos, tripulantes  de la “Santa María”, tres italianos (Jacome el Rico, quizás genovés, Antón Calabrés y Juan Vecano) y un portugués, el grumete Juan Arias.

            Entre las funciones a que estaban asignados muchos de esos marinos, se puede señalar: Cristóbal Caro era platero y sería el perito que habría de determinar la ley de oro y plata que esperaban  embarcar en grandes cantidades; el vasco Domingo era tonelero; maese Alonso, medico; maese Juan, cirujano; maese Diego, boticario; Juan de Medina, sastre. No faltaban calafates, carpinteros, artilleros, ebanistas, despenseros, y el “veedor” designado por los reyes, el que lleva el control de los ingresos para deducir la parte que corresponde a la Corona. También  viajaba un notario, el escribano Rodrigo de Escobero, natural de Segovia.

            Al servicio de Colón viajaban en la nave capitana, la “Santa María”, Diego de Salcedo y su maestresala, Pedro de Terreros. El importante cargo de alguacil de la armada, administrador del agua potable de la nave capitalina le fue confiado por el admirante a Diego de Arana (primo de Beatriz, la amante cordobesa de Colón). A cargo del agua iban en la “Niña” Diego Lorenzo, y en la “Pinta” Juan Reynal.

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            ¿ Y CÓMO ERA CRISTÓBAL COLÓN ?

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            De acuerdo con lo describen algunos tratadistas, la figura personal del descubridor se recuerda de la manera siguiente: Según Antonio de Herrera, Colón era “alto de cuerpo, el rostro luengo y autorizado, la nariz aguileña, los ojos garzos (es decir azules), la color blanca que tiraba a rojo encendido; la barba y cabellos, cuando era mozo, rubios, puesto que muy pronto, con los trabajos, se le tornaron canos, y era gracioso y alegre, bien hablado y elocuente”. Para su hijo Hernando Colón “fue hombre de bien formada y más que mediana estatura, la cara larga, las mejillas un poco altas, sin declinar de gordo o macilento, la nariz aguileña, los ojos blancos y el color encendido: en su mocedad tuvo el cabello rubio, pero de treinta años ya lo tenía blanco: en el comer y en el beber y en el adorno de su persona era muy modesto y continente”. Según Fernández de Oviedo, el descubridor “era de buena estatura y aspecto, más alto que mediano y de recios miembros, los ojos vivos y las otras partes del rostro de buena proporción, el cabello muy bermejo y la cara algo encendida y pecosa”.

            Lo más enigmático del gran Admirante Cristóbal Colón esta en su firma. Un verdadero jeroglífico cuyo significado no reveló y cuidó con gran celo. En unas de las cláusulas de su testamento dejo establecido expresamente que: “ Don Diego mi hijo o cualquier otro que heredase este mayorazgo, después de haber heredado y estado en posesión  de ello, firme de mi firma, la cual ahora acostumbro, que es una X con una S encima y una M con una A romana con una S encima con sus rayas y vírgulas, como yo hago ahora y se parecerá por mis firmas, de las cuales encima, y encima de ella una S y después una Y griega se hallarán muchas y por ésta parecerá”. Su nombre lo escribiría en latín, en modo dativo: Christo ferens (el que lleva para Cristo).

                (En el Boletín antes citado, Septiembre, 1995)

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LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA: NOTICIAS DE HISTORIA COLONIAL VENEZOLANA

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Con el propósito de terminar con el intercambio comercial ilícito o contrabando que se llevaba a cabo en Venezuela, y al mismo tiempo aumentar los ingresos de la Corona española, el rey Felipe V contrató a la Compañía Guipuzcoana el 25 de septiembre de 1728, dándole el privilegio de monopolizar el comercio entre España y la colonia venezolana (así como también con Nueva Andalucía, Margarita, Trinidad y Maracaibo), con la obligación de combatir el contrabando con las posesiones holandesas. (Ejercía para ese entonces la Gobernación en Venezuela el Capitán Lope Carrillo de Andrade de Sotomayor y Pimentel, desde el 29 de junio de 1728).

La mencionada Compañía estableció su Dirección General en San Sebastián hasta 1751, año en que se trasladó a Madrid. Se constituyó en base a la emisión de acciones, de las cuales la Provincia de Guipúzcoa suscribió cien (100), mientras que el rey Felipe V recibió doscientas (200) por un valor de cien mil pesos. En 1760 eran también accionistas individuos de las familias acomodadas de Caracas, tales como Toro, Bolívar, Ibarra, Tovar Ascaín, La Madríz, etc., en el capital de esa empresa comercial. El primer artículo del Contrato aseguraba a la Compañía el monopolio del comercio con la Provincia de Caracas y agregaba que se expedirían patentes a los capitanes de sus buques para perseguir, y si fuese posible, suprimir todo tráfico ilícito en las costas de la Provincia.

En 1730 arriban los tres primeros barcos de la Compañía Guipuzcoana registrados con los nombres de “San Ignacio”, “San Joaquín” y la fragata “Guipúzcoa”. En uno de esos barcos llegó el Teniente Coronel Sebastián García de la Torre, quien el 31 de julio de 1730 toma posesión del gobierno de la Provincia de Venezuela. El 15 de octubre del año referido fue despachado desde España la cuarta nave y era la fragata pequeña “Santa Rosa”. Es de hacer notar que, a causa de la hostilidad que encontró la Compañía entre los venezolanos, acostumbrados como estaban al comercio de contrabando con los holandeses, el primer barco cargado de cacao no pudo salir de La Guaira sino al cabo de dos años, y de tres años los demás. El cacao se vendió en España a un precio menor que el existente en l728, sin embargo obtuvo un beneficio considerable.

La primera factoría se estableció en Caracas en 1730, y después en La Guaira, Puerto Cabello, Barquisimeto, Coro, Maracaibo, etc. Para 1733 la Compañía contaba con una flota de dieciocho naves para el comercio entre España y Venezuela. En 1752 obtendrá también el privilegio de hacer el comercio exclusivo con la Provincia de Maracaibo, lo que aumenta el control que dicha compañía ejercía sobre la economía venezolana. Su actuación se mantendrá durante medio siglo, basta que en 1780 una Real Cédula de Carlos III establece la liberación del comercio.

 

Precisamente desde 1776 la corona autoriza la creación de compañías de comercio particulares, sin más condición que la de presentar al Consulado de Cádiz copia testimoniada de las escrituras públicas de su establecimiento; significando que la corona española le retira a dicha Compañía Guipuzcoana la autorización para comerciar con Venezuela y el 15 de febrero de 1781 queda rescindido el Contrato y en 1785 fue refundida en la Compañía Real de Filipinas.

Es de hacer notar que, desde 1759 la Corona había empezado a cercenar el monopolio de la Compañía. En ese año se decreta que la sexta parte de la capacidad de cada navío de registro se deje a disposición de los productores y comerciantes de Venezuela, para que puedan cargarla de cacao libremente, sin intervención de la Compañía; y al mismo tiempo queda ésta obligada a pagar el cacao, en las plantaciones, a razón de 16 pesos la fanega, en vez de 10 como hacía antes, y el añil a 13 la libra en lugar de 10. Fue por esos años que se decidió que en la nueva emisión de acciones se diera parte a los habitantes de la Provincia de Caracas.

La Compañía adelantaba a los cosecheros el valor de la producción estimada, dándole artículos importados caros, con lo que se comprometían de esta forma los cultivos anticipadamente. Durante el tiempo de sus operaciones aumentaron las exportaciones de cacao, tabaco, ganado, se inició la producción de café en gran escala, y se introdujo  el cultivo de algodón cuando en 1767 trae desde Martinica a un francés experto en su siembra y cultivo. Al año siguiente traerá a los vazcongados Pablo Orrendain y Antonio Arvide y empezaron a cultivar añil en los Valles de Aragua con semillas que trajeron desde Guatemala; con tanto éxito que su cultivo se extiende a otras regiones y para finales del siglo dieciocho se exportaba más de un millón de libras por año. También aumentó la exportación de dividive y otros renglones. (Valga recordar que la industria tabacalera fue libre hasta 1777. En ese año se decretó el llamado estanco del tabaco, y en el 1779 se designaron los lugares en que debía sembrarse y elaborarse por cuenta del Rey).

Hace posible la circulación de libros, monedas traídas de España y otras partes, y de nuevas costumbres. La Compañía introdujo ideas renovadoras al país que contribuyeron a implantar un nuevo estilo en la vida política y económica de Venezuela. Por otra parte, influía en forma determinante en el nombramiento de funcionarios del régimen colonial.

Desde el mismo momento de su llegada, se encuentra con opositores y protestas, que se extienden y se hacen más beligerantes como consecuencia de los abusos y perjuicios recaídos en los hacendados, pequeños comerciantes y conuqueros. Se consideraba que la Compañía era perjudicial, entre otras cosas, porque no traía suficientes productos de España, ni compraba en cantidad suficiente los productos venezolanos, y porque al propio tiempo generaba una relación de intercambio desfavorable ya que subía el precio de las mercancías españolas, y bajaba el de los frutos venezolanos.

Entre las demostraciones de actitudes opositoras en Venezuela hacia la Compañía Guipuzcoana se pueden mencionar los siguientes acontecimientos:

a) las oposiciones expresadas en 1730, a través del Cabildo, por la aristocracia rural criolla (que no había sido consultada sobre la organización de la Compañía).

b) la sublevación de Andrés López del Rosario (conocido como “Andresote el mestizo”) en Yaracuy, también ocurrida el año 1730.

c) el levantamiento de San Felipe del 4 de enero de 1741 y el tumulto en el Tocuyo, el 11 de marzo de 1744, como protesta de los agricultores de la región ante la muy dura y abusiva política económica de la Compañía Guipuzcoana.

d) el alzamiento de Juan Francisco de León, quien llega a las inmediaciones de Caracas al mando de seis mil (6.000) hombres armados, exigiendo del Gobernador don Luis de Castellanos la expulsión de los factores, dependientes y sirvientes de la Compañía Guipuzcoana.

e) la actuación del Intendente, don José de Abalos, quien desde el momento de su nombramiento en 1776, se enfrentará a los intereses de la Compañía.  

Como prueba de la influencia y poder que ejercía la Compañía Guipuzcoana: una es que en 1732 la Corona nombra a don Martín de Lardizábal y Elorza como Comandante General y Juez Pesquisador, con autoridad superior a la del Gobernador García de la Torre, quien le entrega el poder a Lardizábal (caso éste único en la historia de la Administración Colonial). Otra prueba es la recomendación para que el Brigadier don Gabriel de Zuloaga sea reconocido para el cargo de Gobernador, en el cual durará diez años, a partir de su toma de posesión ocurrida el 6 de octubre de 1737.

Desde la propia Casa Matriz o Dirección General se ejercía supervisión sobre las actuaciones que aquí efectuaban los factores. Una muestra es que en 1737 se envía a Caracas a José de Yarza a informarse si el factor principal, Nicolás de Francia, había establecido exactamente las cuentas generales de las factorías; otras diversas cosas que se informaría consultándose con el Gobernador Martín de Lardizábal, y con el sucesor designado que era don Gabriel de Zuloaga.

También es de mencionarse que durante la guerra entre España e Inglaterra (1739-1748) los navíos guipuzcoanos prestan considerables servicios a la monarquía. En cuanto a los cumplidos en Venezuela, en 1740 transportarán soldados, municiones de guerra y armamentos; con lo cual se reforzó la guarnición, y pudo el Gobernador Zuloaga rechazar, en marzo, abril y mayo de 1743, los repetidos ataques de la escuadra inglesa contra La Guaira y Puerto Cabello.

(Publicado en el Boletín Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela, nº34, añoIX, septiembre de 1999)

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DON FRANCISCO DE MIRANDA, EN RUSIA.

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Nuestro generalísimo Francisco de Miranda, el precursor de la independencia, nació en Caracas (ciudad capital de la Provincia de Venezuela) el 28 de marzo de 1750, hijo del Capitán Sebastián de Miranda y Ravelo y de doña Francisca Antonia Rodríguez Espinoza. Bautizado en la iglesia Catedral el 5 de abril de dicho año.

Es un venezolano que figura en la historia de muchos países. Su nombre está registrado como héroe en el Arco de Triunfo de París. Viajó, vivió, trabajó, estudió, escribió y fue guerrero victorioso en países de América y de Europa, principalmente. La Rusia imperial de su tiempo es uno de los países donde su figura se destaca, por eso me referiré seguidamente a su larga visita a Rusia.

Miranda tenía ya cumplidos 36 años cuando viajó a Rusia. Utilizó un pasaporte emitido el 22 de septiembre de 1786 al Conde de Miranda, obtenido en la ciudad de Constantinopla (capital del imperio de Turquía).

El 31 de diciembre de 1786 fue la entrevista de nuestro héroe con el Primer Ministro y Jefe Militar de Rusia. En enero del 1787, Francisco de Miranda atravesará las estepas rusas y llega a la ciudad donde residía la Emperatriz.

El 25 de febrero de 1787 fue presentado a la emperatriz Catalina II, la zarina de Rusia. Miranda escribió en su Diario que la zarina se puso a conversar con él y que, después de haber comido en su mesa, le interrogó acerca de la América española. Catalina II pasaba de los cincuenta años de edad pero conservaba una apariencia de menos años que dulcificaba su agradable trato. Miranda reconoce en la emperatriz rusa la bondad de su corazón, humildad, instrucción y nobles sentimientos de su espíritu.

Muchas veces más se efectuaron reuniones muy cordiales con ella que llegan a convertirse en una fuerte amistad. Tanto es así que fue reconocido públicamente que Miranda gozaba de alto favor ante el Primer Ministro y la Emperatriz, más que cualquier otro forastero que se encontrase en la Corte rusa.

Viajará por toda Rusia y hará amistad con los más significativos personajes de la política y la aristocracia de ese país. Cuando llegó a Moscú, le encontró parecido con la ciudad de Constantinopla. En Moscú como en otras ciudades rusas, visitará el arsenal guerrero, donde observó con interés los mosquetes, las espadas, las cimitarras y los correajes orientales que habían usado los soldados moscovitas; también estuvo en la Academia y el hospital militares, y muchos otros sitios y monumentos de importancia.

Era muy grande la significación de que gozaba nuestro don Francisco de Miranda en la corte rusa. Por eso se presentarán intrigas y denuncias contra él. Por ejemplo, el embajador de España trató empeñosamente en perjudicarlo y hasta llegó a criticarlo porque su pasaporte decía el título de “Conde”. Pero la emperatriz de Rusia apreciaba a Miranda, no por el rango o título que tuviese en España, sino por las cualidades personales que particularmente le reconocía y por ello su estima y protección; y ordenó a sus ministros en países extranjeros que le prestasen auxilio y especial protección.

Miranda fue invitado por la emperatriz y por el Primer Ministro a establecerse en Rusia y le autorizan a vestir el uniforme de sus ejércitos con grado de Coronel de un regimiento. Hasta octubre de 1787 estará don Francisco de Miranda viviendo en Rusia; pero por un tiempo mayor continuará recibiendo atenciones y muestras amistosas de los gobernantes de la Rusia imperial.

 

(Publicado en el Boletín Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela, nº39, Año X, Diciembre del 2000)

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EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR, EN CARACAS,  ENERO A JULIO DE 1827

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Desde el año 1825 comienza a tomar cuerpo el sentimiento que traerá la desintegración de la obra unificadora del gran Libertador. Para finales del año 1827, era tal la gravedad que parecía aproximarse una guerra civil. Por ello, Bolívar se pone en marcha hacia Venezuela. Llegó a Maracaibo, sigue a Coro, Puerto Cabello, Valencia y Caracas.

El día miércoles 10 de enero de 1827, Bolívar hace su entrada en Caracas por las polvorientas calles de Palo Grande y de San Juan. Venía desde Puerto Cabello. En Antímano se habían incorporado a la vistosa comitiva, los jinetes del “Escuadrón de Lanceros”, la guardia personal de Páez.

El norteamericano Jacob Idler, propietario de un coche de paseo, se adelanta al encuentro del héroe. Bolívar acepta su invitación, sube al carruaje y toma asiento al lado de Páez, quien lleva uniforme de gala. Idler guía en persona los caballos en medio de la delirante multitud que aclama al hijo que regresa. Desde los jardines y ventanas de las casas, Bolívar recibe una lluvia de flores y escarchas.

Es como la apoteosis del pueblo. Arcos de palmas verdes, guirnaldas y banderolas dan a las calles un aspecto de feria. La muchedumbre parece asfixiarse y se atropella con tal de saludarlo y cantarle. Desde ese momento la polvorienta calle sanjuanera recibe el nombre de “Calle del Triunfo”.

Durante los meses de esta visita a su ciudad natal, vivirá en la Quinta Anauco. Tendrá su tiempo ocupado en atender los muchos y graves problemas de índole política que se estaban sucediendo en toda Venezuela; pero también dedicará momentos para participar en veladas y reuniones sociales y reencontrarse con familiares y amigos.

La visita de Bolívar a Caracas apaciguó completamente el ambiente de la perniciosa animosidad antibolivariana que desde años anteriores campeaba en ésta y otras ciudades venezolanas. Podía pensarse logrado su objetivo y que ahora todo ese panorama de animadversión había terminado.

El 6 de julio parte, camino a La Guaira. Algunos de sus amigos le acompañan al muelle. Entre ellos se hallan: el Coronel Ayala, Gobernador de La Guaira; su Estado Mayor, General Pedro Briceño Méndez; el señor José Rafael Revenga, los Coroneles Wilson y Santana; el doctor Charles Moore, su médico personal; y los diplomáticos Sir Robert Ker Porter y John Williamson, de Inglaterra y de Estados Unidos de Norteamérica, respectivamente.

Sale en la fragata inglesa “Druid” que comandaba el Capitán Ernie Chambers y antes del mediodía zarpa con destino a Cartagena. En ese mismo barco se dirigía a Bogotá el Ministro de S M Británica ante la Gran Colombia, Sr. W.L. Lockburn.

(Publicado en el Boletín Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela, nº43,  Año XI, Diciembre del 2001)

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 BOLIVAR, EN EL RINCON DE LOS TOROS

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Después de la muerte del sanguinario general José Tomás Boyes en 1814, los Llanos casi en su totalidad eran territorio dominado por las fuerzas patriotas con la jefatura del General José Antonio Páez. Pero ahora, en el año 1818, también el Libertador Simón Bolívar al mando de sus tropas ayudaba luchando contra los focos realistas que sembraban terror en esa parte de nuestro país.

Precisamente, el 16 de abril de 1818 había acampado el Libertador Bolívar, junto con su Estado Mayor, en el hato llamado “Rincón de los Toros” localizado en las cercanías de San José Tiznados (Guárico). Algo próximo a ese lugar también se encontraban unos escuadrones realistas mandados por el coronel Rafael López. Estos realistas tenían como prisionero a un soldado que había estado al servicio de los patriotas y lo someten a fuertes torturas y amenazas de muerte, para ellos descubrir el lugar dónde dormía Bolívar con su Estado Mayor. Además, aprovechándose de un desertor, habían logrado conocer el “santo y seña” para adentrarse en el campamento patriota. Designaron las personas y tareas. Esperaron que los cobijara la oscuridad de la noche del 17 de abril de 1818 para poner en ejecución su macabro plan.

Hasta avanzadas horas de esa noche llanera sin luna, el Libertador Bolívar se encontraba conversando con su edecán Diego Ibarra y con Francisco de Paula Santander acerca de las acciones que deberían emprender en los próximos días y ya decidían ocupar sus respectivas hamacas. Mientras esto sucedía, el realista capitán Tomás Mariano Renovales con ocho soldados había logrado llegar allí y estaban próximos ya a la hamaca del Libertador. Aunque era grande la oscuridad fueron reconocidos como enemigos. Al sentirse descubiertos, Renovales y sus acompañantes descargaron precipitadamente sus fusiles.

Se originó una gran confusión. El mismo Bolívar contó, tiempo después, que él y los pocos que eran se pusieron a correr hacia el campo, abandonando hamacas, caballos y cuanto había en la mata. Como Bolívar no era conocedor de esos parajes estuvo perdido en los Llanos hasta el día siguiente cuando es encontrado por el lancero apureño y gran patriota Leonardo Infante.

Bolívar, Santander y Diego Ibarra salieron completamente ilesos; pero la hamaca del Libertador recibió tres balazos. Nuestro máximo jefe patriota salvó milagrosamente su vida en ese atentado perpetrado, en la oscura madrugada del 18 de abril de 1818, en el Rincón de los Toros. Debemos registrarla como una triste página de nuestra historia en la que perecieron: Fray Esteban Prado, Capellán del Ejército, y los coroneles Mateo Salcedo y Fernando Galindo.

(Publicado en el Boletín Informativo de la Asociación de Jubilados del Banco Central de Venezuela, nº49,  Año XIII, junio del 2003)

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DIVISION TERRITORIAL DE VENEZUELA HASTA EL AÑO DE 1900

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Nuestro país en el transcurso de su vida republicana ha tenido un sin número de modificaciones en cuanto a su división territorial. Hoy día se divide en veinte estados, dos territorios, un distrito federal y sus dependencias federales. Las modificaciones que ha experimentado son, por encima de todo, una consecuencia de la inestabilidad y las convulsiones en que ha vivido, y al afán de los gobernantes de hacer sentir su autoridad considerando que a su llegada había que remover y modificar todo lo hecho por sus antecesores.

Para el 1830, fecha en que Venezuela se separa de la Gran Colombia, nuestro territorio estaba dividido en cuatro departamentos: Venezuela, Zulia, Orinoco y Maturín, y en once provincias que habían sido erigidas así: siete en la época Colonial, tres por la Junta Suprema de Caracas (pero una había sido suprimida) y dos por el Congreso de la Gran Colombia. Las Provincias se dividían en cantones y estos en Parroquias.

Las siete creadas en la poca Colonial son: Provincia de Caracas, erigida con el nombre de Venezuela por el Emperador Carlos V en 1527; la de Cumaná que principió a fundar Carlos V en 1521 (a esto se debe que le llamen Primogénitas del Continente Americano) y se termina de fundar en 1568; la de Mérida creada en 1622 por el Rey Felipe IV; la de Maracaibo separada de la de Caracas en 1678 por el rey Carlos II; la de Guayana el 5 de junio de 1762 por el rey Carlos III; la de Barinas el 15 de febrero de 1786 también por el rey Carlos III; y la de Coro en 1815.

Las tres creadas por la Junta Suprema de Caracas son: la Provincia de Trujillo, la de Barcelona creadas el 11 de Junio de 1810, y la de Margarita el 11 de junio de 1811. La Provincia de Apure y la Provincia de Carabobo fueron erigidas el 17 de junio de 1823 y el 25 de junio de 1824, respectivamente, por el Congreso de la Gran Colombia.

Durante la primera presidencia del General Páez el Congreso de Venezuela decreta el 15 fue junio de 1831 el establecimiento de la Provincia de Trujillo (fue creada por la Junta. Suprema de Caracas en 1810 pero se suprime y sus cantones de dejan a la de Maracaibo), y en 1832 a la Provincia de Barquisimeto.

Por decretos del 11 y 18 de febrero de 1848 se divide a la Provincia de Caracas en tres partes y se crean las Provincias de Aragua y de Guarico.

En 1851 se crea la Provincia de Portuguesa. En 1855 con cantones de Barquisimeto y Carabobo se crea la de Yaracuy y con la mitad del territorio de la de Carabobo se crea la Provincia de Cojedes. En 1856 se crean las provincias de  Maturín y Amazonas (a esta última se le quita autonomía por la poca población y se formar un Territorio administrado por el Ejecutivo).

La ley de División Territorial de 28 de abril de 1856 divide al país en 21 provincias, a saber: Amazonas, Apure, Aragua Barcelona, Barinas, Barquisimeto, Carabobo, Caracas, Cojedes, Coro, Cumaná, Guarico, Guayana, Maracaibo, Margarita, Maturín, Mérida, Portuguesa, Táchira, Trujillo y Yaracuy.

Con la Guerra de la Federación vuelven las modificaciones. Se adopta la denominación de “Estados Independientes” a las antiguas provincias y se pondrá a la moda la adopción de nombres de personas para los Estados. Para el año 1863 el país se encuentra dividido en 15 estados: Zamora, Zulia, Coro, Barquisimeto, Yaracuy, Portuguesa, Cojedes, Aragua, Carabobo, Guarico, Barcelona, Nueva Esparta, Cumana, Maturín y Caracas.

La Constitución que se promulga el 28 de marzo de 1864 establece que los limites de la Nación serán los que pertenecían a la Capitanía General de Venezuela en 1810 dividido en 20 estados independientes que se llamaran: Apure, Aragua, Barcelona, Barinas, Barquisimeto, Carabobo, Caracas, Cojedes, Coro, Cumaná, Guarico, Guayana, Maracaibo, Maturín, Mérida, Margarita, Portuguesa, Táchira, Trujillo y Yaracuy.

Al final de 1864 tenemos que Caracas se llamará Bolívar y su capital será Petare, Margarita se denomina Nueva Esparta, Trujillo se llamará Los Andes, y Barinas se llamará Zamora. Los estados de Cumaná y Maturín se unen y toman el nombre de Nueva Andalucía con capital Cumaná por pacto de sus Asambleas legislativas de fecha 1 de diciembre de 1864.

La nueva Constitución que se promulga el 27 de abril de 1881 reduce la división territorial a nueve Estados: Estado de Oriente, Guzmán Blanco, Carabobo, Sur de Occidente, Norte de Occidente, Los Andes, Bolívar, Zulia y Falcón.

Siguen los cambios: Las legislaturas de los Estados Falcón y Zulia acuerdan formar el Estado Falcón y se mantendrá durante nueves años. Oriente toma el nombre de Bermúdez, Sur de Occidente el de Zamora y Norte de Occidente el de Lara.  A partir del 23 de diciembre de 1889 el estado Guzmán Blanco será conocido como Estado Miranda.

Con esta división en nueve grandes estados se llegará hasta el 1900.

(Publicado en División de Personal, Boletín semanal del Banco central de Venezuela, año 3, Nº 106, en Caracas: Viernes 24 de abril de 1964)

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ACERCA DE LA DIVISION TERRITORIAL DE VENEZUELA A PARTIR DEL AÑO DE 1900

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Decíamos en nota anterior que nuestro país llega al año 1900 dividido su amplio territorio en trece grandes estados. Antes había un sin fin de modificaciones y se podía observar claramente la inestabilidad política en la inestabilidad de su Divisi6n Territorial. Así fue en los años anteriores al 1900 y así va a ser durante varias décadas del siglo que vivimos.

Hasta el año de 1940 1legar ese afán modificador. Aun que en años posteriores se ha planteado el problema de modificar otra vez la división territorial venezolana no se ha llegado a ejecutar no ha pasado de ser más una discusión, ha sido solo un fantasma. Ojalá  solamente sea eso nada más. Porque realmente antes de modificar lo que deben hacer las autoridades es abogar por perfeccionar el funcionamiento de nuestro estado actual y no precisamente cambiar por cambiar.

A continuación vamos a reseñar los cambios sucedidos en la divisi6n territorial de Venezuela en los años siguientes al 1900.

El veintinueve de marzo de 1901 la Asamblea Constituyente sanciona una nueva Constitución y con ella se reestablece la división que traía la de veintiocho de marzo de 1864, es decir, veinte estados; pero ahora serán cuatro los Territorios Federales y en el año de 1864 eran dos los territorios Federales.

Esta división durará tres años porque la nueva Constitución que se sanciona el veintisiete de abril de 1904 reduce los veinte estados a trece y serán: Aragua, Bermúdez, Bo1ívar, Carabobo, Falcón, Guarico, Lara, Mérida, Miranda, Táchira, Trujillo, Zamora y Zulia. Al Distrito Federal se da una mayor extensión y queda integrado por los Departamentos: Libertador, Vargas, Guaicaipuro, Sucre y la Isla de Margarita. Ahora son cinco los Territorios Federales: Amazona, Colón, Cristóbal Colón, Delta Amacuro, y Yaruary.

La divisi6n de los trece estados, cinco territorios federales y un distrito federal se mantiene por cinco años, pues  queda derogada por la nueva Constitución del cinco de agosto de 1909 que restablece nuevamente la división del 1864: veinte estados, dos territorios federales, un distrito federal, y las dependencias federales (el nombre de los estados ya fueron dichos en una nota anterior que publicamos en este Boletín). Así se llega hasta el año de 1936.

El veinte de julio de 1936 se sucede la última modificaci6n de importancia de que tenemos noticia. La Constitución de esta fecha dice en su artículo cuarto que los estados de Venezuela son: Anzoátegui, Apure, Aragua, Barinas, Bolívar, Carabobo, Cojedes, Falcón, Guarico, Lara, Mérida, Miranda, Monagas, Nueva Esparta, Portuguesa, Sucre, Táchira, Trujillo, Yaracuy, y Zulia. En otros artículos se dispone: que el Distrito Federal estará formado por los Departamentos de Libertador y Vargas, y que los Territorios Federales serán Amazonas y Delta Amacuro, y que las Dependencias Federales son las islas venezolanas del mar de las antillas, con excepción de Margarita y Coche que forman el Estado Nueva Esparta.

A partir del veintiocho de enero de 1948 quedó formado el estado Nueva Esparta por las islas de Margarita, Coche y Cubagua.

Las principales islas que hoy día forman las Dependencias Federales son: La Tortuga, La Blanquilla, Los Hermanos, Los Testigos, Los Frailes, La Sola, La Orchila, Los Roques, Las Aves, Farallón Centinela, Alcatraz, Goaigoaza, La Larga, Las Picudas, Las Chimanas, La Borracha, La Borrachilla, Maraguay, Píritu, Las Caracas, Las Garrapatas, Chicagua, Los Cayos, Pescadero, Sombrero, Sal y Borracho.

(Publicado en División de Personal, Boletín semanal del Banco central de Venezuela, año 3, Nº 106, en Caracas: Viernes 24 de abril de 1964)

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Desde 1810 hasta 1961:

LAS CONSTITUCIONES VENEZOLANAS

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Veintiséis constituciones se han puesto en vigencia en nuestro país, a partir de 1810 hasta hoy día. Once fueron fechadas en el siglo pasado y quince llevamos en el presente. La que más tiempo ha permanecido en vigencia es la de 1830 con más de 25 años de vida.

El promulgar una constitución y derogar otra anterior casi igual a la nueva ha sido una costumbre tan arraigada (y no solamente costumbre, tal cosa ha sido como una enfermedad) que casi ningún gobernante la ha faltado. Ha sido un empeño, verdaderamente injustificable en muchos casos, de los gobernantes de Venezuela el de promulgar su propia Constitución. Quizás la inestabilidad de las constituciones venezolanas sea una de las causas que influyan más a su incumplimiento.

Nuestra primera constitución fue la madre de la República, fue sancionada por el primer Congreso en Caracas, el día 21 de diciembre de 1811, siendo Presidente del Congreso don Juan Toro. Esta constitución formada por nueve capítulos con 228 artículos, decía en el preámbulo: “En el nombre de Dios Todopoderoso, Nos, el pueblo de los estados de Venezuela usando de nuestra soberanía y deseando establecer entre nosotros la mejor administración de justicia, procurar el bien general, asegurar la tranquilidad Interior, proveer en común a la defensa exterior, sostener nuestra libertad e independencia política, conservar pura e ilesa la sagrada religión de nuestros mayores, asegurar perpetuamente a nuestra posteridad el goce de estos bienes, y estrecharnos mutuamente con la más inalterable unión y sincera amistad, hemos resuelto confederamos solemnemente para gobernar y establecer la siguiente Constitución, por la cual se han de gobernar y administrar estos Estados”.

La segunda Constitución venezolana es la que surge del Congreso que reúne El Libertador Simón Bolívar en Angostura en 1819. Esta nueva constitución contendrá muchos de los principios que Bolívar presenta en su proyecto y es sancionada el 15 de agosto de 1819, en la ciudad de Santo Tomás de Angostura. Era Presidente del Congreso Juan Germán Roscio, Diputado por Caracas y actuaba como Secretario Don Diego de Vallenilla, diputado por Cumaná. La Constitución de 1819 estaba formada con 214 artículos en 21 secciones.

La tercera Constitución es promulgada en 1821. El Congreso General de Colombia, reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta, la sanciona el 30 de agosto de 1821, la firma como Presidente del Congreso el doctor Miguel Peña. El 6 de octubre de 1821 es firmada por el Libertador Sim6n Bolívar. Estaba formada por 10 títulos con 191 artículos en 20 secciones.

Nuestra cuarta Constitución marca nuestra separación de la Gran Colombia y la creación del Estado de Venezuela, fue sancionada por la Convención de Valencia el 22 de septiembre de 1830 siendo Presidente de dicha Convención el doctor Miguel Peña, diputado por la Provincia de Carabobo y Vicepresidente Juan de Dios Picón, diputado por Mérida. Esta Constitución de 28 títulos con 228 artículos fue promulgada por el Presidente del Estado de Venezuela, General José Antonio Páez en la ciudad de Valencia, el 24 de septiembre de 1830. Estará vigente hasta el 1857 constituyéndose en la Carta Magna que más ha durado en toda la historia de Venezuela.

La quinta Constitución formada por 13 títulos con 131 artículos y tres artículos más de Disposiciones transitorias fue sancionada en Caracas el 16 de abril de 1857. Actuaron: como Presidente del Senado, T. Paz Castillo, de Caracas, y Presidente de la Cámara de Diputados, Rafael Urdaneta, diputado por Maracaibo. El Presidente de la República, General José Tadeo Monagas, la promulga el 18 de abril de ese mismo año.

En 1858 se reúne nuevamente una Convención en la ciudad de Valencia y allí “los diputados de las Provincias reunidos en Convención Nacional” elaboran una nueva Carta Constitucional que en orden creciente será la sexta que se promulga en Venezuela. Esta nueva Constitución quedó sancionada el 24 de diciembre de 1858, constaba de 165 artículos, y en la misma ciudad de Valencia le firma el “ejecútese” el Jefe Provisional del Estado, General Julián Castro. La Mesa Directiva de la Convención estaba formada: Presidente, Pedro Gual, diputado por la Provincia de Caracas; Primer Vicepresidente, Manuel M. Quintero, diputado por Caracas; Segundo Vicepresidente, Miguel Palacios, diputado por Apure.

La séptima es la Constitución Federal decretada por la Asamblea Constituyente de los Estados “bajo la invocación del Supremo Autor y Legislador del Universo, y por autoridad del Pueblo de Venezuela”, en Caracas el 28 de marzo de 1864, promulgada en Santa Ana de Coro, el 13 de abril por Juan Crisóstomo Falcón y refrendada por los Ministros en Caracas el día 22 de ese mismo mes. Estaba formada por siete títulos con 123 artículos. El Presidente de la Asamblea era Eugenio A. Rivera, diputado por Barinas y el Vicepresidente era Manuel N. Vetancourt, diputado por Cumaná.

La octava viene a ser la primera constitución guzmancista y es decretada por el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela el 23 de mayo de 1874, y promulgada cuatro días después por el General Antonio Guzmán Blanco. La Junta Directiva de la Cámara del Senado era la siguiente: Presidente, José Rafael Pacheco, senador por el Estado Bolívar; Primer Vicepresidente, José Antonio Guevara, del Estado Cumaná; Segundo Vicepresidente, Isidro Peraza, del Estado Táchira. La de la Cámara de Diputados era: Presidente, Diego Bautista Urbaneja, diputado por el Distrito Federal; Primer Vicepresidente, Tomás Lander, del Estado Bolívar; Segundo Vicepresidente, José O. Aguilera, del Estado Apure. Esta Constituci6n de 1874 estaba forma da de 124 artículos en ocho títulos.

La otra constituci6n guzmancista será la novena de Venezuela, tendrá también 124 artículos y es sancionada por el Congreso el día 4 de abril de 1881 y lleva el “ejecútese” de Antonio Guzmán Blanco el 27 de ese mes. Esta nueva Constitución contiene, como se dice expresamente en su preámbulo, todas y cada una de las modificaciones propuestas por el Ilustre Americano, Presidente de la Republica en su Mensaje que en 15 de octubre de 1880 dirigió a las Legislaturas de los Estados. La Mesa Directiva de la Cámara del Senado estaba formada por Nicanor Borges, del Estado Bolívar, como Presidente; M. M. Carrasquero, de Trujillo, Primer Vicepresidente; Eduardo O. Martínez, de Yaracuy, como Segundo Vicepresidente. En la Cámara de Diputados: Presidente, Vicente Amengual, del Estado Bolívar; Primer Vicepresidente, J. M. Irazábal, de Nueva Esparta; y Segundo Vicepresidente, R. Elizondo, de Yaracuy.

La décima carta constitucional de Venezuela constaba de 122 artículos en ocho títulos, fue sancionada por el Congreso el 9 de abril de 1891 y promulgada el 16 de abril por Raimundo Andueza Palacio. En el preámbulo  se expresaba que “esta Constitución suscrita por todos los miembros de la Legislatura Nacional y con el “cúmplase”, del ciudadano Presidente de la Republica será promulgada en el Distrito Federal en el día y fecha inmediatamente que se sanciona”. La Directiva del Senado era: Presidente, Vicente Amengual, senador por el Estado Miranda; Primer Vicepresidente, León Colina, del Estado Lara; Segundo Vicepresidente, Jesús Rojas Fernández, del Estado Los Andes. La Directiva de la Cámara de Diputados estaba formada por Marco Antonio Saluzzo, diputado del Distrito Federal como Presidente; Pedro Vicente Mijares, del Estado Miranda como Primer Vicepresidente; y por el doctor R. López Baralt, del Estado Zulia, como Segundo Vicepresidente.

La última constitución que se sanciona en el siglo pasado, la décima primera que tendrá nuestro país, fue decretada por los Representantes del Pueblo de Venezuela, reunidos en virtud de la convocatoria contenida en el Decreto Ejecutivo de 1º de enero de 1893, en Asamblea Constituyente el 22 de junio de 1893 y  promulgada por el General Joaquín Crespo el día 21 de ese mismo mes. Constaba de 162 artículos en ocho títulos. La Junta Directiva de la Asamblea Constituyente estaba formada por: Presidente, Feliciano Acevedo, diputado por el Estado Bolívar; Primer Vicepresidente, P. Febres Cordero, del Estado Miranda, y Segundo Vicepresidente, General Joaquín Berrío, diputado por el Estado Carabobo.

Al entrar el nuevo siglo se comienza a trabajar en la primera carta fundamental de Castro, el que inicia el tiempo de “los andinos en el poder”. El 26 de marzo de 1901 sanciona la Asamblea Nacional Constituyente la décima segunda Constitución de Venezuela, formada de 153 artículos en ocho títulos. El diputado por Guayana, General José Antonio Velutini, era Presidente de la Asamblea; Francisco González Guinán, diputado por Zamora, Primer Vicepresidente; y Segundo Vicepresidente el General Francisco Tosta García, del Estado Miranda. El 29 de marzo fue promulgada por el General Cipriano Castro.

La décima tercera Constitución tendrá 137 artículos en ocho títulos y es sancionada por el Congreso constituyente el 27 de abril de l904. La Directiva del Senado estaba constituida por: el General José Antonio Velutini, ahora senador por el Estado Barcelona, Presidente; Arnaldo Morales, de Guarico, Primer Vicepresidente, y como Segundo Vicepresidente, M. Tamayo Pérez, del Estado Yaracuy. En la Cámara de Diputados era: Presidente, J. I. Arnal, de Yaracuy; Primer Vicepresidente, R. Villanueva Mata, de Nueva Esparta, y Segundo Vicepresidente, Manuel Modesto Gallegos, del Estado Miranda. Ese mismo día 27 de abril fue promulgada por el Presidente de la República, General Cipriano Castro.

Cinco años más tarde será estrenada la primera constitución gomecista, décima cuarta de Venezuela. El 4 de agosto de 1909 es sancionada por el Congreso una Carta de 157 artículos en ocho títulos y el siguiente día es promulgada por el General Juan Vicente Gómez. La plana dirigente del Senado la constituían: Presidente, Diego Bautista Ferrer, del Estado Mérida;  Primer Vicepresidente, Francisco Esteban Rangel, de Aragua, y Segundo Vicepresidente, J. Graterol y Morles, de Falcón. En la Cámara de Diputados eran: Presidente, Alejandro Rivas Vázquez, de Guarico; Primer Vicepresidente, M. Tamayo Pérez, ahora diputado por Lara; y Segundo Vicepresidente, Jaime Cazorla, del Estado Zamora.

El 19 de abril de 1914 el “Congreso de diputados plenipotenciarios de los estados soberanos” sanciona y el doctor Victorino Márquez Bustillos pone el “ejecútese” al Estatuto Constitucional Provisorio de los Estados Unidos de Venezuela, que viene a ser el décimo quinto de nuestro país. Estaba formado de 81 artículos en siete títulos. La directiva del referido Congreso la componían: Presidente, L. Pérez Bustamante, diputado plenipotenciario por el Estado Guarico; Primer Vicepresidente, C. Vicentini, del Estado Bolívar, y Segundo Vicepresidente, Juan Bautista Esté, de Apure.

Un mes dura en vigencia el Estatuto Provisorio porque la décima sexta Carta Fundamental es sancionada por el mismo Congreso de diputados plenipotenciarios el 13 de junio y promulgada por el Presidente de la República Victorino Márquez Bustillos, el 19 de junio de 1914. Esta Constitución era de 141 artículos en ocho títulos. La Junta Directiva del Congreso la formaban ahora: Juvenal Anzola, diputado plenipotenciario del Estado Portuguesa, como Presidente; Luis Lizarraga, del Yaracuy, Primer Vicepresidente; y Rafael González Rincones, del Estado Táchira, Segundo Vicepresidente.

La décima séptima Constitución es de 137 artículos en ocho títulos y es sancionada por el Congreso el 19 de junio de 1922. La plana que dirigía el Senado estaba formada por: Presidente, Carlos F. Grisanti, del Estado Carabobo; Primer Vicepresidente, Juan J. Carrillo Guerra, de Trujillo; Segundo Vicepresidente, Juan R. Guerra, del Estado Miranda. En la Cámara de Diputados eran: Presidente, Rubén González, del Estado Táchira; Primer Vicepresidente, Camilo Arcaya, de Zulia, y como Segundo Vicepresidente, J.  M. Valero, diputado por Guarico. El día 24 de junio va a ser promulgada por el doctor Victorino Márquez Bustillos.

El 24 de junio de 1925 sanciona el Congreso una Constituci6n de 132 artículos en nueve títulos que será la décima octava del país, y el día primero de julio es promulgada por el General Juan Vicente Gómez. La Directiva de la Cámara del Senado era: Presidente, Félix Quintero, del Estado Táchira; Primer Vicepresidente, Elias Rodríguez, de Monagas, y Segundo Vicepresidente, M. A. Alvarez  del Estado Cojedes. En la Cámara de Diputados: Presidente, R. Garmendia R., diputado del Estado Lara; Primer Vicepresidente, J. A. Gonzalo Salas, del Estado Zamora, y Segundo Vicepresidente, Fabricio Gabaldón, de Trujillo.

La décima novena es la constituci6n de 131 artículos en nueve títulos que el Congreso decreta el 22 de mayo de 1928 y Juan Vicente Gómez promulga el día siguiente. Componían la directiva de los senadores: Presidente, Juan Antonio Guillén, del Estado Portuguesa; Primer Vicepresidente, Samuel E. Niño, de Zamora; y Segundo Vicepresidente, Eloy G. González, de Cojedes. En la Cámara de Diputados: Presidente, C. S. Tamayo, del Estado Lara; Primer Vicepresidente, Pedro 1. González Penso, también diputado por Lara, y Segundo Vicepresidente, Alejandro Pietri, de Yaracuy.

En 1929 se estrena otra Constitución, seré la vigésima que se pone en vigencia en nuestro país, formada de 133 artículos en nueve títulos. El día 29 de mayo fue sancionada por el Congreso y promulgada por el doctor Juan Bautista Pérez quién firmaba como Presidente de la Republica. La Directiva del Senado estaba a cargo de J. A. Pérez Limardo, del Estado Anzoátegui, como Presidente; Juan Antonio Guillén, Primer Vicepresidente, y Segundo Vicepresidente, G. Terrero Atienza, del Estado Apure. En la Cámara de Diputados: Presidente, J. M. Valero, del Estado Guárico; Primer Vicepresidente, Alejandro Irazábal, de Nueva Esparta, y Segundo Vicepresidente, Diego Arcay Smith, de Carabobo.

La vigésima primera Constitución Venezolana viene a ser la última del periodo de Gómez. Compuesta de 131 artículos en nueve títulos fue firmada por los congresistas el 7 de julio de 1931. Integraban la directiva del Senado los siguientes nombres: Presidente, Juan E. París, del Estado Zulia; primer Vicepresidente, Luis Lizarraga, de Yaracuy, y Segundo Vicepresidente, Rafael González Rincones, de Táchira. En la Cámara de Diputados: Presidente, J. M. Valero; Primer Vicepresidente, E. Ocanto, de Monagas, y Segundo Vicepresidente, Alejandro Irazábal. El 9 de julio le fue puesto el “ejecútese” por el Encargado del Poder Ejecutivo, Pedro Itriago Chacín.

El día 20 de julio de 1936, el General Eleazar López Contreras pone en vigencia una constitución de 134 artículos en nueve títulos que había sido sancionada por el Congreso el día 16 de ese mes. Será la vigésima segunda carta fundamental de Venezuela. En la Mesa Directiva de la Cámara de Senadores era: Presidente, Pedro María Parra, del Estado Mérida; Primer Vicepresidente, Jesús R. Rízquez, de Nueva Esparta y Segundo Vicepresidente, Pedro N. Pereira, del Yaracuy. En la Cámara de Diputados: Presidente, L. A. Celis Paredes, de Trujillo; Primer Vicepresidente, Manuel F. Nuñez, de Anzoátegui y Segundo Vicepresidente, L. F. Vargas Pizarro, del Estado Bolívar.

La vigésima tercera constituci6n es fechada en 1945, es una reforma parcial que se agrega a la del año 1936. Dicha enmienda fue aprobada por el Congreso en sus sesiones del año 1944 y va a ser sancionada el 23 de abril de 1945. El Presidente del Congreso era don Mario Briceño Iragorry, y el Vicepresidente Rosendo Lozada Hernández. El 5 de mayo la firma el Ejecutivo encabezado por el General Isaías Medina Angarita.

Al triunfo de la Revolución de Octubre se convoca a elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente que entrega al país una Nueva Carta fundamental de 253 artículos y 19 disposiciones transitorias en nueve títulos, el 5 de julio de 1947. Formaban la directiva de la Asamblea los representantes: doctor Andrés Eloy Blanco, del Distrito Federal, como Presidente; Jesús González Cabrera, del Estado Cojedes era Primer Vicepresidente, y segundo Vicepresidente, Augusto Malavé Villalba, del Distrito Federal. En esa misma fecha, la vigésima cuarta Constitución, fue firmada por la Junta Revolucionaria de Gobierno que formaban: Rómulo Betancourt, doctor Raúl Leoni, doctor Gonzalo Barrios, doctor Luis Beltrán Prieto F., doctor Edmundo Fernández y los Tenientes Coroneles Carlos Delgado Chalbaud, y Mario Ricardo Vargas.

La vigésima quinta constitución formada de 142 artículos, ocho disposiciones transitorias, en siete títulos, fue sancionada por la Asamblea Constituyente el 11 de abril de 1953 y promulgada por Marcos Pérez Jiménez cuatro días después. La directiva de la Asamblea la componían: Presidente, Ricardo González C., representante del Estado Táchira; Primer Vicepresidente, Oscar Rodríguez Grajirena, del Distrito Federal, y Segundo Vicepresidente, Jesús Guerra Olivieri, del Estado Sucre.

La vigésima sexta Constitución Venezolana es 1a que actualmente nos rige, que fue sancionada y promulgada el 23 de enero do 1961, y está cumpliendo hoy día su primer lustro de vida.

De las veinte y seis cartas fundamentales dos fueron promulgadas por El Libertador y son las de 1819 y 1821. Dos por el Ilustre Americano Antonio Guzmán Blanco, dos también por Cipriano Castro. Juan Vicente G6mez y Victorino Márquez Bustillos firmaron tres cada uno, y Rómulo Betancourt puso el “cúmplase” en la de 1947 y la del 23 de enero de 1961.

Publicado en el Boletín Semanal de la División de Personal del Banco Central de Venezuela, enero de 1965)

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LA CREACION DEL DISTRITO FEDERAL

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La Provincia de Caracas que estaba formada por los Cantones: Caracas, La Guaira, Maiquetía, Petare, Guaicaipuro, Guarenas, Ocumare del Tuy, Santa Lucía, Caucagua, y Río Chico, con cincuenta y nueve Parroquias, recibe el nombre de Estado Caracas a raíz del triunfo de la Revolución Federal en el año de 1863.

El veintinueve de febrero de 1864 la Asamblea Constituyente de los Estados Unidos de Venezuela, bajo la presidencia del doctor Eugenio A. Rivera, persuadida de la ingente necesidad de fijar el radio de acción exclusiva del Gobierno Nacional, resuelve: El territorio comprendido dentro de los Departamentos de Caracas, Maiquetía y La Guaira queda provisionalmente erigido en Distrito Federal, con la misma competencia de los Estados.

El ocho de marzo de aquel año firma, Juan Crisóstomo Falcón, Gran Ciudadano Mariscal Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, en su Cuartel General de Maracay, un decreto formado de 39 artículos, que fue refrendado el día siguiente, en la ciudad de Caracas, por el Ministro del Interior y Justicia, General José Gabriel Ochoa, mediante el cual organiza el Distrito Federal, divide en tres Departamentos y veintinueve parroquias o circuitos. El Departamento El Libertador (Caracas) estaba formado por las parroquias: Catedral, San Pablo, Santa Rosalía, Altagracia, Candelaria, San Juan, y 1as foráneas: El Valle, La Vega, Antímano, El Recreo y Chacao.

Al Departamento Vargas (La Guaira) correspondían las parroquias: Bolívar, Sucre y las foráneas Macuto, Caraballeda, Naiguatá y Caruao. El Departamento Aguado (Maiquetía) con las parroquias: Maiquetía, Carayaca, Tarma y Olivares. Cada parroquia tendría su Jefe Civil, y cada Departamento su Jefe Departamental que dependería del Gobernador del Distrito Federal.

Otro decreto de la misma fecha organizaba los tribunales, y otro decreto fijaba los sueldos a ganar por los empleados del Distrito Federal.

El primero de diciembre de 1864 el General Antonio Guzmán Blanco, Primer Designado de la República dicta un decreto disponiendo que el Distrito Federal sería gobernado por el Ministro del Interior. Al frente de cada Departamento estaría un Prefecto dependiendo del nombrado Ministerio. Así se mantendrá la situación hasta el veinticinco de octubre de 1867, cuando un decreto del Mariscal Falcón crea la Gobernación del Distrito Federal.

El Congreso Nacional, presidido por Antonio Leocadio Guzmán y Victor J. Diez, emite el seis de junio de 1865 un decreto, atendiendo la solicitud hecha por el Estado Bolívar y disponía que “si la conveniencia pública lo exigiere, el Ejecutivo Nacional podrá trasladar transitoriamente el Distrito Federal a cualquier parte de la Unión, y  podría también el Ejecutivo reducirlo hasta lo que fuera conveniente.

El treinta y uno de octubre de 1867 el Presidente de la República Juan Crisóstomo Falcón teniendo en cuenta el Acuerdo de la Asamblea Constituyente de la Federación de 29 de febrero de 1864 y el decreto del Congreso de 6 de julio de 1865 firma un decreto de cincuenta y cuatro artículos organizando nuevamente el Distrito Federal, formado con los mismos Departamentos y Parroquias en l864. En cada parroquia habría un Inspector Parroquial dependiente del Prefecto del Departamento. En el Departamento Libertador existiría además un Inspector Departamental, nombrado por el Gobernador , dependiente inmediato del Prefecto.

A raíz del triunfo de la Revolución Azul de los Monagas en 1868, los tres Departamentos del Distrito Federal fueron integrados al Estado Bolívar. Tales Departamentos tendrían un Jefe Civil, dependientes del Gobierno del Estado que estaba radicado en la ciudad de Petare.

El veintisiete de abril de 1870, al llegar a Caracas triunfante la llamada Revolución de Abril, Antonio Guzmán Blanco, General en Jefe de los ejércitos de la república quien se dice investido con la “única jurisdicción que es posible en la situación actual de la república” a nombre de los pueblos y de los ejércitos armados en defensa de la soberanía nacional decreta desconocidas por la Revolución Federal todas las elecciones, leyes, contratos, decretos, resoluciones y de actos expedidos desde el veintiocho de junio 1868 hasta ese día. De ese modo vuelve a existir el Distrito Federal y el Jefe Civil que estaba al frente dependería del Ministerio del Interior.

El diez y siete de junio de 1872, un decreto de ocho artículos del General Antonio Guzmán Blanco, refrendado por el Ministro del Interior y Justicia Diego Bautista Urbaneja, declara provisionalmente Distrito Federal la Ciudad de Caracas y las poblaciones comprendidas en el Distrito Libertador. De acuerdo al artículo 4 de dicho decreto el Presidente de la Republica  administrará el Distrito Federal, inmediata y directamente por medio de un Gobernador de su libre elección.

Otro decreto de esa misma fecha, formado de veintinueve artículos en ocho títulos, organiza al Distrito Federal el cual queda comprendido por las parroquias: Catedral, San Pablo, Santa Rosalía, Candelaria, Altagracia, San Juan, Chacao, El Recreo, El Valle, La Vega, y Antímano. Mediante el artículo 19, en lo relativo a la legislación Civil, Penal y al procedimiento de los juicios, regirán en el Distrito Federal las leyes que estaban vigentes para el veintiocho de junio de 1868 y las que se expidieran a partir del 27 de abril de 1870. Además del Gobernador existiría un Prefecto.

 

(Publicado en el Boletín Semanal de la División de Personal del Banco Central de Venezuela, Caracas, viernes 2 de octubre de 1964)

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